La reacción al cambio climático se mundializa
Los datos científicos sobre el calentamiento global son cada vez más sólidos, de igual manera que la inmensa mayoría de la sociedad comparte la preocupación por este fenómeno y exige soluciones
Como informa Joaquim Elcacho en un artículo publicado en este mismo canal Natural , la última gran encuesta sobre la preocupación social por el cambio climático, realizada por el Pew Research Center a casi 30.000 personas de 26 países diferentes, señala que cerca del 70% de los ciudadanos perciben el calentamiento global como la mayor amenaza a la que nos enfrentamos, siendo España uno de los países donde esa inquietud va a más.
Llevamos un siglo acumulando evidencias científicas de que el planeta estaba iniciando un nuevo proceso de cambio climático. Un siglo pronosticando escenarios, alertando de riesgos, evaluando costes.
Ahora nadie duda de que esto va en serio: ni los negacionistas, que tan solo ponen en cuestión su origen antrópico. Sin embargo está por ver si la tan esperada reacción mundial llega a tiempo de evitar las peores consecuencias del cambio climático. Unas consecuencias de las que, desde hace más de cien años viene advirtiéndonos la ciencia.
De hecho fue en 1896 cuando un solitario científico sueco, el profesor Svante Arrhenius, estableció una relación directa entre las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y el incipiente aumento de la temperatura global del planeta. Si la presencia del CO2 seguía aumentando, pronosticó entonces el investigador escandinavo, las temperaturas subirían en la misma escala a nivel global. Pero nadie le hizo caso.
En 1938 un ingeniero inglés llamado Guy Stewart Callendar recuperó la teoría de Arrhenius de que el aumento de CO2 podía estar actuando como precursor del calentamiento global del clima. Callendar defendió sus inquietantes conclusiones ante los insignes respnsables de la Royal Meteorological Society, quienes examinaron sus rigurosos informes pero desestimaron sus conclusiones. El hombre capaz de cambiar el clima: valiente locura.
En 1956 Gilbert Plass demostró la manera exacta en que el CO2 capturaba la radiación infrarroja de la Tierra recalentando la atmósfera, y predijo que si las emisiones asociadas a la actividad humana continuaban al alza la temperatura media aumentaría más de un grado por siglo: lo clavó. Eso es lo que ha aumentado la temperatura en los últimos cien años.
Poco tiempo después, uno de los nombres más significados de la ciencia del cambio climático, el oceanógrafo Roger Revelle, calculó que el aumento del CO2 era consecuencia directa de la utilización de carbón y otros combustibles fósiles como fuentes de energía. Revelle alertó en los años sesenta que, si no se ponía remedio, las emisiones industriales de dióxido de carbono “modificarán el clima de una manera importante no en un futuro lejano, sino en el próximo siglo”.
Para demostrarlo, uno de los discípulos de Revelle, el investigador Charles David Keeling empezó a medir las concentraciones del CO2 atmosférico en uno de los lugares más intactos de la Tierra: la cima del volcán Manua Loa, en Hawai (después hizo lo mismo en la Antártida). Al ir acumulando datos instrumentales obtuvo una de las series más importantes de la ciencia del cambio climático: la famosa Curva de Keeling, en la que Al Gore basó su famoso documental “Una verdad incómoda” que sacudió la conciencia mundial en 2006.
Un año después de esa película, Sir Nicholas Stern, el mayor experto en economía y finanzas del momento coordinó un riguroso estudio para el gobierno del Reino Unido sobre un aspecto poco evaluado hasta entonces: el coste para la economía mundial del cambio climático. Un coste que, tal y como detalla el Informe Stern, podría llegar a provocar una caída del PIB mundial de hasta el 30%, lo que supondría un cambio radical de la sociedad moderna.
Todo esto y mucho más es lo que nos ha aportado el conocimiento científico del calentamiento global. No existe ninguna administración, ninguna institución, ninguna empresa ni ningún ciudadano que desconozca su existencia y sus efectos en el planeta. Y son cada vez menos a los que no les concierne.
Si hasta ahora decíamos que el cambio climático era inequívoco, ahora también podemos afirmar que la reacción de la sociedad es igualmente inequívoca. Y esa mundialización de la respuesta resulta clave para evitar los peores pronósticos.
FOTO: Manifestación convocada por jóvenes estudiantes en Berlín en marzo de 2019 en defensa del clima (Felipe Trueba / EFE)