23 noviembre 2024

Descripción del gráfico

El matrimonio es una opción cada vez menos atractiva para las parejas, sobre todo las europeas. Si en 1964 hubo 3.315.614 matrimonios en la Unión Europea, en 2017 la cifra descendió hasta los 1.950.935. Al mismo tiempo, el número de divorcios se ha triplicado, y en 2017 se situó en 940.447, poco menos de la mitad de las bodas registradas ese mismo año, aunque este crecimiento está también relacionado con la legalización del divorcio en países como Italia, España, Malta o Irlanda.

Lituania y Rumanía, no obstante, sí que conservan tasas de matrimonios elevadas en comparación con sus compañeros europeos, superando en ambos casos los siete casamientos por cada mil habitantes en 2017, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Les siguen Turquía, Estados Unidos y Corea del Sur, mientras que, a la cola, Eslovenia, Italia, Portugal, Francia y España tienen una tasa por debajo de los cuatro enlaces matrimoniales.

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Este cambio está provocando que cada vez más niños nazcan fuera del matrimonio: el porcentaje sobre el total de nacimientos ha pasado de ser el 25,4% en el 2000 al 42,4% en 2018 en la UE, siendo incluso superior al de hijos nacidos de un matrimonio en Islandia ―70,5%―, Francia ―60,4%― o Bulgaria ―58,5%―. Pero ¿qué está llevando a las parejas a esquivar pasar por el altar? La respuesta es clara: la precariedad. Los adultos jóvenes tienen dificultades para encontrar un trabajo estable y bien remunerado, lo que provoca que una gran parte de ellos tenga que posponer su emancipación. También tienen miedo a que, al quedar atados a su pareja mediante la firma de un papel, pierdan libertades, o a crear una familia disfuncional en el caso de haber vivido el divorcio de sus propios padres.

Por último, la caída de los matrimonios también parece estar relacionada con el aumento del ateísmo. En España, por ejemplo, en 1991 el 71% de la población decía que Dios jugaba un papel importante en sus vidas, mientras que en 2019 apenas era un 45%, el descenso más pronunciado de todos los países del mundo. De esta forma, el número de parejas que decidiría «legalizar» su relación por motivos religiosos ha descendido, lo que, unido a la precariedad, está hundiendo la tasa de matrimonios en el mundo.

Cuando los adultos más jóvenes ―entre 25 y 34 años― de Estados Unidos lleguen al ecuador de sus cuarenta o cincuenta años, uno de cada cuatro no habrá pasado nunca por el altar. Será un récord histórico. Tras varias décadas de descenso, la tasa de matrimonios ha tocado fondo en prácticamente todas las partes del mundo. Ya no es solo que los adultos cada vez contraigan matrimonio a una edad mayor, sino también que muchos ya optan por vivir en solitario o no formalizar su relación de pareja ―un 25% de los adultos estadounidenses que nunca se han casado comparten su vivienda con su compañero o compañera sentimental―.

El coronavirus acentuará más aún la caída en la celebración de bodas, pero aún se desconoce hasta qué punto exacto afectará el distanciamiento social a las parejas. Lo que sí es conocido es que el descenso en la tasa de matrimonios va a tener consecuencias directas en el modo de vida de muchas sociedades: indicadores como la densidad de población, la edad de emancipación o la renta de los hogares se verán alterados, pero también sectores como el turismo, la hostelería, la banca o el de las aseguradoras. Además, fruto del retraso en la edad de los novios que pasan por un altar o un juzgado para dar respaldo legal a su relación y, por tanto, de su edad para ser madres, las mujeres tienen ahora más oportunidades para finalizar su educación, fortalecer su posición en el mercado laboral y ser independientes económicamente antes de formar una familia.

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