Con la cruz y la espada
Este es el país de las dos cruzadas. En 1492, los Reyes Católicos contra los moros infieles; y en 1936, Franco con los moros infieles y contra los rojos ateos. En Córdoba, la Mezquita fue botín de guerra, profanada y convertida en negocio por la Iglesia católica. Y en Granada, la Biblioteca de la Madraza fue saqueada y más de 5.000 libros reducidos a cenizas por la Inquisición, en la hoguera de Bib-Rambla.
También el régimen franquista, copiando a los nazis, organizó una quema de libros republicanos en 1939, primer año de la victoria. Así lo contaba el diario pro-golpista Arriba: “Condenamos al fuego los libros separatistas, liberales, marxistas, a los de la leyenda negra, anticatólicos, a los del romanticismo enfermizo, a los pesimistas, a los del modernismo extravagante, a los cursis, a los cobardes seudo-científicos, a los textos malos y a los periódicos chabacanos…”.
A partir de 1499, la Inquisición ejecutó con garrote vil a moriscos, judíos y herejes. La monarquía absolutista de Fernando VII también utilizó este brutal instrumento de tortura para acabar con la vida de Mariana Pineda. Y el dictador Franco volvió a utilizarlo en 1973 para ejecutar al joven anarquista Salvador Puig Antich.
La Iglesia Católica ha tenido siempre un papel nefasto en los momentos históricos, marcados por la intolerancia. El cardenal Cisneros fue el brazo ejecutor de los Reyes Católicos para violar las Capitulaciones e imponer el terror de la Inquisición con la cruz y la espada. Y Franco logró la victoria con la bendición de los obispos, que llamaron Cruzada al golpe militar. Detrás de los monarcas absolutistas y dictadores sanguinarios siempre ha estado la jerarquía católica para obtener, a cambio, privilegios y el monopolio religioso de este país.
Afortunadamente, ya no se celebra el 18 de julio, efemérides del golpe militar, con misa incluida y el dictador bajo palio. Sin embargo, cada 2 de enero, sigue celebrándose la Toma de Granada con toda la parafernalia nacional-católica, incluida la homilía del arzobispo, para recordarnos que fue una Cruzada en la que sus católicas majestades pusieron la espada y la Iglesia colaboró con la cruz. Especialmente polémica fue la homilía del arzobispo Antonio Cañizares en 1999, cuando dijo:”La diversidad de culturas no da lugar a una humanidad mejor”. Y añadió: “El hecho más decisivo de la historia de Andalucía es el cristianismo”, tachando la herencia musulmana de “residuo cultural, estético y folklórico”. Algo impropio de una sociedad plural y diversa, que se ha dotado de una Constitución aconfesional.
Al mantener el Día de la Toma, el Ayuntamiento ha regalado un nuevo 18 de julio a la extrema derecha. Nostálgicos del franquismo, que miran hacia el púlpito de la Capilla Real para escuchar las palabras del arzobispo en defensa de “Dios y de la Patria”. Y este año, con la ultraderecha envalentonada tras las pasadas elecciones andaluzas, la Toma puede convertirse en el caldo de cultivo que necesita el fascismo para seguir creciendo. De momento, el partido racista y xenófobo ha entrado en el Parlamento de Andalucía, pero si el gobierno municipal no rectifica a tiempo, acabarán entrando también en el consistorio granadino para hacer su nueva reconquista. Y los responsables serán quienes se empeñan en convocar la Toma, una fiesta sectaria, anacrónica y excluyente, insostenible en democracia.
Como dice el escritor Tarik Alí: “La Toma es una resaca del pasado que acabará muriendo”. Lo que corresponde a una sociedad plural y diversa como la nuestra es apostar el 2 de enero por la convivencia intercultural y recuperar el 26 de mayo como fiesta popular y laica de Mariana Pineda que la dictadura franquista nos quitó, pues representa los valores de igualdad y libertad.
FOTO:Martínmorales Ilustración de Martínmorales facilitada por Granada Abierta.