Pienso que en este tiempo el feminismo se ha hecho plural y variado en interpretaciones, aunque la finalidad es común a todas ellas: conseguir algo que es justo, el reconocimiento social

En estos días al acercarse el 8 de marzo, día Internacional de la Mujer, se viene hablando en los medios de comunicación de lo que podríamos llamar «la causa de las mujeres» y se pone el foco en los problemas que aquejan a millones en todo el mundo y sin ir más lejos, aquí, entre nosotros. Lo venimos haciendo desde que en 1975 las Naciones Unidas declararan que era oportuno dedicar un día a hablar de estas cosas, probablemente porque el resto del tiempo las mujeres tendían a desaparecer de la escena pública, con la excepción de las llamadas de atención de las más comprometidas, que desafiaron toda clase de inercias y generaron lo que dio en llamarse ‘feminismo’. Es bueno que tengamos la perspectiva suficiente como para comparar qué ha pasado desde entonces y a la vez alegrarnos de que las nuevas generaciones se hayan incorporado a las movilizaciones y planteen sus propios discursos y sus preocupaciones.

Pienso que en este tiempo el feminismo se ha hecho plural y variado en interpretaciones, aunque la finalidad es común a todas ellas: conseguir algo que es justo: el reconocimiento social a lo que ya dictan las leyes, hacer que todos, las mujeres y los hombres trabajen juntos para que no haya que sacar a relucir los disparates que aún nos afectan en tantos ámbitos de la vida. Que todavía haya quien tuerce el gesto cuando escucha la palabra feminismo ya pone de manifiesto lo mucho que queda por hacer.

Por mi parte, considero que hay muchos feminismos, con diferentes enfoques, pero todos comparten su entrega a la causa de las mujeres, mostrando que se comparte la idea del bien común, algo que por cierto, deberían aprender los políticos que ahora se enredan en sus propias confusiones, poniendo en cuestión unas ideas que están movilizando de nuevo a millones de mujeres en todo el mundo. Muchas veces he dicho en esta columna que en este asunto a veces parece que no avanzamos, que los cambios se producen con una lentitud exasperante, pero lo que no podía imaginarme es que ahora empiecen a aflorar síntomas de que en lugar de avanzar, podría haber un retroceso en esta marcha. Y que se iban a cuestionar otra vez las justas reformas que reclamamos en tantos campos que nos afectan.

Por eso me ha gustado el lema que la ONU ha elegido para este 8 de marzo: «Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio». Totalmente de acuerdo: está haciendo falta que apliquemos la inteligencia, la reflexión serena, y sobre todo la capacidad imaginativa para encontrar nuevos caminos, nuevas vías que resulten en un mayor protagonismo de las mujeres en la transformación de estas sociedades injustas, empeñadas en perpetuar los peores vicios patriarcales de dominación y sometimiento. Y esto lo tenemos que hacer junto con los hombres, que también los hay feministas.

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