¿Los polos opuestos se atraen?
Científicos y psicólogos quieren desentrañar el misterio del amor… ¡Y rompen muchos mitos!
Cuántas veces habremos oído eso de que los polos opuestos se atraen. Pues bien, esta máxima es más que cuestionable. Quienes intentan desentrañar los misterios de la atracción entre dos personas, de ese fogonazo que surge de repente y que muchas veces no entiende de estadísticas, compatibilidades ni terrenos comunes, lo tienen complicado. Y quizá sea mejor así. El día que se descifre la química del deseo y el amor y se desentrañen todas sus leyes la vida será muy previsible y perderá mucho interés, ¿no? No obstante, científicos y psicólogos tratan de arrojar luz sobre este asunto.
Uno de los principales expertos mundiales sobre las relaciones entre personas opuestas, Matthew D. Johnson, profesor de Psicología de la Universidad de Binghamton, afirma a este periódico que la idea de que los opuestos se atraen está asumida muy profundamente por la sociedad: «La inmensa mayoría de la gente que busca pareja (el 85,7%) dice querer a alguien con rasgos opuestos a los suyos, y las parejas en relaciones a largo plazo están todavía más convencidas de que es así. Es una cuestión que los científicos que estudiamos las relaciones analizamos desde hace décadas. Sin embargo, en todos los estudios, esencialmente no hay ninguna evidencia de que la gente se sienta atraída por compañeros potenciales que sean diferentes a ellos, mucho menos opuestos. Y cualquiera puede darse cuenta de que es así: la mayoría de la gente acaba emparejada con alguien de la misma raza y religión. Tendemos a casarnos con gente que procede de la misma clase social, tiene los mismos valores y comparte los mismos intereses». Es decir, según el estudioso, los opuestos atraen más de boquilla que otra cosa. O nos creemos que nos gustan, pero en realidad, en nuestro subconsciente, no es así.
–¿Y eso del amor a contracorriente? ¡Lo que está diciendo rompe todo el romanticismo!
–No, está bien, porque sí hay alguna evidencia de que la similitud de los cónyuges predice una mayor satisfacción marital.
Entonces, ¿por qué este mito es tan persistente y ubicuo? Según argumenta Johnson probablemente hay varias razones: «Una de ellas es que tendemos a darnos cuenta de los contrastes. De ese modo, aunque tú y tu pareja seáis de la misma raza, tengáis los mismos valores, recéis al mismo dios e incluso trabajéis en el mismo sitio, ¿en qué te fijas? ¡En vuestras diferencias! Cuando las parejas acuden a mí para hacer terapia, nunca quieren hablar de lo similares que son».
Otra razón para este mito, tal y como señala, es que con el tiempo las parejas empiezan a complementarse mutuamente, aunque de partida fuesen bastante más similares de lo que creían. En otras palabras, las parejas acaban desempeñando ciertos roles en una relación a largo plazo. Johnson pone un ejemplo: puede que dos personas hayan empezado siendo muy cuidadosos al gastar dinero e incluso que eso haya supuesto un rasgo atractivo para ambos, pero a lo mejor ha sido la mujer quien ha terminado encargándose de las finanzas familiares. Si avanzamos unos cuantos años, desde la perspectiva de esa pareja, la mujer es la que está ‘siempre preocupada por el dinero’ y el marido es el que ‘no tiene ni idea’ de la economía familiar y tiende a gastar más. Ahí ya se perciben como opuestos en lo tocante al dinero y el presupuesto familiar. ¿Conclusión? «La idea de que los opuestos se atraen no tiene base en la literatura científica. En vez de eso, la similitud es atractiva, lo que ocurre es que no lo vemos». Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Wellesley, en Massachusetts, y la Universidad de Kansas (EE UU) apuntala esta idea.
Ahora mismo, los portales de citas, que están en pleno auge –la pandemia ha puesto muy difícil lo de ligar–, son unos grandes expertos en compatibilidades y afinidades. ¿Se atraen los opuestos, sí o no? «En cuestiones de atracción física, no se trata de similitudes o antagonismos, sino de feromonas, feniletilamina, adrenalina, oxitocina o dopamina, algunas de las sustancias que segrega nuestro organismo cuando nos encontramos frente a una persona que nos puede hacer perder la cabeza. Se trata de sustancias relacionadas con la necesidad de relacionarse y el apetito sexual que elevan nuestras cargas de excitación y euforia a niveles de concurso. Por ejemplo, la dopamina es la responsable de los efectos físicos del flechazo en nuestro cuerpo», resume Roelijne Peters, senior marketing manager de Meetic para Europa.
Química y subconsciente
Pero, según recalca, además de esta química, las personas también tendemos a dejarnos llevar por nuestro subconsciente. «Nuestra infancia, el bagaje romántico, las experiencias del pasado, los procesos de aprendizaje y toda una larga lista de estímulos que asimilamos a lo largo de nuestra vida, y que condicionarán en gran manera nuestra respuesta a esa atracción. Por tanto, aunque estemos delante de una persona con la que no tengamos nada en común –o, al contrario, compartamos infinidad de intereses–, nos podremos enamorar de ella», asegura. Eso sí, para enamorarnos de alguien, debemos estar predispuestos a hacerlo y «encontrar una conexión», precisa.
