La película Parásitos no va de lucha de clases, va de sueño americano

No sólo la burguesía y la aristocracia, también una buena parte de la clase media, al igual que los ricos de la película “Parásitos”, no soporta “el olor a pobreza” que despiden “los nadies” que habitan en barriadas donde no hay carteles de Marilyn Monroe rociando su salvaje desnudez con Chanel Nº 5

La película surcoreana Parásitos, la gran triunfadora de los premios Óscar (junto a Joker) en la edición de 2020, no va de lucha de clases, algo que en el Occidente “avanzado y acomodado” quedó anclado en el pasado, sino del cada vez más interplanetario “Sueño Americano” que se reduce al éxito y al orgasmo, con o sin espasmo.

La lucha de clases tuvo su apogeo cuando la dialéctica hegeliana del amo-esclavo penetró hasta las raíces en una sociedad gobernada (con látigo y crucifijo) por la aristocracia, la burguesía y los señores feudales con derecho a pernada que explotaban a los trabajadores y trabajadoras, incluyendo menores, que vivían en un auténtico infierno. Los oprimidos no tuvieron más remedio que “unirse para romper las cadenas” que les tenía atados a la bancada de la galera que transporta el oro de los plutócratas.

Con el paso del tiempo fue tomando forma “una potente clase media” que hizo de muro de contención entre los tiranos y la población empobrecida con lo que “se llenó un vacío” que dio alas al capitalismo y se convirtió, al mismo tiempo, en su seguro de vida.

La clase media (que tiene muchas capas desiguales) es, “con numerosas excepciones que son vanguardia”, conservadora y reaccionaria y, aunque con la boca roja hable de la hoz y el martillo, cante la Internacional y mueva pancartas con el eslogan de “Liberté, Egalité, Fraternité”, también, al igual que los ricos de la película “Parásitos”, no soporta “el olor a pobreza” que despiden “los nadies” (1) que habitan en barriadas donde no hay carteles de Marilyn Monroe rociando su salvaje desnudez con Chanel Nº 5.

El capitalismo no hubiera triunfado estrepitosamente, con su referente “El Sueño Americano”, sino hubiera sido abrazado con entusiasmo (2) por una clase media que habla de la tragedia de los pobres, marginados y excluidos entre ración y ración de gambas y copas de oloroso vino que enciende sus mejillas cual mapa de la Rioja.

Otro motivo del triunfo atroz del capitalismo ha sido la fragmentación, (planeada y ejecutada por “cerebros inteligentísimos”) de la clase trabajadora. A ello no solo han contribuido los poderes fácticos sino también líderes sindicales y Cia que se sentaron junto “a sus enemigos” en los Consejos de la Banca donde chupaban como vampiros sin que les temblara una neurona. De otros que entraron rojos por las puertas giratorias y salieron descoloridos ya no hablo para no echar más leña al fuego.

La partición de las clases trabajadoras, “que han sido aisladas por gremios en islas e islotes sin puentes comunicantes”, provocó la debilidad de “ese poder unificador” (diría Hegel) que las convertía en un impresionante ejército de millones de hombres y mujeres que caminaban al mismo paso y con la misma voz. En esos cuerpos y mentes unidos las cadenas mutaban en sagrada Rebelión ¡Eso sí que daba miedo al establishment!

Ahora con el muro de la clase media y la dispersión de “los nadies” somos testigos del espectáculo multicolor de como las minorías (que deberían ser una marea abrumadora) luchan cada una por su lado. Vemos manifestaciones de pensionistas, agricultores, taxistas, estibadores, mineros, camareras de hoteles, inmigrantes, etc. y, como existe una gran desconexión de los que malviven en este mundo de perros, el capitalismo avanza y mata, sin freno, por delante y por la espalda.

A veces se escucha la voz de algún político o política que, haciendo un guiño a los nadies, les dice ¡apretad! ¡apretad! que así los que cortan el bacalao os dejarán paladear su sombra en la pared que sobrevuelan las eternas golondrinas.

En nuestro mundo muchos políticos se parecen a ese senador romano (de la película Gladiator) que, aunque es partidario de la República y desea derrocar al emperador, confiesa, con una asombrosa profundidad filosófica, “yo trabajo para el pueblo, no con el pueblo”. Y aquí volvemos de nuevo a “ese olor que desprenden los parásitos”, de quienes es mejor alejarse para no contagiarse de su peculiar “coronavirus”.

-1- Expresión de Galeano.

-2- Palabra que procede del griego y significa tener a dios dentro, a Zeus, lo que equivale a felicidad suprema.

Por Javier Cortines

La película Parásitos no va de lucha de clases, va de sueño americano

A %d blogueros les gusta esto: