La Gran Vía de Granada 1895-2015 : El sueño del azucar (I)

A finales del siglo XIX la importación de modelos urbanos foráneos supuso el desvanecimiento de una parte importante de Granada. El empuje cultural de las clases burguesas que habían surgido al amparo de la industria azucarera condujo a un dramático tránsito. Un cambio, quizás inevitable, de los valores urbanos tradicionales a la modernidad.

Las luces del progreso llegadas de otros paises condenaron a la vieja ciudad a desaparecer. Una muerte por demolición que daría paso a una resurrección de entre los escombros de enormes edificios de cemento rematados con un amplio repertorio y variedad de adornos de escayola. Fue así, como el laberíntico trazado de calles que conformaban la antigua medina pasó a ser un fugaz recuerdo de nuestro pasado.
El corazón de la ciudad fue literalmente seccionado por una franja de 822 metros de longitud y 60 de anchura (20 metros de vial junto a otras dos franjas de 20 metros a ambos lados). Esta descomunal incisión afectó a una quinta parte del casco antiguo de la antigua medina musulmana cuyo imbricado trazado quedó transformado en la principal arteria circulatoria del centro de la ciudad.

El asfalto y las aceras anunciarían la llegada de los primeros tranvías y escaso tiempo después de los primeros vehículos a motor. En poco más que una década, la Gran Vía se convirtió en uno de los ejes principales entorno al que orbitan a diario los movimientos de miles de granadinos.

Salvando las intervenciones más recientes, la Gran Vía de Colón es hoy un despliegue visual que permite al transeúnte disfrutar en un mismo escenario del pasado, presente y futuro de Granada. Transitar por ella es hacerlo por el sueño que un día tuvieron los grandes genios de la modernidad.

El proyecto

En 1869 las autoridades locales comenzaron a ser conscientes de que la calle Elvira no podía absorber el elevado tráfico de diligencias y mercancías que atravesaban la capital. Con la intención de resolver dicha problemática los mandatarios locales optaron inicialmente por someter al que era uno de los principales accesos a la capital a un plan de ensanchamiento que, como se demostraría más tarde, fue insuficiente para satisfacer el elevado flujo de carros y carretas que pretendían acceder al centro urbano de la capital.
La inauguración de la estación de ferrocarril en 1874 supuso que a la ciudad comenzaran a llegar numerosos convoyes de trenes cargados de mercancías y pasajeros. De esta forma, se elevó aún más la presión que soportaba por entonces la calle Elvira haciendo patente que la ciudad necesitaba con urgencia una vía rápida de comunicación que ofreciese una imagen representativa de la ciudad a los visitantes y que facilitara el transito rápido de las mercancías a lo largo de su casco urbano.
Con intención de solucionar este problema el Ayuntamiento decidió encomendar inicialmente a D. Cecilio Díaz de Losada un proyecto de prolongación de la calle Duquesa. El proyecto tenía como principal objetivo conectar la estación de ferrocarril de Andaluces con el embovedado de Puerta Real para, una vez ahí, alcanzar con facilidad la estación del Litoral que en aquel momento planificaban construir en la ribera del Genil. Finalmente, nada de esto llegaría a ejecutarse.

Llegada de viajeros a la estación de Andaluces (1912). AMG.
La idea del ensanche permanecería olvidada hasta la década de 1880 a 1890, periodo en que el incesante flujo de movimientos mercantiles y mano de obra generado por la floreciente industria azucarera instalada en La Vega llevó a los industriales locales a tomar la iniciativa y plantear un proyecto de ensanche. Uno de los empresarios que encabezó el proyecto fue Juan López-Rubio, farmacéutico onubense, que había destacado por sus inversiones pioneras en el cultivo de la remolacha y que era propietario del ingenio de San Juan, primera de las industrias azucareras de las diez que se instalaron en la Vega de Granada.

En 1890, siendo presidente de la Cámara de Comercio, Lopez-Rubio y otros empresarios del sector propusieron al Ayuntamiento un proyecto de ensanche basado en los bulevares parisinos. El vial contaría con setecientos metros de longitud y «veinte» de ancho. Y partiría desde la calle Mendez Núñez -hoy cabecera de Reyes Católicos, frente al entonces Palacio de los Cordova- seccionando las calles Zacatín, Mesa Redonda, Carcel, Lecheros y pasando entre  Santiago y Santa Paula, para una vez ahí atravesar el laberinto de manzanas que seguía hasta la Tinajilla, para de ese modo formar una sola alineación recta desde el arranque inicial hasta el Triunfo, sin interesar ningún edificio de importancia pública, ni particular.

Bulevar de París.

