EN GRANADA: Desapareció del Paseo de la Bomba el 10 de agosto de 1985 y no hubo oposición ni debate

De un día para otro, en apenas cinco horas de trabajo, la Cruz de los Caídos, que coronaba el Paseo de la Bomba desde los primeros años de la posguerra, desapareció de su paisaje urbano el 10 de agosto de 1985. En contraste con la polémica que viene acompañando al propósito del Gobierno respecto al Valle de los Caídos, entonces no hubo oposición ni debate, como tampoco los había habido cuando en los años anteriores la primera corporación democrática procedió a recuperar los nombres de calles que evocaban y glosaban el bando vencedor en la Guerra Civil.

La Cruz de los Caídos había sido levantada en la confluencia de la Carretera de la Sierra y el Paseo de la Bomba. Un monumento urbano en una explanada en graderío suave, coronada por la cruz. Se levantó allí en los primeros años cuarenta, al igual que se hizo en todas las capitales de provincia españolas, un monumento que glorificaba el martirologio en el bando vencedor de la Guerra Civil. ‘Caídos por Dios y por España’ era un lema unívoco y exclusivo: ni una mención a las otras víctimas que no fuese para denigrarlas. Se inauguró con un acto cargado de simbología franquista, con una parada militar y la asistencia de los jerarcas provinciales del régimen.

Y allí confluían en fechas simbólicas y señaladas del mismo régimen durante más de treinta años los jerarcas del autodenominado Movimiento Nacional, aunque con asistencia cada vez menos numerosa conforme fueron pasando los años, en actos aislados, carentes de participación popular. Con la democracia, sobrevivió ausente de todo significado y convocatorias restringidas para nostálgicos durante ocho años más hasta la fecha reseñada: 10 de agosto de 1985.

La decisión del pleno municipal fue aprobada por unanimidad. Aunque habría que precisar que la moción formaba parte de un proyecto de reforma urbana y en la documentación aportada se excluía cualquier alusión a la cruz y a la carga simbólica que la reforma conllevaba. Unos meses atrás se había ensanchado el Puente Verde y ya estaba conectado con Alminares tras la apertura de la calle Pablo Picasso, vía alternativa para acceder al Zaidín. Crecía en habitantes la zona de Avenida de Cervantes, el Serrallo, Rebites… Se hacía necesaria una reordenación del tráfico en un cruce muy transitado donde, hasta esa fecha, ni siquiera había un semáforo.

La cruz se levantó a principios de los años cuarenta, al igual que se hizo en todas las capitales

Para el desmonte y retirada de la cruz se montó un operativo que actuó de madrugada. La cruz pesaba 45 toneladas y tenía una altura considerable. Fue necesaria la presencia de tres grúas y otros tantos camiones, donde los diez operarios enviados por el Ayuntamiento fueron retirando las piezas que conformaban la cruz y, convenientemente numeradas, se trasladaron a continuación al Cementerio municipal.

La operación de retirada no se publicitó ni se anunció. La fecha elegida era sábado. Y era agosto, con lo que media ciudad estaba de vacaciones y la población que permanecía en Granada amanecía tan perezosa como es costumbre en un fin de semana de verano. La operación dio comienzo a las siete de la mañana y estaba previsto que culminase antes de las diez. La tarea no fue tan sencilla y se prolongó hasta las doce del mediodía. La elección sabatina era intencionada a todas luces: se pretendía evitar que algún grupo de ultraderecha se presentase en la zona para entorpecer las tareas o protagonizar algún tipo de protesta. En previsión de ello, dos coches de la Policía Municipal se posicionaron en el cruce, oficialmente para controlar el tráfico y evitar accidentes.

En cualquier caso hubo secretismo y prevención, probablemente justificados. Entre los mandos de la Policía Municipal figuraban todavía algunos veteranos en el cuerpo conocidos por sus ideas conservadoras. En la fecha de agosto en que se procedió al desmontaje actuaba Jesús Quero como alcalde en funciones. A los responsables del operativo se les advirtió la víspera: «Esto solo lo sabemos ustedes y yo….» Era una forma de alejar la posibilidad de una filtración por la que se presentase en la zona algún grupo dispuesto a la protesta. Estaba cercano el incendio del cine Regio, enero de 1984, oficialmente un accidente aunque ultraderechistas atribuyeron su autoría mediante una llamada que tuvo poco de anónima porque fueron muchos quienes reconocieron aquella voz en la madrugada de Radio Granada-SER adonde dirigieron su reivindicación como «hombres de España».

Pero no hubo incidentes ni reacciones. Repasando la prensa de aquellos días la única referencia que se encontrará es una carta que se remitió a Ideal y fue publicada en el correspondiente espacio de ‘cartas al director’. Los apellidos del firmante remiten al bando franquista y su contenido disipa cualquier duda. Tacha la operación de «trágala marxista» e insinúa un intento de movilización de simpatizantes de la ultraderecha el viernes anterior a la retirada de la cruz, una movilización que no se habría podido culminar por las ausencias características de las fechas veraniegas, según escribe explícitamente.

Y lo más inquietante: en una velada amenaza a posteriori asegura que en otro momento del año «se habría quedado en un juego de niños la encerrona de la Puerta de Elvira». Se refiere, sin duda, a los incidentes de un año antes, en mayo de 1984, cuando un grupo de ultraderechistas irrumpió en la actuación de Els Comediants en la Puerta de Elvira y la emprendió a crucificazo limpio contra los espectadores de aquella representación teatral. No era una amenaza gratuita: en esos meses habían ardido las sedes de partidos políticos de izquierda, además de los quioscos y el citado cine Regio..

El alcalde en funciones, Jesús Quero, advirtió a los responsables en la víspera: “Esto solo lo sabemos ustedes y yo…”

En contraste con la polémica de ahora, la retirada de la Cruz de los Caídos se lleva a cabo en el ecuador de la segunda corporación democrática, con solo dos grupos municipales en el Ayuntamiento: PSOE, en su única mayoría absoluta, y Alianza Popular, que en la oposición votó a favor. Unos años antes, una de las primeras decisiones de la primera corporación fue constituir una comisión que recuperase los nombres tradicionales de las calles que en la posguerra habían sido sustituidos por nombres de personajes franquistas o simbología que remitiese a la Guerra Civil y, por tanto, a enfrentamiento entre españoles.

Fruto de aquella comisión y por unanimidad –como se hizo en casi todas las ciudades– se eliminó por ejemplo la calle dedicada al comandante Valdés o la avenida dedicada al almirante Carrero Blanco, entre otras cosas porque los granadinos habían seguido llamándolas por sus nombres tradicionales: Almona del Campillo o Camino de Ronda. Y también, la Plaza del General Franco, de la que la mayoría desconoce que fue como se denominó en los años 40 a un espacio granadino tan característico como Plaza Nueva, donde en la esquina de la fachada de la audiencia figuraba la correspondiente placa. Probablemente ni el más franquista de los franquistas granadinos se refirió jamás a esta plaza por otro nombre que no fuese Plaza Nueva.

Ramón Ramos

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