El primer granadino ingresado por el coronavirus deja el hospital tras 70 días de lucha
Jorge Alberto Durán, catedrático de la UGR de Bellas Artes, ha estado en la UCI dos meses y ya ha recibido el alta
Comer una naranja. Beber agua. Ver la luz del día. Mirar a Pilar, su mujer, a los ojos. Jorge Alberto Durán siempre había tenido muchas inquietudes. Ganas de hacer y de ver, ansias por ser un poquito más todos los días. Pero ahora, cuando empieza a descubrir su «segunda vida», ha conocido el placer de lo sencillo. «He estado a las puertas de la muerte, muy cerca de perderlo todo. Pero me llevo más cosas positivas que negativas de esto, y una de ellas es descubrir lo que verdaderamente importa, que es vivir y apreciar las cosas más pequeñas», dice este catedrático de Bellas Artes de la UGR que ha estado dos meses ingresado en la UCI del hospital San Cecilio a causa de la Covid-19. Este viernes, ya recibió el alta y volvió, al fin, a casa.
La historia del coronavirus en Granada empieza con la propia experiencia de Jorge Alberto. Él fue uno de los primeros casos confirmados en Granada y el primer ingresado de toda la provincia. «Y ojalá fuera el último», dice este hombre que cumplirá 58 años el próximo 1 de junio. Cuando Granada aún se creía la única provincia andaluza sin contagios por el virus, él ya lo tenía en su organismo. Y, cuando se lo diagnosticaron, ya había hecho tanto daño a su cuerpo que tuvo que ingresar directamente en la UCI.
«Me tuvieron que intubar y sedar. De ese tiempo solo recuerdo que no paraba de tener ensoñaciones, algunas divertidísimas y otras muy inquietantes. Pero, en cada momento, estaban los sanitarios a mi lado. Les debo todo, son mis héroes», explica Durán.
Todo comenzó con una de sus grandes pasiones, el fútbol. Había estado de viaje en Madrid por motivos personales, pero no quería perderse el partido de Copa del Rey que enfrentaba a su Granada con el Athletic de Bilbao, así que decidió volver a tiempo para acudir al campo. «Me empecé a encontrar mal, así que le cedí mi pase a un compañero», narra. Decidió ir a urgencias, pero le dijeron que sería una neumonía y que lo mejor era volver a casa y tomarse el tratamiento. Pero, desde ese momento, todo empeoró.
La fiebre no cesaba, el dolor de cuerpo era constante pero, lo peor, era la falta de aire. «Yo tengo antecedentes de bronquitis asmática, pero esto no tenía nada que ver. No se me iba con ningún inhalador y la sensación iba a más. No podía respirar y empezaba a marearme», relata. Según indica, llamó al 112, pero le dijeron que no le mandarían una ambulancia porque «no te escuchamos ahogarte tanto». «Menos mal que estaba conmigo mi Pilar, que es enfermera, y dio cuatro gritos hasta que consiguió que vinieran. Y de ahí tuve que pasar a la UCI», afirma.
A partir de ese momento, todo se emborronó. La sedación, las consecuencias de la enfermedad y los tratamientos le hicieron estar cabalgando continuamente entre la realidad y el mundo de los sueños, y eso le jugó algún mal recuerdo que otro. «Estaba como tetrapléjico, no podía moverme, apenas un poco una mano. Y hubo un momento en que, antes de volver a ser completamente yo, llegué a creer que estaba secuestrado. Fue duro, pero poco a poco todo fue cambiando a mejor», dice.
«Ha sido un ejemplo para todos, hemos aprendido mucho con él. No solo a nivel médico, sino también personal, porque es un ejemplo de optimismo, lucha y generosidad», explica Laura Martín Ripoll, neumóloga del San Cecilio.
28 días después de haber ingresado en la UCI, los buenos resultados de su recuperación permitieron que pudiera pasar a planta. Pero la enfermedad volvió a complicarle la batalla: «Arrastro desde hace años un problema de vesícula y me atacó ahí. Me tuvieron que operar de urgencia y volver a meter en la UCI», explica Jorge. Finalmente, tras más de 70 días de lucha, este viernes traspasó las puertas del hospital y regresó de nuevo a su hogar.
«En este trabajo se unen la impotencia y desesperanza ante la mala evolución y gravedad, con pérdidas de pacientes en ocasiones, y el alivio y optimismo cuando les vemos abrir los ojos, conectar con nosotros y sus familias. Pero sobre todo, en su salida de la UCI», indica Eugenia Yuste, especialista en Medicina Intensiva del hospital que ha acompañado a Durán en todo este tortuoso camino.
Jorge Alberto habla con una sonrisa permanente en la voz. Se siente feliz, recuperado y, sobre todo, agradecido. «Me gusta vivir, y me siento afortunado por poder hacerlo, y en gran parte se lo debo a todos los trabajadores del hospital. Tenemos que ser conscientes de la sanidad tan buena que tenemos y de todo lo que estos profesionales hacen. Aunque a veces los he encontrado un poco solos, sobrepasados por tanto trabajo y sin apoyo», contaba un día antes de recibir el alta Jorge desde su habitación, acompañado por Marisol, su fisioterapeuta. «Es la primera voz y la primera cara que recuerdo tras el despertar. Siempre ha estado a mi lado. De hecho, es la persona con la que más contacto físico tengo, porque mi mujer viene, pero por protocolo no puede tocarme», dice entre risas.
«Ha sido un ejemplo de superación y una satisfacción el haber contribuido a su mejoría», explica Marisol Chaves Jiménez, la primera fisio del centro que trató a pacientes con Covid-19 en la UCI.
La enfermedad ha provocado que Jorge Alberto pierda 15 kilos y dos meses de su historia. Pero también le ha dado la oportunidad de dar «una segunda vuelta a la vida». Antes, trabajaba sin cesar, «porque era mi pasión», y ocupaba su mente y su tiempo en asuntos que, tras el coronavirus, comprende que no eran tan esenciales. «Ya solo quiero volver a mi aula, a dar clase a mis alumnos, y a mi día a día con mi mujer y mis hijos», indica. Ahora que ha visto el fin de su vida tan de cerca y ha conseguido vencer a la oscuridad, solo quiere hacer una cosa: disfrutar de cada pequeño instante que el mundo le regale.
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