22 noviembre 2024

Han pasado más de 80 años de aquello y, tras haberse recuperado aquellas libertades y derechos fundamentales con la aprobación de la Constitución del 78, gran parte de la ciudadanía de nuestro país asiste perpleja al resurgir del neofascismo/neofranquismo en las instituciones públicas democráticas desde donde proclaman exaltaciones de los protagonistas de aquel golpe militar y de la dictadura

Escribió el filósofo Reyes Mate refiriéndose al Holocausto nazi: «No nacemos inocentes. Cada generación tiene una responsabilidad heredada. Sobre nosotros, los nacidos tras Auschwitz, pesa el deber de memoria, que no es acordarse de lo mal que lo pasaron los judíos en los campos de exterminio sino es la obligación de reflexionar sobre la historia política europea que llevó a la catástrofe».

Basta con hacer un análisis retrospectivo sobre lo que ha sido la historia reciente europea y, en concreto, la de España durante el siglo pasado y lo que llevamos del actual, para poder comprobar cómo durante este período histórico se han ido sucediendo de manera cíclica etapas donde se han ido produciendo grandes avances en la consecución de derechos y libertades individuales y colectivas con otras donde una involución regresiva de éstos han socavado radicalmente los pilares y valores democráticos comunitarios.

La II República Española, a través de la Constitución de 1931, impulsó multitud de derechos fundamentales y libertades que sirvieron para consolidar la estabilidad democrática de los españoles y las españolas convirtiéndose en un claro ejemplo de lo que vino a ser una de esas etapas de prosperidad democrática. 

En cambio, el Golpe Militar del 36, promovido y ejecutado por los sectores más conservadores y reaccionarios de la sociedad española del momento y la posterior dictadura franquista, cercenaron todos los logros sociales y políticos conseguidos durante la anterior etapa democrática republicana. Y, por ende, la persecución y la eliminación sistemática de todo aquel que siguió defendiendo aquellos valores democráticos que el nuevo régimen no permitió.

Gran parte de la ciudadanía de nuestro país asiste perpleja al resurgir del neofascismo/neofranquismo en las instituciones públicas democráticas desde donde proclaman exaltaciones de los protagonistas de aquel golpe militar y de la dictadura.

Han pasado más de 80 años de aquello y, tras haberse recuperado aquellas libertades y derechos fundamentales con la aprobación de la Constitución del 78, gran parte de la ciudadanía de nuestro país asiste perpleja al resurgir del neofascismo/neofranquismo en las instituciones públicas democráticas desde donde proclaman exaltaciones de los protagonistas de aquel golpe militar y de la dictadura.

Al tiempo, realizan un revisionismo torticero de ese periodo de la historia reciente de España, obviando a su vez el relato de la víctima de la represión franquista. Deslegitiman de manera sistemática los resultados electorales cuando le son adversos y cuestionan permanentemente las instituciones democráticas españolas de las que paradójicamente se nutren y participan.

Además, con la profusión de un modelo económico global neoliberal, hace años que los españoles y las españolas asistimos a un proceso erosivo de nuestro llamado «Estado del Bienestar» a través de un continuado deterioro de los servicios públicos y derechos colectivos ya consolidados desde hace años, o a la pérdida de libertades colectivas e individuales con la aprobación de leyes bajo el pretexto de la seguridad para la ciudadanía.

Esta alternancia cíclica de claroscuros, de periodos de avances en la consecución de derechos fundamentales y de libertades para la ciudadanía con otras etapas de involución, nos debe hacer llegar a la conclusión de que la Libertad, los Derechos y la Democracia no son algo que se consiga de una manera definitiva, sino que requieren de una defensa y un cuidado permanente, que debe de partir de ese deber de recordar lo que cuesta avanzar y lo fácil que resulta perderlo todo por el camino.

Un Deber de Memoria Democrática que nos asegure conocer y transmitir el valor de la defensa y la reivindicación de los valores y principios democráticos, hasta el punto de que se convierta en una garantía y un compromiso de futuro que no permita la involución a posiciones anteriores de absoluto déficit democrático.

Estamos en la obligación de saldar una deuda con éstas, porque aprender de nuestra Historia nos evitará caer en la tentación de volver a cometer los errores del pasado

El anteproyecto de Ley de Memoria Democrática aprobado el pasado 15 de Septiembre en Consejo de Ministros, y que en breve comenzará su tramitación parlamentaria, reconoce en su primer artículo como primera finalidad de ésta a “… la recuperación, la salvaguarda y la difusión de la memoria democrática, como conocimiento de la reivindicación y defensa de los valores democráticos y los derechos y libertades fundamentales a lo largo de la historia contemporánea de España”.  

Y esto se plantea con la finalidad “… de fomentar la cohesión y solidaridad entre las diversas generaciones en torno a los principios, valores y libertades constitucionales”.

La aprobación y aplicación de esta Ley, de producirse en los términos planteados en su anteproyecto, supondrá un hito en la consolidación democrática de nuestro país. No debemos renunciar a esta oportunidad. Motivos tenemos para ello sin la necesidad de escarmentar por cabeza ajena.

Como españoles y españolas nos lo merecemos y a las generaciones futuras se lo debemos. Estamos en la obligación de saldar una deuda con éstas, porque aprender de nuestra Historia nos evitará caer en la tentación de volver a cometer los errores del pasado: el Deber de la Memoria como garantía de No Repetición.

Porque la Memoria Democrática no sólo debe reivindicarse como una manera de conocer nuestro pasado colectivo. Ni tampoco como un proceso para revisar nuestro presente. Sino como la mejor fórmula de construir el futuro de un país sobre la base de unos valores y principios democráticos sólidamente consolidados.

Hagámoslo posible. Seguro que nos vendrá bien.

 

 

Antonio Manuel Mateos

Portavoz de la Coordinadora Andaluza por la Memoria Histórica y Democrática —