Dos investigadores granadinos avalan los grupos burbujas en los colegios
Dos profesores de la UPV señalan que este modelo que se pone en práctica en la educación de la Comunidad Valenciana afecta menos socialmente al ser más suave con las familias y la economía
Aunque parezca lo contrario, y la cosa esté fluyendo dentro de lo que cabe, no está siendo ni mucho menos un año fácil para los docentes de todos los niveles. Se van cerrando aulas y colegios de manera salpicada y van apareciendo brotes en colegios e institutos, que en cualquier caso resisten y son los últimos centros que la Junta de Andalucía pretende cerrar. Uno de los modelos que se ha instalado este curso es el de grupos burbujas en centros educativos, un sistema que se está utilizando en la Comunidad Valenciana y que ha sido avalado por dos investigadores granadinos de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) cuyo estudio resalta que este formato tiene poco impacto en las familias y en la economía al reducir mucho el impacto en la sociedad.
El estudio lo ha llevado a cabo Samuel Morillas Gómez, un catedrático granadino del departamento de Matemática Aplicada de la Universidad Politécnica de Valencia, que ha colaborado en este proyecto con el granadino Antonio Fernández-Baíllo (ingeniero de Caminos, Canales y Puertos) y Cristina Jordán (profesora titular de la UPV). Entre los tres han investigado la probabilidad de confinamientos de grupos burbuja en la Educación Infantil y Primaria en los colegios de la Comunidad Valenciana, que está aplicando este sistema.
«Nuestro estudio avala el modelo de grupos burbuja de los colegios de la Comunidad Valenciana por ser relativamente fácil de gestionar y de un impacto relativamente bajo para las familias y para la productividad laboral», asegura Samuel Morillas sobre las conclusiones de un análisis en el que apuntan que el 70% de los centros educativos sufrirá algún confinamiento de uno o más grupos durante el curso.
Así, suponiendo que al menos uno de los padres tenga que dejar de trabajar para cuidar de los niños confinados y no sea posible el teletrabajo, los investigadores calculan que las jornadas laborales que pueden perderse ascienden a 252.255, lo que supone «tan sólo un 0,70%» de las de las 35.995.450 jornadas mensuales que se realizan de media en un sitio como la Comunidad Valencia.
De este modo, dado que las jornadas comprometidas son durante el período escolar restante, el impacto supone «un ridículo 0,09%» de las jornadas totales durante este períodos, añade el estudio elaborado por dos granadinos junto a una profesora valencia que consideran que el modelo de grupos burbuja puede ser aplicable al resto de comunidades como Andalucía.
De esta forma, teniendo en cuenta que la legislación marca de lunes a sábado los días laborales, que la duración del confinamiento es de 10 días naturales, según los protocolos aplicados en la Comunidad Valencia, y la semana lectiva, los investigadores traducen en 8,6 días laborales los afectados por el confinamiento.
Otra forma de evaluar el impacto podría ser comparar las jornadas perdidas por estos confinamientos con un día festivo especial en el que nadie trabajara. En este caso, las jornadas perdidas suponen un 12,96% de las 1.945.700 jornadas que se perderían en un día laboral, por lo que «no parece que el impacto sobre la economía vaya a ser mínimamente significativo», apunta el estudio de la Politécnica de Valencia.