22 noviembre 2024

“Esplendor literario de Elvira: siglo X” por Antonio Rodríguez Gómez de Gacetilla Elvirenses de José Enrique Granados

Hoy la Gacetilla mira al pasado más remoto y pone en valor a los literatos de este solar allá por el siglo X, cuando esto se llamaba Elvira, y era la ciudad más importante de la Cora. El texto está escrito por Antonio Rodríguez Gómez y se publico con el título de “Esplendor literario de Elvira: siglo X” en el especial de las fiestas del año 2000. Que disfruten, es todo un lujo.

La ciudad de Elvira/Ilbiri vivió durante el siglo X su mayor esplendor. Como es sabido, Iliberri designaba a una población de origen prerromano situada en el actual Albaicín. Al producirse la invasión árabe pasó a denominar a todo el distrito o cora, que se convirtió en una zona de trasiego de tropas que iban del sur al levante; era como un gigantesco campamento militar que, lógicamente, sirvió de escenario de frecuentes escaramuzas, debido a su interés estratégico. En la época del emirato, la capital de la cora se desplazó a Castella o Qastiliya, que empezó a ser llamada genéricamente hadinat Ilbira (capital de Ilbira) y, luego, simplemente Ilíberis, Ilbira o Elvira, y la sierra en que se emplazaba, Sierra Elvira (antes, Sierra del Águila Negra). A partir, pues del siglo VIII, la ciudad no hizo más que crecer, para alcanzar su momento culminante a lo largo del siglo X, hasta que en 1010 fue arrasada por los bereberes. Aunque no han podido fijarse sus límites, da idea de su grandiosidad las imponentes dimensiones de su mezquita, inaugurada solemnemente por el propio emir de Córdoba; la capacidad de su acueducto, la dispersión de los hallazgos arqueológicos (en los parajes de los baños, Marugán, la Secana, etc.), las descripciones de los viajeros, las campañas militares que allí se libraron, etc. Pero el vestigio más sorprendente es la cantidad de escritores oriundos de la ciudad y la variedad de su producción que la convirtieron en escuela de alfaquíes, juristas y gramáticos famosos, centro de interés cultural para Al-Andalus y todo el ámbito islámico y vivero agitado de vida intelectual.

Los primeros poetas que incorporan la ciudad de Ilbira a su nombre son Abu-L-Majsi al-Ilbira (siglo VIII), poeta oficial de la corte de Abd al-Rahman I, y primer poeta español digno de mención, pues los anteriores procedían de Oriente; su hija Hassana al- Tamimiyya al-Ilbira, de quien se conservan algunas poesías de circunstancias en las que reclama al emir al-Hakam algunas recompensas no recibidas y el visir Said ibn Yudi, que mandó las tropas de la ciudad y cantó las batallas en las que intervino: la victoria, la derrota, la cautividad, la muerte.

En el siglo X y comienzos del XI destacan Muhammad ibn Futays al-Ilbiri (843-931), Muhammad Ibn Hani al-Ilbiri (932-972), Ibn Abi Zamanim (935-1007), Mutarif ibn Isa al-Gassani (966-987), Abu Al-Munfatil, Abu Ishaq de Elvira (finales del siglo X-1066) y Abu ibn Faray al-Ilbiri al-Sumaysir (muerto en 1087). De familia oriunda de Elvira debió ser el poeta nazarí Abu Yafar al-Ilbiri, nacido en 1301, cuando la ciudad de Ilbira no debía existir ya, pues al-Jatib, en 1359, dice que de ella sólo quedaban ruinas, en las inmediaciones de Al-Tarf (El Puntal), o sea, en el actual Atarfe.

Muhammad ibn Futays al-Ilbiri tuvo ocasión de viajar a Oriente para aprender directamente de los maestros árabes los hadices, es decir narraciones relativas a Mahoma que eran fuente de doctrina y de derecho dentro del islam. Después regresó a Elvira donde continuó la enseñanza de la doctrina entre sus alumnos procedentes de todo al-Andalus.

