25 noviembre 2024

El periodista Francisco Vigueras reedita su libro ‘1936: muerte de un periodista’ para incluir nuevas aportaciones sobre el que fuera director del periódico ‘El Defensor de Granada’La idea de escribir el libro surgió originalmente en los años 90, cuando Vigueras, fiel lector del investigador lorquiano Ian Gibson y lector de Federico García Lorca, descubrió que había un periodista íntimo amigo de Lorca, que era Constantino Ruiz Carnero, director del periódico El Defensor de Granada. Lo primero que le llamó la atención, explica el autor, fue que «a través del periódico, Ruiz Carnero había divulgado la obra del poeta y además le había defendido cuando era atacado por la prensa conservadora».

Después de hallar a este periodista, Vigueras decidió indagar en su vida. «Fui a la hemeroteca para investigar sus columnas periodísticas, sus editoriales y sus artículos», cuenta el autor. Asimismo descubrió que al director del periódico le llamaban «el maestro de la ironía» porque escribía unas columnas llamadas Siluetas del día, que eran «retratos satíricos de Granada, de los personajes granadinos y sus adversarios políticos». Ruiz Carnero decía que era el arma de las personas inteligentes y, de alguna forma, «esa sátira que él utilizaba, construyó quizá su sentencia de muerte», conjetura el autor del libro.

Según las investigaciones de Francisco Vigueras, Ruiz Carnero convirtió el Defensor de Granada en un diario a favor del cambio por la República, por la igualdad y por la libertad y, cuando él llega a formar parte de la dirección, el periódico va a experimentar un avance impresionante en cuanto a técnicas de periodismo. De hecho, Vigueras considera a Ruiz Carnero «el padre del periodismo moderno en Granada». El motivo es que «el Defensor se ve dotado de las tecnologías más importantes de su época, pues no solamente cambia el diseño, sino que además introduce métodos para conseguir la última hora, y se hacen dos ediciones diarias: una matutina y una vespertina, lo que no era frecuente en aquella época», explica para poner en contexto esta iniciativa en los años 20.

Otra de las facetas que tuvo la oportunidad de descubrir el autor de 1936: Muerte de un periodista sobre Ruiz Carnero fue la de sindicalista. Para Vigueras fue un «maestro de periodistas» y destaca una de las lecciones que aportó al gremio: «la pluma debe servir para algo más fuerte, más vibrante y más útil que para unas cuartillas o dibujar bellas notas de color». Para él fue, en definitiva, «un periodista comprometido, amante de la verdad y valiente para contarla».

Pero la parte más importante que hizo posible la creación del libro llegó por azar en una de las visitas a la hemeroteca. «Tuve la suerte de coincidir con Jesús Fuster Ruiz, que es el sobrino de Ruiz Carnero, y él me proporcionó un material impresionante», comenta Vigueras. «Me llevé la sorpresa de que no era sólo su sobrino, sino el mejor documentalista y el que mejor ha sabido conservar la memoria de su tío», relata el autor, que con el tiempo trabó amistad con el sobrino, que le llegó a proporcionar unas carpetas llenas de documentos, ya no sólo literarios o periodísticos, sino también familiares. «Me permitió conocer ese otro ángulo más personal», señala. Por ello, dedica la obra a Jesús Fuster Ruiz, «por su lealtad a la memoria de Ruiz Carnero», que llegó a ser «una de las grandes amistades» de su vida.

Fuster Ruiz, que estuvo presente en el estreno de la primera edición, en el año 1998, falleció antes de que esta segunda edición fuera publicada. La segunda edición, que vio la luz en abril, cuenta con nuevas aportaciones fruto de profundas investigaciones en registros abiertos recientemente, siendo la más importante la apertura del archivo de la Real Chancillería de Granada. «He podido leer, estudiar y analizar los expedientes de responsabilidades políticas en el que el régimen franquista intentaba justificar el asesinato de Ruiz Carnero», cuenta Vigueras. Su muerte ocurrió poco después de que se produjera el cierre de El Defensor y la detención del director.

Posteriormente, intentaron acusarlo de un delito contra la Ley de Responsabilidad Política, de febrero de 1939, y además aplicársela con carácter retroactivo. Tal y como explica el autor en su libro «lo hacían así, a sabiendas de que él no pudiera defenderse; ya fallecido no podría hacer alegaciones en su defensa». En suma, Vigueras sostiene que «los jueces no trataron de investigar la desaparición del periodista, que hubiera sido lo lógico, sino que lo que intentan es recoger informes para acusar al periodista de delitos para justificar el asesinato».

El autor explica en el libro que Ruiz Carnero llegó a ser alcalde de la ciudad e incluso le propusieron ser presidente de la Diputación, «pero prefirió volver a la redacción del periódico». El autor supone que el director se sentía sobre todo periodista y pensaba que en ese momento había sobre todo que defender los valores de cambio social, igualdad, libertad. «Creía que la mejor manera de hacerlo era como periodista desde el Defensor de Granada», concluye.