De la mano de mujeres y jóvenes, emerge una auténtica revolución global por la justicia climática, intergeneracional y feminista.Tengo la piel erizada. Los sentidos hiper despiertos. Como nunca antes. Un gran cambio está llegando, con la Primavera.

Escuchando a las compañeras feministas en la Casa Invisible de Málaga hablar sobre los preparativos del inminente 8M se me hacen los ojos “chiribitas”. Comentan que dos de sus ejes transversales son los cuidados y el consumo. Están montando algo enorme. Si el año pasado ya lo fue, este año van al corazón del sistema. Pero hay más. Recientemente se ha producido la sorpresa más positiva en mucho tiempo, especialmente en nuestro país. Mientras muchos ecologistas llevábamos años luchando en la sombra, de repente la juventud ha traído la luz. Se han dado cuenta de que esto va de su futuro y se están levantando, con una energía transformadora que no había visto nunca. He llorado de alegría varias veces en las últimas semanas.

Llega en un momento crucial. Siguiendo diariamente la ciencia climática en la última década, pensaba estar ya habituado a los estudios apuntando a la catástrofe, pero sin embargo no quería creérmelo. Lo que está pasando aquí y ahora, en invierno, en España y por todo el hemisferio norte, me asusta: incendios brutales en Cantabria, más de 20°C en Reino Unido (récord histórico), el primer tifón de categoría 5 en esta época…

Sí, estoy asustado, pero también tremendamente esperanzado. Como expresa mejor que nadie Naomi Klein, vivimos una época de peligro pero también de oportunidad. El peligro de perderlo todo. La oportunidad de cambiarlo todo. El movimiento por la justicia climática está alcanzando una tracción inaudita, que si sabemos aprovechar nos puede catapultar al profundo cambio necesario, en el camino hacia la justicia social ansiada. No podemos vivir en una sociedad en la que 26 personas posean la misma riqueza que 3,800 millones. La desigualdad, en la raíz incluso educativa del capitalismo, es el combustible de la emergencia climática. “Cambiar el mundo no es utopía sino justicia”, le decía Don Quijote a Sancho Panza. Y supervivencia, querido Quijote, y supervivencia.

Greta Thunberg, la joven sueca de 16 años que ha prendido la llama, se plantó un buen viernes del verano pasado delante del parlamento Sueco, en huelga escolar por el clima. Enseguida cientos de jóvenes más siguieron su estela en sus respectivas ciudades. Tras una histórica reprimenda a los “líderes” mundiales en la Cumbre del Clima de Naciones Unidas en Diciembre pasado, el movimiento comenzó a expandirse exponencialmente, y de cientos pasaron a cientos de miles de jóvenes por todo el mundo en los “Viernes por el Futuro”, con un mensaje emancipadoramente nítido: nuestra casa se quema, los adultos en el poder nos estáis robando el futuro con vuestra inacción, la escuela no tiene sentido si no hay planeta habitable, pasamos a la acción. En palabras de Greta a los negociadores de Naciones Unidas: “No hemos venido aquí para rogarles. Hemos venido aquí para hacerles saber que el cambio está llegando. Les guste o no.” Declaración de rebelión en toda regla.

Los jóvenes dicen la verdad. El discurso de Greta frente a las élites financieras en el reciente Foro Económico Mundial de Davos no puede ser mejor ejemplo: “Algunas personas dicen que la crisis climática es algo que hemos causado todos, pero eso no es cierto, porque si todos somos culpables, entonces nadie tiene la culpa. Y alguien tiene la culpa. Algunas personas, algunas corporaciones, algunos líderes en particular, saben y han sabido con exactitud qué preciados valores han estado sacrificando para continuar amasando cantidades inimaginables de dinero. Y creo que muchos de ustedes hoy aquí pertenecen a ese grupo de personas.” ¡Boom! Verdad al poder, como se dice en inglés (“truth to power”).

Greta no podía estar más en lo cierto. La solución al cambio climáticono es reciclar, como le han hecho pensar a mucha gente. La responsabilidad de esto no es individual, no es de las personas de clase trabajadora, o pobre-trabajadora, que sienten la presión económica en aumento de un sistema que les asfixia y deja sin margen de maniobra. Peor aún, muchas de estas personas ven lo “eco” cómo nos lo venden, asociado casi al lujo (gourmet, restaurante vegano hiper “cool” pero carísimo), cuando lo verdaderamente ecológico no podía ser más social: huertos urbanos auto-gestionados, comercio de barrio, mercadillos de agricultores de proximidad, tiendas de segunda mano y reparaciones, auto-consumo solar en comunidades de vecinos, etc. La gran injusticia climática, la verdadera responsabilidad recae sobre los que más tienen, que son los que más contaminan: 100 multinacionales, casi todas del petróleo y los combustibles fósiles pero también otras cuyos modelos de negocio fomentan el consumismo en todas sus formas, son las responsables del 71% de las emisiones globales históricas de carbono. Muchas de ellas, como Exxon o Shell, sabían el genocidio que estaban causando desde hace más de 30 años, y sin embargo decidieron negarlo por los beneficios multimillonarios que les producía a sus dueños y directivos. Estos son los culpables, pues saben lo que pasa y continúan, pues tienen recursos y capacidad para cambiar de modelo, y sin embargo no lo hacen simplemente porque ganarían menos.