Muhammad Ibn Hani al-Ilbiri ha pasado a la historia de la literatura por ser el primer escritor que exportó Andalucía, reclamado desde las principales cortes norteafricanas. Nació en 932 y, aunque su biógrafo al-Jatib da como lugar de nacimiento Jun, a la vez afirma que pertenecía a la “gente de Elvira” y en numerosas citas se le llama Ibn Hani al-Ilbiri. Estudió en Sevilla y allí se hizo adepto a la secta chiita, por lo que, acusado de herejía, tuvo que abandonar Al-Andalus a los 27 años. Fue acogido por las cortes de Marruecos y Egipto. Murió en El Cairo en 972, a los 42 años; según al-Jatib, al acostarse desnudo a la intemperie, totalmente ebrio. Sus poemas están recogidos en un Diwan que refleja una poesía suntuosa y preciosista en la que los críticos han visto un antecedente de Góngora.

Ibn Abi Zamanim era jurista y amplió sus estudios en Córdoba, donde residió en su juventud. Después se dedicó a la enseñanza en Elvira. Su obra tiene dos faceta; una, como importante jurista de la escuela malikí (basada en la fusión del derecho consuetudinario y de los hadices), y otra, como poeta ascético, a la que pertenece su obra más importante, Hayat al-qulub, de la que se ha destacado su valor como antecedente de las Coplas de Jorge Manrique.

Mutarif ibn Isa al-Gassani, a pesar de su muerte temprana, a los veinte años aproximadamente, conoció a los más importantes sabios de Oriente en su peregrinación a los Lugares Sagrados y se nutrió de una vasta erudición de la que destacan dos obras dedicadas, respectivamente, a los alfaquíes y a los poetas de Ilbira, que dan idea de la importancia e la ciudad como centro cultural.

Del siglo siguiente es Abu Al-Munfatil representa la vena satírica dentro de los poetas ilbiritanos. Por su carácter mundano es frecuente objeto de bromas por parte de otros poetas granadinos, a la vez que él les dedica poemas satíricos que permiten reconstruir el ambiente literario de la época.

Abu Ishaq de Elvira, influyente político y jurista, es contemporáneo de Al-Munfatil, pero su obra poética es radicalmente distinta. Reflexiona sobre la decadencia de su ciudad natal, llora el fallecimiento de su esposa, aspira a una norma de vida estricta y ascética y, sobre todo, destila rencor hacia los nuevos mandatarios judíos contra quienes no cesa de intrigar hasta promover la terrible matanza de 1066 que acabó incluso con la vida del primer ministro Nagrella y toda su familia. Se trata, sin duda, del más importante escritor de la antigua Ilbira y su poesía ha perdurado en todo el mundo árabe para ceremonias cortesanas y religiosas.

Abu ibn Faray al-Ilbiri al-Sumaysir, a pesar de utilizar la nisba al-Ilbiri, es probable que no naciera en la ciudad, que, como hemos dicho más arriba, quizá hubiera dejado de existir a principios del siglo XIV. Es más probable que su familia fuera oriunda de Ilbira. Fue alumno de otro escritor originario de la ciudad, Abu Abd Allah Muhammad al-Ilbiri. En 1337, a los treinta años inicia una aventura que marcará su existencia, seguramente de forma inesperada para él, cuando decide acompañar al poeta ciego Ibn-Yabir al cumplimiento del precepto de la peregrinación. Lo que inicialmente iba a ser un breve viaje, se convertirá en la razón de ser de toda una vida, pues ambos amigos no volverían a su país hasta cuarenta años después, en 1376, después de haber vivido, aprendido y enseñado en el norte de Marruecos, Egipto y Siria. El tema más frecuente de sus poesías es la descripción de los lugares que visita y la evocación de su ciudad natal: las montañas de Siria, el valle de Medina, las riberas del Éufrates, las gentes de Damasco, todo son motivos que despiertan el recuerdo dolorido y la añoranza de su ciudad natal.

Durante el periodo que hemos tratado, desde el siglo VIII a comienzos del XIV es evidente que lo mejor de la cultura española se expresa mayoritariamente en lengua árabe. No está de más resaltar la importancia de estos escritores en nuestra cultura, y causa sonrojo tener que reclamar la imperiosa urgencia de rescatarlos del olvido en que se pudren y reintegrarlos en el lugar que merecen dentro de la historia de nuestra literatura. No es posible mantener fórmulas lingüísticas convencionales como “expulsión de los judíos y de los moriscos”, o “escritores árabes”; es necesaria su sustitución por “expulsión de los españoles judíos y de los españoles moriscos”, o “escritores españoles en árabe”. Algunos conceptos no está de más subrayarlos. A lo m

ejor alguien podría considerar a estas personas como extranjeras, como ajenas a nuestro pasado común, si no creerlos inferiores a sus contemporáneos castellanos “moros”, al fin.

Curiosidades elvirenses.