22 noviembre 2024

La temperatura media anual sube a un ritmo más elevado en territorio ruso que en el resto del planeta por la disminución de la superficie nevada

Entre otros efectos, los expertos constatan la redución del ‘permafrost’, la aparición de osos polares y la liberación de gas atrapado en el subsuelo

Osos polares que invierno tras invierno, con una frecuencia ya pasmosa, se acercan a las zonas habitadas en búsqueda de alimento. Cadáveres de animales ya extinguidos que quedaron atrapados en el hielo hace millones de años y ahora afloran a la superficie debido a la reducción del ‘permafrost’, el subsuelo que permanece congelado durante todo el año. Casas semiderruidas y abandonadas en las ciudades más norteñas despues de que sus cimientos, construidos sobre la superficie helada, hayan dejado de ser seguros. Enormes cráteres en Siberia originados por bolsas de gas metano y dióxido de carbono atrapadas durante siglos entre el hielo y liberadas ahora a la atmósfera. Inviernos cortos y suaves en las zonas más templadas del país, donde incluso la lluvia llega a hacer su aparición en los meses del año supuestamente más fríos.

Todos los expertos, tanto locales como extranjeros, coinciden en el diagnóstico: Rusia es uno de los lugares del planeta donde el cambio climático se está haciendo sentir más y donde sus efectos perniciosos se multiplican ya de forma alarmante. «La temperatura de la superficie terrestre en el territorio ruso crece unas dos veces más que en el resto del planeta; en los últimos 100 años, la temperatura media ascendió dos grados en este país, mientras que  en el mundo fue tan solo un grado», constata para EL PERIÓDICO Vladímir Semeinov, del Instituto Geográfico de la Academia Rusa de Ciencias. De continuar la tendencia actual, hacia el final de siglo «la parte europea de Rusia tendrá un clima similar al que en la actualidad existe en el centro y norte de Europa», pronostica.

Año pródigo en noticias

El año que ahora acaba ha sido pródigo en noticias relacionadas con la crisis climática. En agosto, sin ir más lejos, una expedición naval rusa descubrió cinco islas en el Ártico, de entre 900 y 54.000 metro cuadrados, debido a la fusión de los glaciares. Los archipiélagos árticos de Tierra de Francisco José y Nueva Zemblahan registrado un caluroso octubre, con temperaturas de seis grados por encima de la norma. En solo dos meses estivales, los incendios han devorado más de siete millones de hectáreas de bosques siberianos, polucionando la atmósfera de ciudades como Krasnoyarsk, donde residen más de un millón de personas.

Una de las razones del incremento más acusado de temperatura en estas latitudes reside en la reducción de la superficie nevada. El suelo desnudo «absorbe más intensamente la energia solar y en consecuencia, el calentamiento es más intenso» explica Semeinov, alertando a la vez de que el cambio climático avanza a un «ritmo mayor» que la capacidad del ser humano de responder a ello con «medidas correctivas«.

Ratificación del acuerdo de París

Tras años de escepticismo y declaraciones oficiales en tono burlesco, Rusia finalmente ha virado de posición y ha ratificado el pasado agosto el Acuerdo de Paris, una medida bienvenida por los expertos habida cuenta de que es uno de los países que más poluciona en relación al tamaño de su economía. El país emite 11 toneladas de gases invernadero por persona, una «cifra similar» a la de Alemania pero que palidece si se tiene en cuenta el PIB ruso, «menos de la mitad», constata telefónicamente Vladímir Chuprov, al frente de la oficina local de Greenpeace. «Rusia contamina igual pero crea mucha menos riqueza», continua. 

La oenegé de protección del medio ambiente se congratula por la reciente decisión gubernamental de adherirse al pacto parisino, aunque alerta sobre la letra pequeña del decreto presidencial de aprobación. «Esta repleto de condiciones, en especial a la hora de realizar las mediciones de sus emisiones, en las que tiene en cuenta su superficie de bosques», detalla Chuprov. El gran problema al que se enfrenta el país, según su opinión, es la «ineficacia» en el uso de los combustibles fósiles y la «falta de incentivos» de las empresas para invertir en tecnologías verdes. «El sistema es muy corrupto y la inversión» en medidas anticontaminantes «no es un sector donde se pueda robar», concluye.    

   Marc Marginedas

FOTO: Un oso polar en la localidad siberiana de Norilsk el pasado mes de junio. La imagen es de www.gazetazp.ru. / Irina Yarinskaya   

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