Cansancio, agotamiento, euforia, satisfacción,… Son sensaciones que experimentan todos los runners. En el caso de las mujeres, también miedo. Nada menos que nueve de cada diez dicen sentirse inseguras cuando practican running en solitario. El 28% asegura, además, haber sufrido algún tipo de agresión practicando este deporte. Los datos son de una encuesta, realizada el mes pasado por la revista Runners World España y la compañía energética EDP, en la que participaron 2.500 mujeres. Para intentar que las corredoras se sientan más seguras, la empresa presentó ayer Sincronizadas,  una plataforma que permite a las mujeres organizar quedadas para entrenar en cualquier ciudad de España.

Una de esas mujeres que ha vivido algún susto es la atleta Elena Loyo, que contó recientemente en redes que un coche la había perseguido “hasta el punto de sentir que corría peligro. Cuando llegué a casa llamé a la policía. Como no había cogido la matrícula completa me dijeron que la próxima vez me fijara mejor”, relata. Fue entonces cuando decidió contarlo en redes. “Sentí la necesidad de avisar a las chicas de la zona para que estuvieran alerta”. La respuesta que recibió le sorprendió. “Varias chicas se pusieron en contacto conmigo para contarme situaciones de acoso que habían vivido. Incluso algunas a las que conozco pero con las que nunca había hablado del tema. Lo que más me llamó la atención es que ninguna había denunciado, porque las agresiones no habían llegado al plano físico y pensaban que no tenían derecho a denunciar”.

Aunque el running se ha puesto más de moda en los últimos años, esa sensación de inseguridad ha existido siempre. Carmen Valero, tres veces campeona del mundo de cross y la primera atleta española en participar en unos Juegos Olímpicos, fue en los setenta una de las pioneras. Casi siempre entrenaba con hombres, pero en alguna ocasión se enfrentó sola a situaciones difíciles. “Una vez me encontré a unos chicos haciendo motocross. Me rodearon y no me dejaban salir. Al final conseguí empujar a uno y salí corriendo hasta llegar a una carretera por la que pasaban coches. Fui a denunciarlo a la policía y estuvieron quince días patrullando la zona”, cuenta. En otra ocasión, corriendo cerca del río en Sabadell, se encontró a un hombre montando a caballo que la cogió por la cintura y la subió al caballo. Luego le dijo que había sido solo una broma: la escena le había parecido muy de película. Lógicamente a ella no le hizo ni pizca de gracia. Al bromista no se le pasó por la cabeza que las mujeres viven en alerta continua. “Cuando voy andando por la calle a veces me cambio de acera porque no me gusta llevar a nadie detrás”, explica.

Lorena Fanjul, runner aficionada, también ha tenido un par de incidentes, sobre todo por la noche. “Antes salía a correr a horas intempestivas, como a las 5.30 de la mañana. Ahora intento hacerlo a otras horas o acompañada, aunque todavía lo hago cuando el horario no me permite otra cosa”, dice. Todas tienen claro que es injusto que se responsabilice a las mujeres de garantizar su seguridad, como si fueran ellas las que tuvieran que cambiar sus hábitos para evitar riesgos. “Nos sentimos  cuestionadas por las horas o las zonas por las que salimos a correr”, reconoce Fanjul.

“No podemos tener miedo”, recomienda Cristina Mitre, periodista, corredora y embajadora de Sincronizadas. Para las que, pese a todo, prefieran no salir solas, la plataforma les permite ponerse en contacto con otras mujeres de su zona con un nivel similar. Correr en grupo, tiene, según Mitre, otro aliciente: “En estos años de experiencia me he dado cuenta de la importancia del factor social del ‘running’, sobre todo al principio, cuando uno empieza a correr y a veces es difícil encontrar la motivación”.