22 noviembre 2024

Con medio mundo confinado en casa y alejado de muchos seres queridos, la crisis de la COVID-19 deviene en experimento sociológico sin precedentes. Inés Alberdi, catedrática de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política 2019, reflexiona sobre las relaciones humanas del siglo XXI y algunas de las desigualdades más acusadas durante la pandemia.


¿Qué nos enseña el confinamiento sobre las relaciones humanas del siglo XXI?

Estar obligados a permanecer aislados de nuestros amigos y familiares nos hace valorar más esa relación. Muy frecuentemente estamos apurados corriendo por trabajo y otras cuestiones y damos por hecho que tenemos ahí a la familia, pero no les dedicamos apenas tiempo. Ahora en cambio vemos que nos faltan y que son fundamentales. Igual que con los amigos. Esta situación nos hace revalorizar las cosas básicas, o que nos empiezan a parecer básicas ahora, y que en la vida normal vamos dejando un poco de lado.

Alejados pero conectados.

Una cosa muy interesante de este encierro es el papel que juegan de esa manera tan formidable las nuevas tecnologías. No me imagino la pandemia de la Gripe Española en 1918. En esta vemos a los nietos y a los amigos, intercambiamos bromas e informaciones. Es fantáºstico, siempre que se utilicen con responsabilidad.

¿Seguiremos valorando lo aprendido al volver a la rutina?

Van a cambiar muchas cosas de la organización social, pero la manera de pensar y de valorar lo que hemos comentado no estoy muy segura de que sea una enseñanza que se mantenga. Probablemente volveremos a olvidarnos y a la vida normal. En la historia ha habido catástrofes todavía peores como las guerras que separaban más a las personas y que eran más dramáticas. Y lo hemos ido dejando en el olvido, hemos vuelto a la alegría de vivir y al disfrute inmediato sin pensar qué es lo fundamental.

¿Valoraremos más profesiones, no solo sanitarias, que habíamos relegado a un segundo plano?

Ahora vemos quiénes están trabajando y dando el do de pecho, arriesgando bastante más que los que estamos en casa. Una de las profesiones más difíciles, olvidadas y desvalorizadas de nuestra sociedad es la del cuidado de personas mayores y ahora estamos siendo conscientes de lo vulnerable e importante que es su papel. Médicos y enfermeros por supuesto que también, pero esta es una profesión menos respetada, en la que además se juntan condiciones difíciles, en ocasiones con bajos salarios.

«Siendo todos individuos iguales ante el virus, socialmente las oportunidades y las posibilidades no son las mismas»

¿Cómo puede ayudar la sociología a enfocar esta crisis?

Los sociólogos tenemos mucho que aportar. Un tema que va a quedar afectado, quizás de manera positiva y en el que la sociología va a contribuir, es el de la organización laboral. Estamos dándonos cuenta de que hay trabajos que tienen que ser presenciales, pero otros no. Muchas veces hemos pedido el trabajo a distancia para los padres y madres jóvenes que tenían hijos y no se hacía porque necesitaba cierta gestión. Con esto se va a ver que una buena parte del trabajo se puede hacer a distancia, ahorrando así transportes e instalaciones. La sociología también puede aportar conocimiento en la organización de los conflictos.

La gestión de recursos, otro aprendizaje.

Este conflicto es nuevo y se ha tenido que improvisar. Vamos a aprender a gestionar servicios públicos, sanidad, atención y también el control de las personas y sus movimientos. Además, habrá que gestionar los recursos básicos, estamos viendo cuáles son fundamentales y cuáles no. Muchas cuestiones nos van a hacer reflexionar.

La desigualdad social también ha quedado latente.

Un tema que siempre nos hace reflexionar, a la sociología y a la política, es la desigualdad social. Frente a las catástrofes se acrecienta la desigualdad social, y eso que esta catástrofe ataca a todos los estratos, con y sin dinero. Pero las diferencias en las formas de vida durante el confinamiento se acrecientan, desde emigrantes a sin techo, pasando por personas que viven en hogares muy pequeños frente a otras en grandes mansiones. Cuando hay catástrofes, la desigualdad siempre se pone de manifiesto. Siendo todos individuos iguales ante el virus, socialmente las oportunidades y las posibilidades no son las mismas. Entre los estudiantes también pasa, no hay las mismas oportunidades de manejar un ordenador o de tener acceso a Internet. Esta situación nos va a enfrentar. La enfermedad es igual pero el confinamiento distinto para unos que para otros. Son cuestiones que siempre han estado sobre la mesa pero que se van a reforzar ahora.

¿Existe desigualdad de género en el confinamiento?

Si una pareja es muy desigual a la hora de ocuparse de los niños, se va a reforzar esa desigualdad, al igual que lo va a hacer una mala relación. No sería extraño que haya más casos de malos tratos, violencia o divorcios cuando esto acabe. Se está poniendo a la gente al límite. La crisis va a acrecentar las situaciones de fuerte desigualdad, aunque las parejas jóvenes ahora son más igualitarias, en teoría, y se turnan más en el teletrabajo y en el cuidado de los hijos.The Conversation


Inés Alberdi Alonso, catedrática de Sociología, Universidad Complutense de Madrid y María Milán García, Investigadora del proyecto «Comunicación Científica y Divulgación en la Transferencia del Conocimiento en la Universidad», Universidad Complutense de Madrid. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.