AYER 2 DE SEPTIEMBRE SE CUMPLÍAN 81 AÑOS DE LA MUERTE DEL TORERO «ATARFEÑO» por José Enrique Granados
El año pasado en el 80 aniversario de la cogida y muerte de Atarfeño, publiqué en IDEAL el siguiente artículo. Lo rescato para la Gacetilla de hoy.
Hoy 2 de septiembre se cumple el 80 aniversario de la cogida y muerte del novillero Miguel Morilla Espinar “Atarfeño” en la plaza de toros de Granada.En aquella vieja plaza de toros sita en las inmediaciones del Triunfo y en donde durante muchas tardes causó admiración entre los aficionados al arte de Cuchares. Mucho se ha escrito sobre este suceso, que conmocionó a la España de 1934, donde la tauromaquia era una pieza fundamental en el devenir cotidiano. Hay que mencionar el extraordinario suplemento que escribió José Luis Entrala y publicó IDEAL en la navidad de 1988.
Por aquellos años, Granada contaba con dos plazas de toros, la actual y la “Chata”; en ambas se programaban festejos incluso en el mismo día y en las dos toreaba “Atarfeño” compartiendo cartel con otros toreros granadinos como Fandila o Perete, con una valentía, temple y arte que algunos críticos de la época le llamaban el sucesor de Gitanillo de Triana (Heraldo de Madrid, 16 julio 1934) y un clásico exponente de la escuela rondeña (El Clarín, 1 de agosto de 1931).
Todo comenzó cuando en 1926 saltó de espontáneo en la plaza que le vio morir. Tal revuelo levantó que se organizaron una serie de novilladas en Atarfe para posteriormente torear en Pinos, Loja, Motril, Priego o Torreperogil, donde vistió por primera vez un traje de luces. El 1 de mayo de 1927 debutó sin picadores en Granada, actuando con éstos por primera vez en octubre de 1928, también en Granada. En esta corrida sufrió una cogida Perete por lo que Miguel mató 4 toros, cortando ocho orejas y 4 rabos. La rivalidad y la competencia en la plaza entre Perete y Atarfeño hizo que Granada se dividiera entre “peretistas” y “atarfeñistas” y es que Granada anhelaba tener una figura del toreo, el sucesor de Frascuelo y Lagartijillo.
En noviembre de este año la sociedad granadina le rindió un sentido homenaje, celebrándose un banquete en el Hotel Alhambra Palace con motivo de sus continuados triunfos en la temporada taurina. La banda de música del regimiento Córdoba situada en la terraza del hotel amenizó el acto y ejecutó un pasodoble dedicado al torero, compuesto expresamente para el homenaje por el director de la misma Capitán Mula (El Heraldo de Madrid, 12 de noviembre de 1928; La Unión Ilustrada, 25 de noviembre de 1928; Mundo Gráfico, 28 de noviembre de 1928). Este pasodoble debe ser otro distinto al que escribió el maestro Rafael Oropesa con letra de Manuel Álvarez y que como señal de identidad tenemos los atarfeños que dice:
Nació en la tierra bruja/ del sol y de azahar/ y allí en la gentil Granada/ con un arte de hechizo/ aprendió a torear/ Atarfe vio surgir a un torero/ que el triunfo a la cumbre elevó/ y en tardes de corrida y de gloria/ al artista sublime la afición aclamó.
Estribillo: Atarfeño, Atarfeño/ es tu toreo asombroso/ por lo viril y elegante/ por lo gitano y garboso/ Atarfeño, Atarfeño/ tu fino estilo atesora/ todas las bellezas /de tu tierra mora.
“Graná” te quiere y mima/ por ti sabe poner/ su luz, sus flores y su cielo/ en tus horas de lucha/ para hacerte vencer/ tu cuna fue la cuna de diestros/ que dieron a la fiesta esplendor/ Frascuelo te presto su arrogancia/ y de Lagartijillo heredaste el valor. Estribillo.
Más Granada (en las dos plazas), Madrid, Sevilla, Málaga, Jerez, Algeciras, por toda la geografía española Miguel causó una honda admiración siendo uno de los novilleros más aclamados de la época, aunque también hubo viento (pitos) en su carrera: Córdoba (El Heraldo de Madrid, 03-06-1929) o Valencia (La Reclama Taurina, 22-06-1929). En 1929 toreó 30 novilladas siendo muy aplaudido en casi todas ellas, porque mata con estilo y facilidad, toreando con soltura y gracia. En 1930 fueron 24 las actuaciones del diestro, bajando a 11 y 8 en los años posteriores, debido al servicio militar. Un nuevo triunfo en la plaza de toros de Tetuán (Madrid) en 1934 reactiva su carrera y vuelve a Granada, a la nueva plaza, con una actuación memorable en la feria del Corpus de ese año. Se piensa en el doctorado para el 2 de octubre, en El Puerto de Santa María y de manos de Juan Belmonte “El Pasmo de Triana”, pero antes debe pasar algunos escollos, Jaén y de nuevo Granada, la fatídica tarde en la que murió. Aquel Juan Belmonte que actuó en 1918 en su Atarfe en una plaza de tablas montada entre las calles Gozálvez y Cedazos.
Nunca se achantó ante ganaderías difíciles y se enfrentó a toros de Miura, Pablo Romero o Palha, llegando a torear en solitario corridas de estos hatos. Pero el 2 de septiembre de 1934, un toro berrendo en negro, gordo, grande y manso de nombre “Estrellito” de la ganadería sevillana de Rufino Moreno Santamaría y a tan sólo unos meses de tomar la alternativa truncó las expectativas de este diestro granadino, hiriéndole de gravedad en el muslo izquierdo para posteriormente morir en la escueta enfermería del coso capitalino. La prensa de la época pone de manifiesto el deplorable estado de la misma, en donde faltaban los medios para tratar al herido. Mientras “Atarfeño” expiraba, el sobresaliente Epifanio Bulnes lidiaba al quinto novillo de la tarde. Cuando se conoció su muerte, la corrida se suspendió.
