Salvar el clima: una cuestión también para la movilización social
Juantxo López de Uralde, coportavoz de EQUO, partido que, tras las elecciones del 24 de mayo, ha entrado en los ayuntamientos de 14 capitales de provincia y en tres Parlamentos autonómicos, además de un centenar de municipios –resultado que nunca había logrado un partido verde en España-, alerta en este artículo escrito para ‘El Asombrario’ sobre la necesidad de que la movilización social que se está generando se motive también para frenar uno de los temas actuales más urgentes, el cambio climático, que lleva emparejada una grave crisis humanitaria.
Hace sólo unos días 400 organizaciones sociales españolas hicieron un llamamiento a la sociedad española para que se movilizara en defensa del clima de forma urgente. Justo la misma semana en que tenía lugar en Barcelona Carbon Expo, sobre el mercado de emisiones de CO2 , el sistema de precios y la financiación e innovación sobre cuestiones climáticas, que reunía principalmente a empresas y gobiernos, con escasa presencia de la sociedad civil. Ambas acciones parecen tener el mismo objetivo, luchar contra el cambio climático, pero sólo sobre el papel.
En noviembre se celebra en París la Conferencia del Clima (COP 21) que representa la última oportunidad para salvar el clima. Los hechos demuestran que no es fácil movilizar a la sociedad española frente a este problema: aunque la certeza de que el cambio climático causado por la actividad humana es mayoritaria, son muy pocas las personas que pasan a la acción.
España es ya una víctima del cambio climático. Entre los síntomas ya perceptibles: desaparición de los glaciares pirenaicos, incremento de los grandes incendios forestales, aumento del nivel del mar, aumento de olas de calor, entre otros impactos. La urgencia de los problemas sociales y económicos no puede seguir siendo una excusa para obviar el cambio climático.
Según la propia Carbon Expo, su objetivo es diseñar la ruta hacia la cumbre del clima de París con la participación los principales responsables políticos y representantes de empresas. Parece cuanto menos contradictorio que empresas que cobran a los países por emitir CO2 tengan interés en reducir esas mismas emisiones; también puede pensarse que países que pagan muy barato esas emisiones (según Greenpeace a Europa una tonelada de CO2 le cuesta 6 €) quizá calculen que por el momento no compense económicamente poner medidas para reducirlas. Pero no queremos ser nosotros quien dudemos de sus intenciones.
Ahora, si estos mismos líderes mundiales no son capaces de garantizar en París un acuerdo marco que abogue por políticas, fundamentalmente energéticas, que puedan garantizar que no se sobrepase un aumento de 2ºC de temperatura media global, o preferiblemente los 1,5ºC, estaremos ante un fracaso muy grave. Ya ocurrió en 2009 en Copenhague y por tanto podría volver a ocurrir.
Sin embargo, recientemente se ha publicado un estudio de la Universidad de Leeds en Reino Unido en que se constata el éxito del Protocolo de Montreal para salvar la capa de ozono.”Nuestra investigación confirma la importancia del Protocolo de Montreal y muestra que ya hemos tenido beneficios reales”, dice la propia publicación. Este dato es un síntoma esperanzador de que los males de nuestra atmósfera tienen remedio…, pero si nos ponemos a trabajar en ello.
En la marea de cambio político que vivimos estos días en España, hay un sentimiento común de que quizás las políticas no estén predeterminadas y podamos influir en ellas. Esa ola de esperanza es la que debe animar a la sociedad civil también a movilizarse por algo tan difuso pero que nos afecta directamente, pero tan importante como defender el clima.
Las políticas energéticas pueden cambiarse. El problema no es tecnológico, es político y de intereses económicos. Ahora mismo, son los intereses privados de las grandes empresas energéticas y petroleras los que impiden ese cambio. Sin embargo, sólo unos gobiernos libres de la dominación política de las corporaciones serán capaces de cambiar esas políticas.
No es contradictorio reclamar una movilización contra el cambio climático inmersos como estamos en una profunda crisis social. El modelo energético también impone su cara oscura en la pobreza energética que sufren miles de familias, que deben elegir entre pagar la factura de la luz o dar de comer a sus hijos. Así que el cambio de modelo es una urgencia, tanto ecológica como social.
Por otro lado, el agravamiento de la crisis climática acarreará también una profundización de la crisis social. Los efectos del cambio climático se dejarán sentir en primer lugar en el sector agrícola y ganadero, para extenderse al resto de sectores económicos, afectando en primer lugar a las clases más desfavorecidas. La crisis del clima es, por tanto, una grave crisis social y humanitaria. No en vano, son ya millones los refugiados climáticos por todo el mundo.
¿Seguimos mirando o nos ponemos manos a la obra?
Por JUANTXO LÓPEZ DE URALDE. Coportavoz de EQUO. Twitter: @juralde