A esto se refiere Greta. Esta es la verdad del cambio climático, la misma que la de las desigualdades sociales. El enfrentamiento de unos muy pocos (“el 1%”) que controla la mayor (y en aumento) parte del dinero, frente a la gran mayoría de la población mundial (“el 99%”) cada vez más empobrecida, artificialmente. El gran capital frente a las personas, como sintetiza el inspirador Bernie Sanders, futuro presidente de los Estados Unidos en 2020. La solución por tanto no es reciclar, es una movilización social masiva que retorne el poder político a las personas y con ello la capacidad de determinar nuestro futuro compartido. El cambio climático es un problema social, de soluciones políticas (más y mejor democracia para defender y expandir el común) y económicas (igualdad de oportunidades y escala humana).

Aparte, desde luego, que también debemos cambiar los hábitos individuales (incluyendo reciclar, sí), buscando desconectarnos del sistema globalizado en decadencia, pues ya existen alternativas locales y justas a nuestro alcance, por un poquito más de esfuerzo pero por mucho más valor ya que generan empleo, soberanía y vida. Hablo de cooperativas energéticas 100% renovables de consumidores y productores (la mía: Megara Energía), de cooperativas éticas de telecomunicaciones (la mía: Eticom), de grupos de consumo ecológico que ponen en contacto directo a productores de la zona con consumidores responsables (el mío: el que provee a la Casa Invisible), y así con cada necesidad básica.

Hablando de verdad y rebelión, otro movimiento paralelo ha convergido en la singularidad histórica en la que nos encontramos: la “Rebelión Contra la Extinción” que en Noviembre pasado bloqueó los puentes de Londres, colapsando la ciudad para llamar la atención sobre el colapso civilizatorio inminente (o en curso). Es el siguiente nivel de activismo. Surge de la misma comprensión: los poderes fácticos nos están llevando a la extinción de la especie humana y la gran mayor parte del mundo natural por el beneficio cortoplacista, egoísta e ilusorio de unos pocos; y ante semejante secuestro del poder, sólo nos queda una opción, la desobediencia civil masiva no violenta, la rebelión por la vida.

En nuestro país, esta doble ola joven y rebelde ha llegado también y por fin, sumándose a las crecientes luchas feministas para formar un Tsunami arrollador. A principios de Febrero, Girona pegaba el pistoletazo de salida con el primer Viernes por el Futuro. A partir de ahí, Barcelona, Madrid, Valencia, La Coruña, Cádiz, Málaga, Sevilla, Valladolid, Palma, Santa Cruz de Tenerife, Oviedo, Salamanca…, auto-coordinadas vía el grupo Juventud por el Clima, y cabalgando decididamente hacia la huelga escolar global por el clima del próximo 15 de Marzo, a la que también se están sumando ya madres y padres, profesores y personal docente. Así, tras el esperado 8M feminista, vendrá un #15MClimático, lo nunca visto. Y ojo, que esto es sólo el principio de la Primavera de Revolución, el 15 abril la “Rebelión contra la Extinción” está preparando un día global de rebelión, con acciones en ciudades de todo el mundo y España. Justicia climática, intergeneracional y feminista, por doquier. Frente a la tormenta climática perfecta, estamos generando la tormenta social perfecta. Elevándonos a la altura del reto, como no podría ser de otra manera cuando nos jugamos la supervivencia. No quepo en mi de gozo. Nací para esto.

De por medio, hay elecciones, y muchas. Lo cual no podía venir mejor. Como claman los científicos, tenemos 12 años (menos ya) para frenar la catástrofe climática, lo cual implica que cada elección es ya una elección climática. Cada mandato electoral debe otorgar máxima prioridad a esta cuestión, que no es otra que la de la justicia social, y que no requiere menos que una transformación socio-económica de profundidad sistémica. Pues bien, el brazo de incidencia electoral directa de la convolución anterior ya existe, se llama “Yo Voto por el Clima”, está impulsado por gente joven y es maravilloso. Si el 15M tuvo con el tiempo notoria influencia en el sistema de democracia representativa, ahora debemos cambiar radicalmente las prioridades de todos los votantes en cuestión de semanas. De votar por banderas, prejuicios artificiales, o falacias económicas, a votar por existir, por disfrutar de una vida que merezca la pena ser compartida.

No obstante, es en nuestra ciudad, municipio o territorio cercano donde cada una de nosotras puede tener influencia real, y donde yace la clave del bienestar y la felicidad: la comunidad (del anillo, diría Frodo). Si actuamos desde lo cercano, y especialmente si nos coordinamos translocalmente y aprovechamos estas olas globales, entonces y solo entonces nos alzaremos por encima de los muros que nos impiden ver el horizonte y abrazar a nuestra gran familia. En mi caso, en Málaga, la cosa está hirviendo ya: estamos en los 8 días de revuelta previos al descomunal 8M; la semana pasada las redes por el clima de Sevilla, Málaga y Granada nos unimos en la Red Andaluza por el Clima; este viernes pasado un buen grupo de jóvenes mantuvieron el primer encuentro abierto por la justicia climática, formaron “Fridays for Future Málaga” y se suman al 15M Climático; este sábado comienza una semana entera de celebración del 12º aniversario de la Casa Invisible: 12 años de cultura libre, pensamiento crítico, confluencia de movimientos sociales, gestión ciudadana del común, empoderamiento colectivo y producción de realidad; en su seno el lunes 11 se presenta el Polo de Economía Social y Solidaria de Málaga, y el martes 12 tiene lugar el coloquio que da subtitulo a este artículo, con participación de una diversidad de colectivos que el 23 darán un paso firme por “La ciudad que queremos”.

Los jóvenes lo han comprendido. Es ahora o nunca. Y esta vez va en serio.

Que sea ahora. Salgamos a ganar.

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