Zasca, arboricidio y casoplón, novedades del ‘Diccionario’
La Asociación de Academias de la Lengua Española presenta las novedades de la obra, que superan las 1.100
Si usted abre ahora el Diccionario de la Lengua Española (DLE) en su ordenador o en el móvil, sepa que le puede dar un zasca a quien le miraba con displicencia por usar esta palabra, porque se ha incorporado al corpus de esta obra con tres acepciones, la más conocida: «Respuesta cortante, chasco, escarmiento». Es una de las peticiones de los hispanohablantes que las 23 academias de la lengua del español que hay en el mundo han aceptado incorporar al Diccionario. También sucede con una palabra muy coloquial y madrileña, casoplón, para llamar a las casas grandes y lujosas, que tanta envidia suscitan a quien no la tiene (eso no lo dice la acepción de esta palabra, claro).
Son solo dos de las 1.100 modificaciones de la 23ª edición del Diccionario de la Lengua Española, que han presentado este jueves el director de la Real Academia Española (RAE), Santiago Muñoz Machado; Paz Bataner, directora de la edición 24ª, prevista para 2026 -«que será renovadora, casi revolucionaria», según Muñoz Machado-, y Raquel Montenegro, directora de la Academia Guatemalteca de la Lengua. En esta renovación destaca la adición de 229 artículos, más 88 acepciones nuevas y 536 enmiendas, 284 de ellas relacionadas con acepciones, más las que afectan a lemas y etimologías.
Muñoz Machado ha desgranado algunos de estos cambios que, como apostilló Bataner, están desde este jueves en el DLE «porque han sido documentados, escritos, y llevan usándose ya un tiempo». Como mensajear: «Comunicarse por medio de mensajes escritos a través de un teléfono celular». O, en el ámbito medioambiental: arboricidio, «tala injustificada de árboles». Esta es una de las palabras que se usan ya habitualmente, pero que no habían entrado en el Diccionario, lo que también sucede con osteopatía o con sieso, para referirse a una persona «desagradable, antipática, desabrida».
Un caso aparte merece beatlemanía (con tilde) que, según Bataner, «es un caso que la Academia no lo tiene solucionado porque la primera parte mantiene el inglés» (no se acepta bítel, como sucedió con fútbol), «pero la segunda mantiene la forma española, con tilde». Una palabra mixta, hispanoinglesa. Mientras que del lejano latín se une una locución: annus horribilis, expresión que puso de moda la reina Isabel II de Inglaterra hace años por los quebraderos de cabeza que le daba la familia. La RAE también se ha mostrado sensible con los padres, al admitir cumplemés. En cuanto a enmiendas de una acepción, sobresale homeopatía, que pasa de «sistema curativo» a «práctica».
Para los futboleros: podrán decir con toda seriedad «centrocampismo», que se define, «en el fútbol y otros deportes», como la «táctica que favorece el juego en la zona central del campo». Aunque para los aficionados sea un bodrio de partido. Del fútbol a los toros, porque entra antitaurino. «Hay un movimiento social muy fuerte al respecto», apuntó Battaner, de los contrarios a «las corridas de toros o a otros espectáculos en los que intervienen estos animales». Una palabra que suscitó algún equívoco fue penthouse, que se usa en América y se recoge en cursiva para señalar el «apartamento o piso de lujo, generalmente con terraza, situado en la última planta de un edificio». No se trata, pues, de aceptar el nombre propio de una revista erótica, muy popular, que dejó ya de salir en papel.
Por supuesto, hay novedades que llegan desde la orilla atlántica del español, en este caso desde los campus estadounidenses: fraternidad, como «la asociación estudiantil, por lo general masculina, que habitualmente cuenta con una residencia especial». Junto a americanismos, entran españolismos, como bordería, cualidad que posee el «impertinente, antipático o mal intencionado». Y tres extranjerismos que empiezan por b: brioche («bollo ligero y esponjoso»), brochure («folleto impreso») y brunch, para ese cruce de caminos entre el desayuno y el almuerzo. Raquel Montenegro incidió en los americanismos, con palabras que, incluso, se pueden escribir de dos formas: «Muesli», en España, o «musli», en América, para el «alimento elaborado con una mezcla de cereales, frutos secos y otros ingredientes».
Curioso es el caso de «amá», cuyo uso sirve para llamar a las madres tanto en varias naciones americanas como en el País Vasco. Del folclore catalán se incorpora «casteller», para designar a cada una de las personas que forman una torre humana en festejos populares.
Con un Diccionario remozado, que se ha presentado en la penúltima jornada del XVI Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), que se celebra en una ciudad con tantísimas iglesias como Sevilla, entra en el corpus capillita, con dos significados, uno de ellos, para quien vive «con entusiasmo las actividades organizadas por las cofradías religiosas a lo largo del año y participa en ellas».
Para terminar, se suma una familia de palabras que podría usarse como trabalenguas para aprender el español, a la manera de «el cielo está enladrillado, quien lo desenladrillará…». Son desestructurar, desestructurado, desestructuración y desestructurador, cuyo significado no precisa demasiada explicación: lo que no tiene estructura.
FOTO: Lectura de ‘Rayuela’, de Julio Cortázar, en el Ayuntamiento de Sevilla, dentro de los actos del congreso de la Asale. alejandro ruesga
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