Causa cada año más muertes de menores de cinco años en el mundo que cualquier otra enfermedad: más de 800.000. En la mayoría de los casos se podrían haber evitado, puesto que resulta fácil detectarla, es prevenible y curable. Pero algo falla

Cada 39 segundos muere un niño menor de cinco años por neumonía. Son más de 2.200 al día, 800.000 en un año, lo que la convierte en la enfermedad más mortal para la infancia. Lo es pese a que es prevenible con una vacuna y tratable en la mayoría de los casos. Por eso, es excepcional que un pequeño muera por esta dolencia en un país próspero, con un sistema sanitario robusto y capacidad para acceder a medicamentos y terapias de oxígeno. Pero si no es así, la historia puede ser muy distinta.

Se trata, normalmente, de una bacteria, algún tipo de neumococo, pero también puede ser un virus, como la influenza, o un hongo. Cuando alguno de estos patógenos se adueña de las vías respiratorias altas causa una infección. No suelen pasar de ahí, pero en algunas personas prosiguen su avance hasta colonizar los pulmones. Su llegada a los alveolos ―unas bolsas diminutas llenas de aire en las que se produce el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono entre el pulmón y la sangre― provoca una reacción inmunitaria. Los leucocitos acuden para combatir al intruso y, cuando hay muchos, forman lo que conocemos como pus. “Un entorno gaseoso se llena entonces de líquido”, explica didáctico Quique Bassat, investigador de ICREA, en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación “la Caixa”. Eso es una neumonía.

¿Qué sucede cuando hay pus y líquido en el pulmón? Que no puede realizar su función de transportar oxígeno a la sangre y deshacerse del dióxido de carbono. “Se respira peor; es como sacar a un pez de debajo del agua: que se ahoga. Pero al revés”, describe el experto. Cuando la infección solo afecta a una zona, la neumonía no es mortal; pero si se extiende a los dos pulmones, la insuficiencia respiratoria será grave, otros órganos del cuerpo se verán afectados por la falta de su combustible para funcionar (el oxígeno) y puede provocar el fallecimiento.

 

¿Qué es la neumonía?

Es una infección del sistema respiratorio causada por virus, bacterias y hongos. Inspiración, Espiració, Tráquea

La principal función del  sistema respiratorio es llevar el oxígeno (inspiración) a la sangre y eliminar el dióxido de carbono (espiración)Pulmones, Bronquios, Bronquiolos,En la inspiración, el oxígeno entrante avanza por las vías respiratorias hastael final de los bronquiolos, donde seencuentran los alveolos pulmonares .En la espiración, el dióxido de carbono producido por el metabolismo se expulsa del organismo a través de los alveolos pulmonares

 

Fuente: elaboración propia.

RODRIGO SILVA / EL PAÍS

En 2020, todos estos conceptos se han popularizado pues el SARS-CoV-2, causante de la covid-19, es de hecho un virus que en los casos más graves provoca neumonía. Y es tan letal que, desde que se declaró la pandemia en marzo de 2020, ha matado a más de 1,3 millones de personas. La esperanza para frenar su mortal avance está en que se apruebe y suministre de forma masiva una vacuna eficaz. Mientras tanto, se ha revelado vital disponer de medios sanitarios suficientes ―pruebas diagnósticas, recursos humanos, respiradores, camas para cuidados intensivos― para que la mayor cantidad de pacientes posible se recupere.

Otra de las revelaciones que la covid-19 ha destapado es que “los virus no entienden de fronteras”. La proclama ha sido repetida en los últimos meses para alertar a la población de la necesidad de seguir las recomendaciones para protegerse contra esta enfermedad en cualquier lugar del planeta e independientemente de la riqueza de los países o las personas.

Una enfermedad que discrimina

Los datos demuestran que la neumonía infantil sí distingue de fronteras y nivel socioeconómico, pues mata más a los más vulnerables en los países más pobres. El 84% de los niños fallecidos por ella se concentran en 30 países de África subsahariana y Asia. Aquí, los críos tienen 60 veces más probabilidades de verse afectados y morir que los que residen en naciones de ingresos altos. Nigeria es el que más defunciones registra, con 162.000 en 2018, según los últimos datos de Unicef. Le siguen India (127.000), Pakistán (58.000), República Democrática del Congo (40.000) y Etiopía (32.000).

Un dato positivo global es que la mortalidad infantil se ha reducido a la mitad desde 1990 en el planeta. Sin embargo, todavía más de cinco millones de menores de cinco años fallecen al año por causas prevenibles. La neumonía es responsable de algo más del 16%. Antes del coronavirus, ya era la principal causa de muerte en la infancia, por encima de la diarrea, la malaria o el VIH. En 2018, quitó la vida a 802.000 pequeños, de los que 153.000 (el 19%) perecieron en su primer mes de vida, según Unicef. Son un 54% menos de decesos que en el 2000, pero esta tasa de progreso es muy lenta comparada con el descenso de fallecimientos por diarrea (64%) y malaria (68%).

El avance en la batalla contra la neumonía infantil es, además, insuficiente para lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible de la ONU 3.2, que dice así: “Para 2030, poner fin a las muertes evitables de recién nacidos y de niños menores de cinco años, logrando que todos los países intenten reducir la mortalidad neonatal al menos hasta 12 por cada 1.000 nacidos vivos, y la mortalidad de niños menores de cinco años al menos hasta 25 por cada 1.000 nacidos vivos”. Al ritmo actual, 53 países no lo lograrán, denuncia el último informe de Unicef, Save the Children y Every Breath Counts.

 

Gail Rodgers, de la Fundación Bill y Melinda Gates

En Nigeria conocen bien la frustración de que sus niños mueran por esta enfermedad para la que hay vacunas eficaces y tratamiento cuando es de origen neumocócico. Así se siente el doctor Nma Noble cuando habla, frustrado: “Muy mal”. Solo en octubre pasado, 248 menores de cinco años ingresaron por infecciones respiratorias en los dos hospitales gestionados por Médicos Sin Fronteras al noroeste de Nigeria, en el Estado de Zamfara. Los casos que les llegan son graves, confirma el facultativo, que trabaja en el centro que la ONG tiene en Shinkafi. “En atención primaria, el tratamiento con antibióticos es prácticamente inexistente”, explica.

 

 

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