El artista granadino publica ‘Las voces que no callaron’, un libro que repasa de manera rigurosa a los flamencos más reivindicativos

Acaba de aparecer en plena pandemia ‘Las voces que no callaron’ del cantaor, comunicador y flamencólogo Juan Pinilla. Con el subtítulo ‘Flamenco y rebeldía’, el libro es una obra comprometida –que ya comenzó hace años con el libro-disco del mismo nombre en 2011–, donde ofrece un repaso riguroso, en torno a la II República, la Guerra Civil y la posguerra hasta nuestros días, de algunos artistas flamencos que han seguido durante una parte de su vida la senda de la reivindicación y han mantenido miradas plenas de sensibilidad social, como el Chato de las Ventas, Corruco de Algeciras, Guerrita, Manuel Vallejo, Niña de los Peines, Angelillo, el Cabrero, Paco Moyano o Manuel Gerena. Un paseo tan necesario como aleccionador para visualizar la cara oculta del flamenco que nos ayude a encontrar una conexión entre la realidad y el arte, entre el compromiso y la belleza.

El libro se complementa con un CD en el que Juan Pinilla canta una selección de letras y estilos reivindicativos de todas las épocas del flamenco y algunos temas propios acompañado por ilustres guitarristas.

–¿Por qué rescatar a los flamencos del ‘otro bando’?

–Las historias que rescato son historias de democracia. Todos los muertos, los exiliados, los desaparecidos, todos, fueron de la democracia. Y hasta que no asumamos estas cuestiones no estaremos en condiciones de igualdad y de respeto en este país. En este caso hemos incorporado nuevos datos y nombres inéditos además de cuidar la estructura del libro que parte desde los albores del flamenco hasta nuestros días, pasando por el turbulento siglo XIX cuya intensa actividad política y cuyas tensiones serían el germen, a mi entender, de una guerra civil inevitable ya en el siglo XX.

–¿Desde cuándo el flamenco entiende de política?

–Toda música está determinada por factores políticos e ideológicos. Nada escapa de la política. Me alegra la pregunta porque conviene aclararlo. Todo, la poesía, la música, el arte, nuestras relaciones sociales, todo está fijado y determinado por la política o responde a inclinaciones ideológicas. Cada clase social tiene sus propios gustos musicales, y en ello hay una fuerte dosis de ideología, por ejemplo. El flamenco no es menos, como música emergida de la clase trabajadora andaluza.

–En 2011 ya sacó un libro disco con este mismo nombre, ¿se le quedo corto para tener que publicar todo un libro?

–Efectivamente, aquello fue el germen de un trabajo mucho más científico, historiográfico y profundo donde hemos rescatado nombres e historias inéditas. El confinamiento ha servido para corregirlo y darle forma. Al libro le acompaña un disco homónimo con tres temas inéditos.

–¿El artista en general, debe estar comprometido?

–Chéjov decía que la originalidad de un artista no estriba únicamente en su arte sino en su forma de pensar. Creo que como ciudadanos debemos tener un compromiso ético con la sociedad en la que vivimos y que eso debe tener su reflejo encima del escenario. Saramago decía que el escritor no podía desprenderse de su ser como ciudadano. Antonio Gades dejó de bailar como protesta por los últimos asesinatos del franquismo. Manuel Gerena, Paco Moyano y El Cabrero pasaron por las cárceles franquistas y, en el caso de Moyano, llegó a ser torturado. El gran escritor Rafael Cansino Assens decía que todo lo social aboca a lo flamenco. Y todo lo flamenco aboca a lo social, añadiría yo.

Futuro

–Se le encasilla como un cantaor intelectual y activista en los movimientos de izquierda, ¿es una carrera con futuro?

–Intelectual significa el que trabaja con la mente. El flamenco tiene mucho de corazón pero, como todo arte, precisa de la inteligencia para ejecutar los cometidos musicales. En ese sentido, todos los flamencos realizan una actividad intelectual. Ahora mismo los que nos situamos en estas tesituras somos barcos a la deriva en medio de toda esta vorágine de odio que ha desplegado la extrema derecha y la ultra derecha. Consideran la cultura prescindible, sobre todo porque permite pensar y uno de sus padres ideológicos gritó alto y claro aquello de: «Muera la inteligencia». Sigue siendo su lema.

–¿Cree que se encuentra solo en su ‘especie’?

–Por suerte no. Hay compañeras y compañeros artistas con un discurso muy brillante, con unos mensajes absolutamente claros y con un gran respaldo artístico de finísima calidad, un poco en la línea de Gramsci. Por desgracia son los que menos. La mayoría se mueven en función de intereses muy concretos y particulares.

–Además de ‘Las voces…’ tiene otras publicaciones a la vista. ¿Cuáles son y en qué estado se encuentran?

–Estoy trabajando en varias líneas. Por un lado estamos terminando de mezclar el disco ‘Humana Raíz’ que, tras el parón del confinamiento, por fin saldrá a la luz. Me encuentro corrigiendo una obra de gran dimensión en la que llevo trabajando casi quince años, una especie de enciclopedia sobre el flamenco granadino. Y, por otro lado, entre los monográficos que estoy elaborando, en breve entregaré a la Peña de La Platería una biografía de mi admirado Víctor Charico, un cantaor del Albaicín que nos dejó muy temprano para nuestra desgracia.

–¿Cómo arrostra la pandemia que padecemos?

–Reinventándome constantemente. Ante la escasez de conciertos y actos aplazados, he vuelto a escribir, a publicar en prensa y a traducir. Llevo peor, por una cuestión de empatía, el dolor ajeno de familias enteras que se dedican al flamenco y que pasan por momentos de muchísima dificultad. Esta es una realidad muy triste que nadie ve. Por primera vez se ha creado un banco de alimentos exclusivamente para flamencos.

J. F. BUSTOS

FOTO: Juan Pinilla posa junto al río Genil. / ALFREDO AGUILAR

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