¿Qué celebramos cuando decimos Hispanidad? (Apuntes sobre un debate) Parte 2ª

“El prototipo del hispanista es el profesor británico exquisito, fascinado por las peculiaridades españolas»

Pero tampoco existe, parece, un consenso claro sobre el término Hispanismo. “Los términos hispanismo e hispanista se emplean, prioritariamente, para designar a los estudiosos de la lengua y la cultura española o hispanohablante y a su ocupación profesional”, aclara Antonio Valdecantos, catedrático de filosofía de la Universidad Carlos III de Madrid. “Pero… nueva ironía aquí. Se puede llamar hispanista a una profesora de Madrid que estudie a Góngora, pero la denominación se usa de manera más habitual para referirse a estudiosos extranjeros. El prototipo del hispanista es el profesor británico exquisito, fascinado por las peculiaridades españolas (o por el pintoresquismo español), que acaba sabiendo sobre Felipe II más que los profesores de Madrid o Salamanca. Curioso fenómeno, y paralelo hasta cierto punto a lo que ocurre con el término “hispano”. Todo lo anterior configura una identidad “hispana” un tanto complicada, tan complicada que llamarla “identidad” quizá sea un exceso. Pero no está claro que se trate de algo necesariamente desafortunado, a mi juicio”.

El profesor Krauel, por su parte, se pregunta hasta qué punto el hispanismo no es simplemente el otro de la hispanidad, un antagónico que no deja de construirse sobre un supuesto común o una misma narrativa histórica: la que deriva del afán de otorgar un sentido positivo, de simbolizar y de representar, el furor de la dominación imperial. Una narrativa sobre la cual, a juicio del profesor Valdecantos, sí está construido el término Hispanidad. Un término, explica, “más bien hueco e impostadamente nacionalista que no levanta muchas pasiones y que no goza de ningún prestigio cultural, intelectual, popular ni académico. Es palabra para discursos de aparato, pronunciados preferentemente el día de una fiesta que se suele designar de otro modo que no tiene nada que ver”. Un pseudo-concepto, como prefiere llamarlo el profesor Antonio Rivera, “cuya historia ideológica aconseja desecharlo para referirse a una fiesta que debería servir para unir a todos los españoles”, propone.

El 12-0 en América Latina

Al otro lado del Atlántico, cualquier idea de Hispanidad se ensancha, se agita y se pierde en numerosos autores, colores y gestos. Algo que no ha impedido que la fiesta se conmemore, aunque desde hace pocos años, con un relato completamente distinto. Hasta no hace mucho, en casi todos los países de América Latina, el nombre de la festividad era el mismo: Día de la Raza. Argentina fue el primer país en asumir esta festividad, en 1913.

Actualmente México lo sigue celebrando con este nombre, y en Colombia lo llaman día del Descubrimiento de América. Pero su término, como el relato, decíamos, ha mutado. En Argentina, el gobierno de Cristina Fernández pasó en 2010 a denominar esta jornada como Día del Respeto a la Diversidad Cultural. En Chile la llaman Día del Encuentro de Dos Mundos; en Perú, Día de los Pueblos Originarios y del Diálogo Intercultural; en el Salvador tiene el mismo nombre que en España, en Bolivia se celebra el día de la Descolonización, Día de la Plurinacionalidad y la Interculturalidad; y en Venezuela y Nicaragua Día de la resistencia indígena. Mientras, en la capital de la República Dominicana, Santo Domingo, se abre, como cada año, la urna donde supuestamente descansan los restos de Cristóbal Colón; y en Cuba no es un día festivo.

El relato sobre la Hispanidad ha cambiado en la región en los últimos años, especialmente en países como Nicaragua, Venezuela o Bolivia. “América Latina es una región históricamente multicultural, de mestizaje, de fusiones”, afirma Pino Solanas, cineasta y senador argentino, referente del movimiento de izquierdas Proyecto Sur. “Una multiculturalidad que se recoge en muchas constituciones, como en la de la Argentina, pero que no se reconoce en la práctica. Existe todavía un consenso anti-indígena en nuestros países que se empeñan en no resolver la deuda histórica que tenemos con las comunidades originarias. Y pasa porque descolonicemos también nuestras mentes”. Esta tesis es compartida también por numerosos académicos, intelectuales y organizaciones españolas, y viene siendo recurrente desde hace años en los discursos de políticos de formaciones de izquierdas. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, se ha referido a la efeméride como “celebración de un genocidio”; el regidor de Cádiz, Jose María González “Kichi”, la ha descrito como “masacre y sometimiento”; y en Madrid, bajo la alcaldía de Manuela Carmena, algunos de sus concejales colgaron cada doce de octubre la bandera wiphala -una enseña cuadrangular de siete colores que representa a los pueblos originarios de América.

La falta de título de la Fiesta Nacional de España es un gesto nada arbitrario que pone de manifiesto los debates y contradicciones que aún hoy genera el término “hispanidad”. Otra metáfora viva del relato desde donde se escribe la Historia.

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