3 diciembre 2024

¿Por qué no nos pensamos en serio convertir la docencia en una profesión de prestigio? El buen o mal funcionamiento de un sistema educativo no se mide sólo en términos académicos sino de cohesión social y equidad. Y si los profesores, que son los actores principales, no se sienten bien en el sistema, será imposible que éste mejore. y lo necesitamos, ¡ya lo creo que lo necesitamos!

Ahora que los críos ya empiezan sus vacaciones, o están a punto de hacerlo,  ¿qué tal si nos ocupamos un poco de los profesores, de los maestros? porque resulta que esta semana hay miles de hombres y mujeres en toda España que viven su particular “selectividad”, el examen para intentar acceder a una plaza. Y no está mal que nos acordemos, al menos por dos razones: de entrada, porque una cierta estabilidad en su función tendría efectos positivos, muy positivos sin duda; pero se da la paradoja que muchos de los que ahora se examinan llevan años trabajando sin conseguirla.

Y en segundo lugar –esta es una reflexión más de fondo- porque tal vez ahora que el país se ha puesto en modo cambio, ahora que se cuestiona y se revisa prácticamente todo, ¿por qué no nos pensamos en serio convertir la docencia en una profesión de prestigio? Pero de prestigio de verdad, empezando por el reconocimiento económico y terminando por su reputación social. ¿Que cómo se hace eso? Pues tal vez atendiendo las recomendaciones que hace tiempo nos marca la OCDE; este organismo señala que no sufrimos un problema grave por el número de maestros o por el gasto público en educación, que podría ser mayor, sin duda, pero que tampoco está tan mal. No, los grandes obstáculos son: la retribución económica, efectivamente, pero también: un gran nivel de aislamiento, es decir no estar al tanto de lo que hacen otros centros del entorno, no incidir en el reciclaje profesional….y después, por último, muy importante: la falta de autonomía del docente.

 En otros países, los maestros –además de impartir conocimientos- se sienten parte del sistema, se dedican a desarrollarlo, contribuyen a diseñarlo. Aquí no, por desgracia. Así que llegados a este punto sólo recordar dos cosas: que el buen o mal funcionamiento de un sistema educativo no se mide sólo en términos académicos sino de cohesión social y equidad. Y si los profesores, que son los actores principales, no se sienten bien en el sistema, será imposible que éste mejore. y lo necesitamos, ¡ya lo creo que lo necesitamos!