24 noviembre 2024

Como española y constitucionalista esperaba estar en el bloque de los buenos, de la razón, de la coherencia. Me equivoqué

Ni entiendo ni comparto la tesis soberanista de los independentistas. Quizá por eso, como bilbaína universal, constitucionalista y española, esperaba mucho más de mis instituciones. El despropósito de la Justicia en España –marioneta de un Gobierno al que se la ha ido la mano y que ya no sabe cómo parar esto- ha desbordado hoy del todo el vaso de lo razonable con el procesamiento por rebelión de Junqueras, Turull y Puigdemont.

Yo que he criticado abiertamente a Puigdemont por no dar la cara y huir, frente a la valentía de Junqueras, entiendo hoy que es imposible pedir tanto sacrificio a nadie por firme que sean sus convicciones.

Por eso entiendo más al líder del JxCat y, sobre todo, comparto los argumentos de Marta Rovira en esa carta de despedida –no sé si escrita antes o después de huir de España y dejar plantado al Tribunal Supremo- especialmente cuando hace referencia a la faceta más familiar y personal, cuando hace mención a su hija.

  ¿En nombre de quién el Gobierno y el Supremo se atreven a llegar tan lejos contra los líderes independentistas, tan soberanistas como pacíficos, sin sonrojarse siquiera?. No en mi nombre, desde luego.

Me avergüenzo de quien usa la fuerza en vez de la razón y más que nunca hago mía la universal frase de Unamuno a Millán Astray: “Venceréis pero no convenceréis”.

Cómo explicar a mi hija, que crece creyendo en valores, en nuestro país y nuestras instituciones, que las ideas llevan en España a la gente a la cárcel, al exilio, a penas de prisión más importantes que la que tendrá, probablemente, la asesina de un menor.

Cómo defender el bloque constitucionalista, el mío, cuando personas juzgadas y condenadas por corrupción, blanqueo y otras barbaridades siguen en libertad –por ejemplo Urdangarín- frente a quién pacíficamente –aunque yo creo equivocadamente- declara, apoya o vota un proceso de independencia y para ir a la cárcel no necesita ni ser juzgado.

No en mi nombre, repito. No en el mío y en el de miles de ciudadanos que queremos rebatir sus ideas a Junqueras y al resto de los líderes independentistas mirándoles a la cara, en mutua libertad y sin tener que avergonzarnos de nuestras instituciones.

En mi nombre pido perdón por tanta injusticia, sufrimiento innecesario y por unos hechos de un Gobierno que ni respeta la separación de poderes ni el juego democrático.

No en mi nombre. ¡Qué vergüenza!

 

Por

María José Pintor Sánchez-Ocaña