Fernando de Villena acaba de dedicarle a la bohemia madrileña una novela bastante meritoria, El reloj de la vida (Madrid, Editorial Evohé, diciembre de 2017), que se presentó al público el 15 de Febrero (Centro Artístico, a las 20,00 h., con Miguel Arnas Coronado ejerciendo de presentador).   La bohemia cultural fue un movimiento exportado del París de finales del s. XIX, cuyos miembros (escritores, músicos y artistas plásticos) pretendían acabar con el academicismo y los clichés artísticos anteriores y con el esquema ideológico pequeñoburgués.

Con algo de revolucionarios, eran ingenuos, soñadores, visionarios, seguidores de la poesía francesa (Verlaine era su modelo indiscutible) y malditos. Con todo lo innovadores que se pretendían, en realidad fueron los últimos románticos, dispuestos siempre a glorificar su sueño creador inmolándose como víctimas de la sociedad, a través del hambre, de la falta de techo, la miseria, la falta de recursos y las triquiñuelas para sobrevivir en una sociedad siempre egoísta, a la que su arte no llegaba con facilidad.

        La bohemia fue materia narrativa en Francia, aunque en España apenas tuvo representatividad literaria, si no es Luces de bohemia, que por sí sola cubre ese vacío. Paradójicamente, tuvo más presencia en la música, ya que cuenta con dos óperas llamadas La bohème (una firmada por Giacomo Puccini y otra por Ruggero Leoncavallo), una zarzuela, (Bohemios, de Amadeo Vives) y una de las baladas más hermosas que ha cantado Charles Aznavour. Pocas referencias más para un tema que apenas se ha estudiado y que parece pertenecer a ese apartado de la “literatura perroflauta” o marginal sobre la que los historiadores de la literatura apenas pasan de puntillas.

        Fernando de Villena acaba de dedicarle a la bohemia madrileña una novela bastante meritoria, El reloj de la vida (Madrid, Editorial Evohé, diciembre de 2017), que se presentó al público el 15 de Febrero (Centro Artístico, a las 20,00 h., con Miguel Arnas Coronado ejerciendo de presentador). La calidad literaria de su prosa, lo inusual del ambiente, la amenidad de la trama y de sus recursos metaliterarios, así como la solidez del personaje protagonista, permiten adivinar que la novela tendrá una gran aceptación, mucho más que merecida.

        El reloj de la vida mezcla personajes reales e inventados, al igual que diferentes geografías (Ronda, Granada, Madrid, Guernica, el frente de Teruel), para contar la biografía del poeta apócrifo Alfonso Linares. Al igual que hizo Cervantes en su Quijote o Cela en su La familia de Pascual Duarte, Villena recurre a un narrador interpuesto, que habría dejado una autobiografía, la que forma la mayor parte del libro. La voz narradora, según este simulacro, habría editado anteriormente (y aquí otro guiño, el cameo de un editor real, nuestro común amigo Ángel Moyano) ese documento, pero tras varios años reúne nuevos y reveladores datos, los necesarios para completar esa biografía ya desfasada.

        La autobiografía del poeta recorre media España y cincuenta años de su historia, en las que refleja la devoción oficial por el Modernismo, que va dejando paso a la poesía pura y, desde la dictadura de Primo de Rivera, a la poesía militante, el poema como arma cargada de futuro, especialmente cuando llega la República y comienzan los asesinatos del pistolerismo de ambos bandos. Del adolescente que salió de Ronda no queda nada. La vida y, especialmente, la Historia solo han dejado muchos sueños rotos, una sensación de fracaso global, una percepción desgarrada de la realidad, un hombre solitario que llega al asesinato por venganza y, como antídoto, un amor idealizado que tarda en verse saciado, como en la poesía trovadoresca o en los poemas udríes, amor que extingue la enfermedad más literaria de la época reflejada: la tuberculosis, la misma que se lleva a Mimí en la famosa ópera de Puccini y a otros tantos arquetipos literarios.

        Las tertulias literarias, las redacciones y direcciones de diferentes periódicos, figuras como Rubén Darío, los hermanos Machado, Cansinos Assens, Juan Ramón, Ramón Gómez de la Serna y Ramón del Valle-Inclán, junto a otros muchos escritores soñados y soñadores recorren las páginas de esta obra originalísima, en que la cadencia biográfica del protagonista se muestra en pasajes de una notable calidad literaria, consolidando con ello un gran personaje literario en el que lo de menos es que sea una pura invención de Villena.

Novela galante de la época

        El autor, jugando con esa ambigüedad de la verdad falsa y la verdad verdadera, con ese desdoblamiento de elementos supuestamente escritos por el protagonista junto a los de otra procedencia, con autores de la época junto a otras meras invenciones, construye un verdadero friso histórico y literario de notable eficacia narrativa.

        Fernando de Villena, siempre interesado en reflejar la historia junto a la vida, hilvana en esta novela histórica un deslumbrante universo narrativo en que el lector no tiene otra alternativa que dejarse arrastrar por lo que la novela, seductora, amena y apasionante, marque. Y la novela marca, de forma impecable, un período histórico apasionante y una biografía de bohemia y amores dolientes.

        Que ese reloj que es la vida regale a Fernando muchas horas de creación literaria y que sus lectores podamos disfrutarla.

Alberto Granados

 

FOTO PORTADA:Fernando de Villena presentando Los conciertos en la Feria de Libro de 2016

 

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