Vale, parece ser que hay cierta unanimidad en que, para la atracción inicial –y, sobre todo, para la vida en pareja de después–, es mejor no ser radicalmente opuesto al otro. Sin embargo, la psicóloga Mónica Dosil, que acaba de publicar ‘Tú método de vida’ y es una de las mejores valoradas del país en plataformas medicas, tiene una particular teoría. «¡Admiramos las cualidades que no tenemos, lo que hacemos nosotros no lo valoramos!», apunta. Pero lo hacemos inconscientemente. «Voy a ir más lejos: las parejas se unen por la patología» , lanza. ¡¿Nos gustamos porque somos unos enfermos?! Un ejemplo: una persona sumamente cariñosa (¿es una patología esa necesidad desesperada de afecto?) se vuelca excesivamente en alguien muy frío (¿es enfermizo no ser capaz de dejarse querer ni saber expresar amor?). Al principio, ambos pueden sentirse bien, complementados. Pero luego ella puede acabar frustrada y él, avasallado «porque no ha pedido eso». Así que ni demasiado iguales, ni excesivamente distintos. Es como jugar a la siete y media: o te pasas o no llegas. Qué difícil, ¿no? Quedémonos con algo que puede ayudarnos, la realidad –esta sí irrefutable– de que «cada uno ama a su manera».
A lo largo de la historia, el deseo se ha ligado a otros conceptos como el amor, el cariño, la necesidad, la pasión, la emoción, el bienestar… a una serie de ‘clásicos’ donde la curiosidad no suele entrar. No obstante, juega un factor clave en la atracción entre dos personas. «Lo desconocido, lo novedoso, siempre capta nuestra atención –al menos al principio– y esto mismo es lo que ocurre cuando nos atrae una persona totalmente opuesta. El ser humano es muy curioso y la idea de descubrir eso que no conocemos nos seduce, además de todo aquello que podemos tanto enseñar como aprender», afirma La psicóloga Gema Sánchez Cuevas.
Ella afirma que, aunque hay excepciones, en general una relación de pareja entre dos personas muy diferentes no suele funcionar a largo plazo. Entonces, ¿qué hacer para que a dos personas muy distintas les vaya bien? ¿Es misión imposible? No, no lo es. Cuando pasa el enamoramiento, algunas parejas «aprenden a combinarse» y siguen adelante. ¿Cuál es el secreto? Sánchez Cuevas lo tiene claro: «Respeto». Y no sólo eso. Es necesario, según detalla, tener confianza en el otro, empatía y aceptación mutua para «reforzar el vínculo».
Así que hay que trabajárselo… y esto parece que va en contra de lo que se considera sentimientos e instintos todopoderosos, ¿no? Ay, otro de los grandes mitos sobre la atracción y el amor. Pero hay muchos más que nos hacen un flaco favor si los creemos a pies juntillas. Gema Sánchez Cuevas enumera los más habituales.
1. La omnipotencia del amor o el amor que todo lo puede
El típico ‘contigo, pan y cebolla’ de toda la vida. El cine y la literatura han hecho mucho daño en este sentido. La creencia de que el amor es garantía suficiente para superar cualquier problema «implica pensar que las relaciones perfectas apenas tienen conflictos», indica la psicóloga. «Pero la cuestión es que el amor hay que cuidarlo para mantenerlo».
2. La media naranja
«Esa creencia de que solo hay una persona ideal para nosotros que nos complementa, como si no pudiéramos ser felices nosotros solos y dependiéramos de ese otro para estar bien y llenar vacíos…», critica Sánchez Cuevas. Este tópico nos aboca a una búsqueda constante… y frustrante.
3. La persona adecuada llena todos los espacios de la vida
Otro cuento chino. «La otra persona no tiene que llenar nada, porque nosotros no somos mitades, sino personas completas que a lo largo de nuestra vida podemos elegir compartirla», sentencia.
4. Los celos son una prueba de amor
«No son amor, son ansiedad, inseguridad…», aclara la psicóloga, que lamenta que este falso mito tenga aún mucha vigencia y sea fuente de conflictos.
5. Si estamos enamorados, no nos atraen otras personas
Este sentimiento de ‘exclusividad’ nos despista mucho y nos hace tener sentimientos de culpa, cuando es lo más normal del mundo. «El amor no paraliza la posibilidad de sentirse atraídos por otras personas –desvela–. Eso sí, cada cual puede establecer un compromiso que de alguna manera limite esta dimensión».
6. Compenetración sexual es igual a amor verdadero
Otro cuento de hadas que hace más mal que bien. «El sexo no es garantía de amor ni viceversa. En este caso, es necesario ir conociéndose», apunta la psicóloga. No se sostiene la creencia de que, si la otra persona es nuestro amor verdadero, las relaciones sexuales serán buenas. En la cama no se arregla todo.
Dime a quién votas y te diré si puede haber algo (serio) entre nosotros
Un estudio llevado a cabo en 2011 en Estados Unidos por Klofstad, McDermott y Hatemi (2011) reveló que, en páginas web de citas, la gente prefería desvelar su sobrepeso a revelar su ideología política. Sólo el 14% de los sujetos incluían este tipo de información en su perfil para ligar. ¿Y eso? Los autores concluyeron que omitían este dato para abrir al máximo el abanico de posibles parejas para una cita o un primer contacto que, seguramente, no iría a más. Las diferencias políticas trazan una frontera y se convierten en diferencias amorosas. «Para las relaciones duraderas, ya se convertía en un requisito esencial», concluyeron. Nada de polos.
foto:
https://www.ideal.es/vivir/relaciones-humanas/polos-opuestos-atraen-20201130184633-ntrc.html