21 noviembre 2024

Carta de despedida de José Humberto Baena, uno de los últimos fusilados por el régimen franquista el 27 de septiermbre

En su libro ‘Mañana cuando me maten’, Carlos Fonseca reconstruye con testimonios y documentos inéditos las últimas ejecuciones del franquismo el 27 de septiembre de 1975, de las que se cumplen ahora cuarenta años.

Papá, mamá:

Me ejecutarán mañana de mañana.

 Quiero daros ánimos. Pensad que yo muero pero que la vida sigue.
 Recuerdo que en tu última visita, papá, me habías dicho que fuese valiente, como un buen gallego. Lo he sido, te lo aseguro. Cuando me fusilen mañana pediré que no me tapen los ojos, para ver la muerte de frente.
 Siento tener que dejaros. Lo siento por vosotros que sois viejos y sé que me queréis mucho, como yo os quiero. No por mí. Pero tenéis que consolaros pensando que tenéis muchos hijos, que todo el pueblo es vuestro hijo, al menos yo así os lo pido.
 ¿Recordáis lo que dije en el juicio? Que mi muerte sea la última que dicte un tribunal militar. Ese era mi deseo. Pero tengo la seguridad de que habrá muchos más. ¡Mala suerte!
 ¡Cuánto siento morir sin poder daros ni siquiera mi último abrazo! Pero no os preocupéis, cada vez que abracéis a Fernando, el niño de Mary, o a Manolo haceros a la idea de que yo continúo en ellos.
 Además, yo estaré siempre con vosotros, os lo aseguro.
 Una semana más y cumpliría 25 años. Muero joven pero estoy contento y convencido.
 Haced todo lo posible para llevarme a Vigo.
 Como los nichos de la familia están ocupados, enterradme, si podéis, en el cementerio civil, al lado de la tumba de Ricardo Mella.
 Nada más. Un abrazo muy fuerte, el último.
 Adiós papá, adiós mamá.
Vuestro hijo:
José Humberto

«Los últimos fusilamientos del franquismo fueron un asesinato sin paliativos»

Carlos Fonseca, periodista y escritor, colabora con distintos medios de comunicación además de impartir conferencias sobre periodismo y memoria histórica. Es autor del best seller Trece Rosas Rojas, llevado al cine por el director Emilio Martínez Lazaro en 2007, y otros libros cómo Luz negra, Tiempo de memoria, Rosario dinamitera, Garrote vil para dos inocentes y Negociar con ETA.

Nuevatribuna | ¿Por qué este libro ahora?

Carlos Fonseca | Se cumplen cuarenta años y las fechas redondas son momentos adecuados para recordar episodios que, como este, son desconocidos por la mayoría de las personas que nacieron tras la muerte de Franco. Estoy convencido de que pocas recordarán los hechos y, en el mejor de los casos, tendrán un recuerdo difuso de ellos.

Cinco ejecuciones a menos de dos meses de la muerte de Franco. ¿Cuál era la situación del país?

Franco estaba gravemente enfermo desde 1974 y el régimen empezaba a digerir que su muerte no podía estar muy lejos. Se enfrentaban un sector aperturista, partidario de llegar a acuerdos con la oposición clandestina para facilitad un tránsito tranquilo, y el búnker, los sectores más inmovilistas, que aspiraban a un franquismo sin Franco. Todo ello con un país con una creciente conflictividad laboral, la creciente actividad de ETA y el nacimiento del FRAP.

¿Por qué no fue posible parar las ejecuciones, como había ocurrido cinco años antes, en 1970 con el Proceso de Burgos?

La presión internacional fue tremenda, pero la situación política interna que le acabo de describir fue determinante en la decisión del régimen de no conmutar todas las penas de muerte. Fueron once los condenados a muerte y se logró que seis penas capitales no fueran ejecutadas. Franco optó por una situación intermedia para evitar trasladar una sensación de flaqueza.

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​J​os​é​ Humberto Baena, a la derecha, junto a su hermana Flor y un primo.

El libro describe cuatro procedimientos judiciales plagados de irregularidades.

La pena de muerte es aborrecible en sí misma, pero lo es más aún cuando en torno a ella se oficia una mascarada para justificarla. La consulta de los procedimientos demuestra que, al margen de que cometieran o no los delitos de los que les acusaron, fueron víctimas de un simulacro de justicia. Fueron torturados, se manipularon pruebas y se les privó de su derecho a un juicio justo. Lo suyo fue un asesinato legal sin paliativos.

¿Cuál es el caso más dramático?

Las cinco muertes son igualmente dramáticas porque no tienen marcha atrás y la vida de una persona es irrepetible. Quizás la muerte de José Luis Sánchez-Bravo sea la más trágica. Era el de menor edad, 21 años, acababa de casarse y su mujer, que también estaba encarcelada, estaba embarazada de tres meses.

El libro recoge testimonios de familiares de las víctimas. ¿Cómo encaran estos hechos cuarenta años después?

Con la única voluntad de relatar los hechos tal y como los vivieron. Es cierto que la memoria es selectiva y que el filtro de la vivencia personal acomoda los hechos a la percepción de cada uno, pero la historia no deja de ser la suma de las experiencias individuales de un colectivo. Lo que no he encontrado en ningún caso es ánimo de revancha o voluntad de venganza.

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Angel Otaegui en una fotografía tomada durante el servicio militar

La jueza argentina Servini está investigando los crímenes del franquismo.

Las familias de algunos de los ajusticiados el 27 de septiembre de 1975 están personados en esa causa, que está en vía muerta. La magistrada solicitó meses atrás la detención a efectos de extradición de varios exministros del Gobierno que dio el ‘enterado’ a las penas de muerte y el Gobierno respondió que los hechos estaban .Desgraciadamente creo que en este terreno no hay nada que hacer.

¿Volver sobre el pasado impide cerrar las heridas abiertas por la guerra civil?

No. Eso es una frase que ha acuñado la derecha de este país para no abordar nuestra historia más reciente. Hablar de ella no solo no reabre heridas, ayuda a cicatrizarlas.

En la introducción denuncia que ha tenido dificultades para acceder a documentación de la época. ¿Seguimos sin poder hacer historia de nuestro pasado más reciente?

Tenemos una Ley de Memoria Histórica que defiende el acceso a la información de la dictadura y la transición por parte de los investigadores, y una Ley de Patrimonio Histórico que prohíbe la consulta de documentos si no han pasado 25 años desde la muerte del aludido o 50 desde la fecha de emisión. Tenía la autorización de las familias de dos de los ajusticiados, pero aún así los archivos militares me facilitaron copias censuradas de los procedimientos. Afortunadamente, he contado con el apoyo de los letrados que defendieron a los condenados, que pusieron a mi disposición las fotocopias de las causas que en su día les entregaron los tribunales. Es un contrasentido que a estas alturas tengamos que seguir así, pero los hechos son como son y conviene contarlos.

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Jon Paredes Manot «Txiki»