Sin embargo, la idea inicial de mejorar el tránsito de personas y mercancías pronto daría paso también a un nuevo modelo de especulación, el de las expropiaciones masivas. El arquitecto Francisco Giménez Arévalo y el abogado José España y Lledó —quien en 1895 sería el alcalde cuando se inauguraron las obras—  trazarían la idea del proyecto, pero también serían precursores de un nuevo sistema de negocio y especulación.

Resulta obvio, al ser jurista y posteriormente alcalde de Granada, que España y Lledó fue quien propuso aplicar la Ley de Expropiación Forzosa de 1879. Esta normativa permitió aplicar lo que entonces se denominó «expropiación forzosa por zonas laterales». Es decir, las expropiaciones no quedaban restringidas sólo a los 20 metros de anchura del vial, sino que también incluían dos franjas laterales de 20 metros cada una, dispuestas longitudinalmente a cada lado del vial. De esta forma podía abrirse el vial previsto de 20 metros, pero también sacar a subasta las dos franjas de terrenos colindantes. Esta operación, a parte de suponer un gran destrozo, generaría una jugosa fuente de plusvalías, obtenidas todas ellas a través de subastas, que permitieron al Ayuntamiento y al capital privado financiar la expropiación y derribo de todas las propiedades preexistentes.

En concreto, se perdieron 244 casas medievales de los barrios de Mezquita y Santiago. Se derribaron el Palacio de Cetti Meriem, la casa de Diego de Siloe, situada frente al Banco de España, el Palacio de la Inquisición, el convento del Ángel Custodio, el Colegio Catedralicio, la Casa de los Seises y el Colegio de San Fernando. Pero además ignoraron la posibilidad de crear una plaza a espaldas de la Catedral como lugar de esparcimiento frente a la Gran Vía.

Fotografía de la fachada del Colegio de San Fernando. Fuente: Torres Balbas.
El solar del colegio de San Fernando tras el derribo. Fuente: Torres Balbas.
Accesos al Palacio de Cetti Meriem o Casa de los Infantes en la calle Cárcel Baja. Fuente: Torres Balbas.
Plano del Palacio de Cetti Meriem o Casa de los Infantes derribada para la construcción de la Gran Vía.
Fuente: Torres Balbas.
Vivienda destruida en la calle Carcel Baja para construir la Gran Vía de Granada. Fuente: Torres Balbas.
En 1890 López-Rubio presentó el proyecto ante la Junta Directiva de la Cámara de Comercio, señalando que el trazado conectaría la zona del Triunfo con la calle Reyes Católicos, entonces Mendez Núñez, y finalizada en el año 1886.

Plano de Torres Balbas que representa el trazado de la Gran Vía y los bienes que tuvieron que ser demolidos

El Ayuntamiento acogió con entusiasmo la propuesta de Giménez Arévalo y solicitó al  Estado que la obra fuera de utilidad pública para permitir las expropiaciones. Para ello remitieron al estado un informe en que se catalogaban los barrios de Mezquita y Santiago como un entorno pobre y malsano, que debía ser sustituido mediante la apertura de un nuevo vial público que permitiese unas mejores condiciones de salubridad y circulación del aire.

La participación municipal en el proyecto condujo a que el arquitecto municipal Modesto Cendoya confeccionara el proyecto que sería definitivo. Lo hizo auxiliado por Francisco Giménez Arévalo, Mariano Díez Alonso y parte del personal de la Cámara de Comercio.

Los planos definitivos fueron elaborados en un año y aunque, tras su exposición pública, se aprobaron a inicios de 1892 no fue hasta el 8 y el 29 de abril de 1894 cuando dos reales decretos del gobierno promulgaron la utilidad pública del proyecto.

Esta tardía declaración de utilidad pública provocó que los actos de celebración del Cuarto Centenario que debían inaugurar la apertura de la Gran Vía de Colón tuvieran que ser celebrados en el Paseo del Salón, razón por la que durante aquellos años pasó a conocerse como Paseo de Colón. Fruto de ese retraso el monumento a Isabel La Católica que había elaborado el escultor Mariano Benlliure hubo de ser instalado en la Plaza del Humilladero en 1892, hasta su posterior traslado a su actual ubicación en 1962.
Monumento de Mariano Benlluire en la Plaza del Humilladero. Fuente: AMG.
Traslado y montaje del monumento de Isabel la Católica. Fuente: AMG.
Una vez obtenida la declaración de interés público, dictada en 1894, el Ayuntamiento de Granada pudo iniciar los trabajos de apertura de la Gran Vía.
Para ello, en mayo de 1895 el Consistorio sacó a concurso la ejecución del proyecto cuya concesión recayó en la única oferta presentada, la de Juan López-Rubio, que meses más tarde cedería los derechos a la sociedad anónima «La Reformadora Granadina» una empresa pantalla en la que quedaron integrados los principales agentes económicos de la ciudad. Y que en su gran mayoría eran accionistas y miembros de la Junta Directiva de la Cámara de Comercio.
El arzobispo de Granada José Moreno Mazón sería el responsable de dar los tres golpes simbólicos con una piqueta de plata sobre la fachada de la casa número 1 que estaba situada en la conocida como Placeta del Pozo de Santiago, situada donde más o menos está hoy la calle marqués de Falces y la iglesia de Santiago. De este modo, los trabajos de apertura de la Gran Vía dieron inicio finalmente el 25 de agosto de 1895. El acto contaría según las crónicas con un desfile de los gremios más relevantes de la ciudad.

