De Suecia a Australia: así son los sistemas de pensiones más solventes del mundo
¿Es razonable intentar mantener a futuro el sistema público de pensiones de reparto español? ¿Es viable el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones a medio y largo plazo sin fomentar el ahorro privado? ¿Aguantará el sistema público de pensiones el embate del envejecimiento de la población sin reventar sus costuras financieras? La cercanía del próximo informe de recomendaciones de la Comisión del Pacto de Toledo para la reforma de las pensiones ha intensificado el debate sobre la sostenibilidad del sistema público y ha animado a los defensores del sistema, a sus detractores y a los revisionistas críticos a posicionarse sobre el mejor modelo de futuro para España.
A la espera de lo que sean capaces de consensuar las fuerzas parlamentarias respecto al futuro de las pensiones y de cómo el Gobierno traslada esos acuerdos al marco legal, no es mal ejercicio echar un vistazo a cómo funcionan los sistemas de pensiones que según el Melbourne Mercer Global Pension Index – una especie de agencia de rating que mide la solvencia de los sistemas de pensiones- son los más solventes del mundo.
Dinamarca. A pesar de haber perdido la triple A de la solvencia de su sistema de pensiones, el danés continúa apareciendo como el modelo más sostenible del mundo. Se basa en un primer pilar financiado con fondos públicos procedentes del IRPF, los impuestos municipales y las cuotas de trabajadores y empresarios que da derecho a una ‘pensión social’ básica, cuya cuantía no puede exceder el 17% del salario medio. Ésta se complementa con un segundo pilar obligatorio y de carácter privado (denominado ATP) que se financia en dos terceras partes por el empresario y una tercera parte por el trabajador y que equivale al 1% del salario anual. El tercer pilar, también de ahorro privado, es voluntario y está configurado por las aportaciones que los empleados realizan a planes de pensiones privados, ya sean individuales o de empleo. En conjunto el sistema danés sustituye alrededor del 66% del último salario.
El sistema danés, igual que el español, ha elevado la edad de jubilación de los 65 a los 67 años y prevé la modificación de esta variable en función de la evolución de la esperanza de vida. Además tiene algunas peculiaridades como que incluye toda una serie de ayudas por enfermedad, hospitalización, accidentes de trabajo, gastos funerarios…que quedan garantizadas para todos los daneses. Dinamarca emplea el 8,6% de su PIB en pagar las pensiones.
Holanda. El modelo de sistema de pensiones solvente para la OCDE tiene un coste equivalente al 8% del PIB, garantiza una tasa de sustitución del 90% sobre el ultimo salario – aunque solo un 30% a través de la pensión pública – y presume de dejar al menor porcentaje de personas mayores cerca del umbral de la pobreza en toda la OCDE. El esquema es similar al danés. Una pensión pública básica equivalente al Salario Mínimo Interprofesional a la que no se tiene acceso antes de los 65 años (67 a partir de 2012). Un segundo pilar privado y apoyado en la tupida red de 5.000 planes de pensiones que existe en el país y a los que trabajadores y empresas se pueden sumar de forma voluntaria (obligatoria, en algunos casos), y con importantes ayudas fiscales. Y un tercer pilar privado que solo se puede contratar con aseguradoras y con productos determinados, menos utilizado y con menos apoyo fiscal.
Australia. El tercer sistema que se sitúa en el segundo escalón de solvencia de los sistemas de pensiones del Global Pension Index y que comparte con el danés y el holandés la categoría de ‘sistema de pensiones más solventes del mundo’ es el australiano. Éste parte de la existencia de una pensión pública que únicamente reciben aquellos que no han generado el ahorro privado suficiente como para alcanzar un umbral mínimo de bienestar. Lo recibe la mitad de la población jubilada y su cuantía oscila entre el 28% del salario medio del país, si se recibe de manera individual, y el 41% si el perceptor tiene cargas familiares.
La singularidad de este sistema es que la parte pública es aquí la complementaria. La columna vertebral del sistema es un programa de ahorro obligatorio que se dota con el 9% del sueldo de los trabajadores, que es aportado por la empresa y que se concreta a través de la red de fondos de pensiones existente en el país, cuyos recursos superan holgadamente el PIB del país. Este programa goza de un potente programa de incentivos fiscales a las empresas cuanto mayor es el sueldo que percibe el empleado. El tercer pilar es voluntario, las aportaciones las realizan los trabajadores y funciona al margen de los fondos de pensiones subvencionados fiscalmente. Esta pata la utilizan el 20% de los trabajadores del país. El Estado australiano gasta el 3,5% del PIB en este sistema.
El recomendado modelo de Suecia
En el segundo escalón de solvencia se sitúan sistemas como los de Noruega, Finlandia, Suecia, Singapur, Suiza, Nueva Zelanda, Chile, Canadá e Irlanda. Nos centramos en el modelo de Suecia, por cuanto es el que en opinión de la OCDE encajaría más en una eventual transición del modelo español hacia otro sistema de pensiones diferente al actual.
Suecia abordó en 1984 un cambio estructural en su sistema de pensiones. Venía de un modelo definido en los años 60 que partía de una pensión básica independiente de las contribuciones y otra complementaria que se percibía en función de las aportaciones realizadas. Para acceder a la pensión tenían que acreditarse 30 años cotizadas y para calcular su cuantía se tenían en cuenta los 15 mejores años de cotización.
Tres lustros de trabajo desembocaron en un nuevo modelo que empezó a aplicarse en 2001 con el principio «una corona de aportación, una corona de pensión»…Y así nació el sistema de las cuentas nocionales o cuenta individuales, en virtud del cual el Estado lleva la cuenta de las aportaciones a la futura jubilación realizadas tanto por empleados como por empleadores e informa a los futuros beneficiarios de los fondos acumulados a través de la famosa carta naranja, que el Ministerio de Empleo quiso copiar y anunció pero cuyo envío nunca se produjo.
La aportación a las cuentas nocionales asciende al 18,5% del salario, del cual el 16% va a dotar de forma directa la pensión futura y el 2,5% se puede invertir en un plan de pensiones privado. La rentabilidad del primero crece al ritmo que lo hacen los salarios, el del segundo al ritmo de la rentabilidad del plan en el que se tienen invertidos los ahorros. El sistema tiene sus herramientas de ajuste y si su funcionamiento no alcanzara para proporcionar una pensión adecuada se activaría un sistema de pensiones complementarias de financiación pública – una suerte de pensión mínima- para garantizar llegar a ese umbral mínimo. Suecia gasta en pensiones el 6,5% de su PIB, España, el 9,2%.
Bruno Pérez (La información)