“Atarfeño”, vestía para la ocasión de azul celeste y plata, salió decidido. Estaba con enormes ganas y se dejaba notar en el que abre plaza, a pesar de que no puede hacer faena de orejas. Una vuelta al ruedo es el premio a su meritoria labor. “Estrellito”, segundo de la tarde, ya está en el ruedo; toma cuatro puyazos y tres pares de banderillas. Miguel advierte las dificultades de su enemigo nada más instrumentarle un pase por bajo y huye del toro; dos más y cambia la espada con la que estaba haciendo la faena por la de muerte. Otro pase por bajo y al dar el segundo, delante del tendido uno, casi en el centro del redondel, el astado engancha al matador, metiéndole la cabeza entre las piernas. Tira el toro la cornada y el torero sale despedido por los aires; la res lo busca en el suelo y lo pisotea, rompiéndole la taleguilla. Hay un lío en los peones y, al fin, Jesús Fandila en un rasgo de valentía, lo saca a rastras de los cuernos del toro. “Atarfeño” se pone de pie y se sacude la taleguilla con ánimo de continuar, pero al verse el muslo manchado de sangre se apoya en el citado banderillero y se dirige hacia el más próximo burladero, desde el cual, en brazos de las asistencias, pasa a la enfermería, dejando un reguero de sangre por el callejón.
La cogida ha producido una enorme impresión en el público que, desde el primer momento, se ha percatado de la importancia del percance. El torero también es consciente de la gravedad de la cornada. “Cogedme bien que me caigo”, le dijo a Fandila y a su hermano José, que le ayudaron a levantarse. “Que me desangro, que me muero,” añadió el torero. Un monosabio y su amigo Pepe Carmona lo llevan hasta la enfermería, donde el equipo médico le opera inmediatamente en unas condiciones dramáticas. La enorme pérdida de sangre hace temer un fatal desenlace y se coloca al diestro con la cabeza totalmente inclinada hacia atrás fuera de la camilla, pretendiendo de esta forma que no dejara de circular el flujo sanguíneo por el cerebro. “Me derramo por la vejiga, me muero“, comenta angustiado Miguel a los médicos, que tratan desesperadamente de reponer la sangre y ligar las arterias y venas. “No hagáis nada, todo es inútil, quiero morirme para no sufrir más”, suplica el torero.
Una herida en el tercio superior de la cara interna del muslo izquierdo que secciona los músculos aproximadores, arteria femoral, vasos colaterales y vena safena. Pronóstico gravísimo”. El dictamen de la autopsia confirma la herida. Dice así: La herida se encontraba en el tercio superior de la cara anterior del muslo izquierdo con dirección de abajo arriba y de dentro a fuera. Presentaba destrozos de los planos musculares así como en el paquete vásculo-nervioso de dicha región. La arteria y venas seccionadas causantes de la hemorragia intensa que originó la muerte aparecían todas ligadas. La herida tenía una longitud de 15 centímetros. Al abrir la caja torácica se aprecian los síntomas propios del colapso originado por la hemorragia. (IDEAL, 4 de septiembre de 1934; El Defensor de Granada, 3 de septiembre de 1934).
La capilla ardiente se instaló en la misma enfermería y por ella pasó el pueblo granadino en masa, especialmente sus paisanos quienes acompañaron el cadáver del infortunado diestro durante toda la noche y la mañana del día siguiente. Una gran consternación provocó el suceso y una manifestación de duelo fue su entierro, tanto en Granada como en su Atarfe natal, a donde fueron trasladados sus restos mortales seguidos de más de cinco mil personas. Al llegar a Atarfe, el cortejo fúnebre entró en el Casino de Labradores, donde el cadáver permaneció ante un incesante desfile de personas hasta que fue trasladado al cementerio.
Miguel dejaba viuda y un hijo de corta edad, para el que días más tarde se organizó un festival benéfico, recaudándose más de 30.000 pesetas. La viuda de “Atarfeño”, Luisa Jiménez, un año más tarde y en el mismo lugar donde murió su marido, cogió los trastos y estoqueó junto al Niño de la Palma II y Trinitario II, dos bravos becerros de la acreditada ganadería de la señora viuda de Villamarta, para que suene y no se olvide el nombre de su marido. Así describía Emilio Fornet en la revista Estampa (22 de junio de 1935) el momento: “Luisita, con su chaquetilla blanca, entre los trajes de luces, resalta por su garbo y su bonitura. La envuelve el capote como una gran rosa. Sonríe, brillando al sol sus dientecillos de granos frescos de granada sin madurar. Ya revuela el anillo de aplausos atronadores. Y el clarín vibra. Ya despliega el capote color de granada”. “A su marido lo mató un toro, pero ella se hace torera”.
Atarfe ha tenido siempre presente a su torero siendo varios los homenajes que se le han rendido en estos 80 años. Próximo a donde nació, existe una calle con su nombre, estando también muy cerca de este lugar, un monolito construido con piedra de Sierra Elvira que le recuerda y que fue inaugurado en septiembre de 1976, a los 42 años de su muerte. IDEAL en su edición del 7 de septiembre, califica el acto como un homenaje póstumo, sentido y nacido por el pueblo. El sencillo monolito lleva en la parte superior un capotillo de paseo con una sencilla inscripción: “Atarfe a su torero Miguel Morilla, 1909-1934”.
Hoy, el monolito luce horrendas pintadas fruto del vandalismo y la falta de sensibilidad por lo común.