Rafael Garesse: «Los profesores tienen que volver a ser maestros»
Entrevista al Catedrático de Bioquímica y rector de la Universidad Autónoma de Madrid, institución que celebra su 50 aniversario en plena transformación tecnológica y educativa.
- ¿En qué estado de salud se encuentra la universidad española en este momento?
- En un estado razonablemente bueno. Pero tiene que mejorar mucho para afrontar los retos que se le vienen encima.
- Dígame el reto más importante que tiene por delante la universidad…
- La universidad tiene que hacer investigación profesional al máximo nivel. Eso genera conocimiento de alto nivel y docencia de alta calidad. Y para hacer eso es necesario tener mucho talento en la universidad, buenas instalaciones, buena infraestructura, buenas conexiones internacionales, porque hay muchísima competencia.
- ¿Tiene que cambiar también el modo en que se enseña?
- Sí. La universidad es una institución que históricamente se ha dedicado a transferir conocimiento a los jóvenes y a dotarlos de ciertas capacidades profesionales. Pero ese conocimiento que se transfiere cada vez va a jugar un papel más secundario. El conocimiento ya está en muchos sitios fuera de la universidad, mientras que antes era un patrimonio casi exclusivo de ella.
- Si el conocimiento ya no es exclusivo de las universidades, ¿qué deben ofrecer éstas?
- Ser un entorno social donde el aprendizaje tenga sentido, donde los jóvenes se formen no sólo a nivel académico y de conocimientos sino también en valores, en liderazgo, en comunicación, donde aprendan a utilizar el conocimiento que adquieren o que eventualmente van a adquirir en el futuro. La universidad se dedicará fundamentalmente a formar ciudadanos.
- Hay estudios que alertan de que con la automatización y la revolución tecnológica podrían perderse el 50% de los empleos. ¿Cómo puede adaptarse la universidad al nuevo mercado de trabajo?
- Los cambios son tan rápidos que no sabemos qué capacidades y qué profesionales se van a necesitar el día de mañana. La universidad debe de tener mucha flexibilidad en ofertar nuevos estudios pero también debe potenciar valores asociados con la creatividad, porque personas emprendedoras, creativas, que sepan trabajar en grupo y con capacidad de liderazgo van a ser capaces de adquirir luego los conocimientos necesarios para realizar casi cualquier tarea. Hay que ir disminuyendo contenidos muy específicos e ir ampliando conocimientos más transversales, que con pequeños retoques sean capaces de adaptarse a las necesidades sociales.
- Uno de los trabajos que dicen que más peligra es el de profesor…
- Sí. Ese miedo viene condicionado por la enseñanza online. Es verdad que se han desarrollado metodologías y tecnologías que permiten acceder online al conocimiento impartido por profesores y profesoras del máximo nivel. Y de hecho, nuestra universidad está apostando en esa dirección. Pero la universidad tiene que dar un valor añadido. Una universidad debe ser un ecosistema con investigación potente, centros de innovación, centros de coworking, ambiente de emprendimiento… En otras palabras: un centro donde se promocione el desarrollo de mentes creativas.
- Pero los docentes tendrán por fuerza que cambiar, ¿no?
- Claramente tenemos que transformar nuestra metodología docente, y ese cambio va a ser duro. Y el profesor va a tener que asumir cada vez más el papel de maestro, que en muchos casos se ha perdido. El profesor no puede ser una persona que simplemente transmita de manera rutinaria unos conocimientos, tiene que ser una referencia para los jóvenes, una guía en este mundo cambiante de conocimiento abrumador y tecnología que evoluciona a velocidad de la luz. Hay que recuperar la figura del maestro y la maestra.
- Pues que sepa que el Imperial College de Londres ha anunciado que va a empezar a sustituir a sus profesores por hologramas…
- Probablemente el Imperial College, un centro de enorme prestigio, está introduciendo nuevas tecnologías en la formación de sus estudiantes. Pero estoy absolutamente convencido de que no como sustitución de sus profesores, sino como complemento. Lo que sí está destinado a desaparecer es la universidad que se limita a transmitir el conocimiento a los estudiantes de manera rutinaria. Eso no tiene futuro.
- ¿Las asignaturas de ciencias seguirán ganando peso en detrimento de las de humanidades?
- Estamos, y es normal, fascinados por los avances en tecnología. Pero yo creo que toda la educación tiene que fundamentarse muy sólidamente en las ciencias sociales y en las humanidades. Y eso sí que es un valor casi único de las universidades, algo que no encuentras en los centros tecnológicos ni en ningún otro sitio. La aportación humanística y en ciencias sociales a la formación de los estudiantes es la esencia en la universidad del futuro.
- ¿Se trata de formar ciudadanos?
- Exactamente. La universidad no puede renunciar a ser una institución formativa. De hecho me encantaría en los próximos años poder implementar asignaturas transversales de humanidades y ciencias sociales para todos los grados que se impartan en la Autónoma.
- ¿Cómo se imagina a la Universidad Autónoma de Madrid dentro de otros 50 años?
- Como una gran universidad europea. Europa está promoviendo la creación de consorcios de universidades que en unos años permitirán la plena movilidad del profesorado, de los empleados y de los estudiantes. Eso nos consentirá aprender de las buenas prácticas de otras instituciones académicas de primer nivel, fomentar la formación de ciudadanos europeos, impulsar el multilingüismo de nuestros estudiantes y potenciar las mejores capacidades de todas las universidades que integran estas redes. Será un cambio realmente disruptivo y fascinante. La universidad jugará así un papel muy relevante en la creación de una nueva Europa y de una nueva España.
- Que la universidad haga investigación de alto nivel como usted propone cuesta dinero…
- Sí, cuesta dinero. Pero también es muy rentable, porque el conocimiento que se genera es transferible a la sociedad de un modo directo. Yo procedo del mundo de la sanidad y la medicina, y tengo muy claro que cuando un hospital tiene una investigación muy potente el primero que se beneficia es el enfermo. Y también hay que tener en cuenta que una investigación de alto nivel consigue financiación, puede obtener proyectos de varios millones de euros.
- Con la crisis la educación superior sufrió recortes. Los recursos no se han recuperado, ¿verdad?
- No. La situación económica de las universidades no es buena, estamos muy por debajo de la media de los países de la OCDE. Pero depende sobre todo del concepto que se tenga de universidad. Si concebimos la universidad como un ente pasivo que se limita a dar clases de un modo tradicional, probablemente los recursos serían suficientes. Pero una universidad no es eso, una universidad debe de ser una institución muy dinámica con mucha capacidad de crecimiento y de movimiento, de movilidad de estudiantes, de profesores, de investigaciones… Y eso sí que requiere una inversión adecuada.
- Por curiosidad, ¿dónde estudió usted?
- En Granada. Yo soy malagueño, pero entonces no había universidad en Málaga, así que muchos íbamos a estudiar a Granada.
- ¿Y qué recuerdos tiene de su época de universitario?
- Fue una etapa fantástica, de las mejores de mi vida. Era la primera vez que salía de casa, y además Granada es una ciudad que vive mucho su universidad.
FOTO: Garesse, fotografiado en la Universidad Autónoma de Madrid. SERGIO GONZÁLEZ VALERO