25 de agosto de 1895: Crónica de la inauguración de los trabajos de la Gran Vía de Granada

El acto de inauguración de las obras de la Gran Vía de Granada dio comienzo a las cuatro y media de la tarde del 25 de agosto de 1895. A esa hora comenzaron a concentrarse en Puerta Real los representantes de los diferentes gremios de la ciudad que ,media hora después partieron, junto a la banda de música del Hospicio, en desfile y portando sus banderas para dirigirse a la placeta del Horno de Santiago. Estaban entre otros los gremios y corporaciones los agricultores, los representantes de la Cámara de Comercio, los dependientes de establecimientos mercantiles, los silleros, los pescaderos, los carniceros, los pintores decoradores, los barberos y peluqueros, los miembros del gremio de ultramarinos, los tercenistas, los confiteros, los atarazaneros, los zapateros, los albañiles, los ebanistas, los sombrereros, los taberneros, los carpinteros, los constructores de coches, los sastres, los panaderos, los hojalateros, el Fomento de las Artes presidido por D. José Aguilera, el Centro Artístico, el cuerpo de zapadores bomberos, los socios de la Cruz Roja y los representantes de la Sociedad Económica de Amigos del País.

A su encuentro partirían desde Plaza del Carmen el Arzobispo y la Corporación municipal, bajo mazas y precedida de heraldos acompañados de pajes que condujeron el escudo de la ciudad que según la leyenda fue confeccionado por la propia reina Isabel La Católica. Desde el Ayuntamiento se dirigieron a la Placeta del Pozo de Santiago donde, desde las tres y media de la tarde, ya había un gentío en los alrededores esperando ver el acto de inauguración.
Momentos antes de las cinco de la tarde comenzaron a llegar a la placeta, los invitados, la Cámara de Comercio, la comisión del Casino Principal, las comisiones de los cuerpos de la guarnición, los gremios y sociedades que habían partido desde Puerta Real, el clero de la parroquial de San Andrés, la Diputación, el Ayuntamiento, el Arzobispo, el Gobernador civil, el Gobierno militar, algunos accionistas de La Reformadora Granadina, entre los que figuraba Juan Lopez-Rubio Pérez, y una representación de los periodistas de la ciudad. Fue tanta la presencia de autoridades en el acto que muchos de los invitados no pudieron ni acceder a la plaza, dando lugar a diferentes altercados entre los asistentes.

La comitiva llegó a la placeta del Pozo de Santiago entre el repicar las campanas de las iglesias, el estampido de los cohetes y bajo las marchas que interpretaba el regimiento de Córdoba.

Justo delante de la casa número 3 de la calle de Santiago, se había erigido un altar a cuyo lado se habían ubicado los sillones para el Ayuntamiento y las demás autoridades. Toda la plaza había sido vallada perimetralmente desde la casa número 1 de la calle de Santiago.

Llegado el momento, el Sr. Arzobispo, José Moreno Mazón, golpeo el muro de la vivienda con tres golpes de la piqueta de plata, declarando inagurada la obra y bendiciéndola con agua consagrada. Tras esto el Alcalde, ya entonces José España y Lledó dirigió la palabra a los asistentes que rompieron en varias ocasiones su discurso con atronadores aplausos. El discurso invocó a la buena voluntad como el medio más eficaz para finalizar en plazo la obra inaugurada y elogió las virtudes del Sr. Juan Lopez-Rubio, señalando que la obra beneficiaría a la ciudad con una mayor higiene y desenvolvimiento y rechazó de pleno todas las críticas que contra él se habían levantado. El discurso terminó entre vítores a la Reina Regente, al Ayuntamiento y al Reino de España.

Finalizado el discurso daría comienzo un desfile solemne y grandioso de los gremios y corporaciones, tras lo cual se dió por concluido el acto y se iniciario los derribos…

El patio de la casa de los Inquisidores antes de su demolición. Fuente: Torres Balbas.
Patio de la casa de los Infantes o Palacio de Cetti Meriem antes de su derribo.
Fuente: Torres Balbas
Planta alta de la casa de los Infantes o Palacio de Cetti Meriem. Fuente: Torres Balbas.
Casa de Diego de Siloe antes de su derribo para la apertura de la Gran Vía.
Fuente: Torres Balbas

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