LA RULETA CATALANA Por Juan Alfredo Bellón
LA RULETA CATALANA, Por Juan Alfredo Belló, DESDE EL MIRADOR Nº74 para el domingo, 08-XI-2015
Estando como estamos ya casi a mediados de noviembre y teniendo en cuenta que se nos echa encima el calendario del catalanismo soberanista para cumplimentar su desafio secesionista y así dejarnos a los catalanes no separatistas y al resto de los españoles con tres palmos de narices, debo ser uno de los pocos periodistas de opinión que aún no se ha atrevido a coger el toro por los cuernos para llamar al pan pan y al vino vino porque siento un gran respeto por la catalanidad y porque todavía confío en que el seny pueda aún resucitar y reconducir un proceso en el que todos saldremos perdiendo si no hay quien dé a tiempo su brazo a torcer y sepa ceder ante los maximalismos que es la postura más inteligennte e históricamente la más catalana y las más europea.
Desde luego, jugar a la ruleta catalana pese a quien pese es acabar disparándonos todos un tiro en el pie y tiene poco que ver con el pragmatismo fenicio y con la centralidad mediterránea de que se ha venido haciendo gala en Cataluña de toda la vida, basada en la síntesis cazurra entre lo rural y lo urbano: la butifarra cosmopolita de que siempre presumió Josep Pla y la universalidad agropecuaria en que basó Tarradellas su sobrevivencia en el exilio. En cualquier caso, hemos sido muchos quienes aprendimos a ser españoles entendiendo y amando esa catalanidad sintética que en su día representaron Pi de la Serra, Serrat y Vázquez Montalbán; Nuria Espert, Bertríu, Cassem y Mary Sampere, fenómenos que en muchos casos eran reversibles en la esfera artística y tanto daba Dalí como Lorca y Ocaña como Escamillo; la calle Conde del Asalto como el Altozano; el Perchel como el Camino del Monte y el barrio de San Ildefonso como la Chanca, y no solo por el hecho migratorio que ya nos hermanaba entrañablemente de por sí, sino sobre todo por esa contigüidad meridional que superaba con creces la diferencias geográficas norte/sur y este/oeste pulverizando la aritmética rectilínea y entronizándonos en el álgebra y en la metafísica.
Y luego, a todo esto habría que añadirle la multitud de callejones, pasadizos y plazoletas que comunican la literatura, la música, la danza, la arquitectura y la pintura del universo catalán y del andaluz, pasando y no pasando por Madrid, por Cáceres y por Badajoz, por la Coruña, Oviedo, Santander, Bilbao, Logroño y Pamplona; Burgos y Castellón; Valencia, Murcia y Palma; Ibiza, Cartagena, Melilla, Ceuta, Tenerife, Lanzarote y Fuenteventura. Cómo puede caber en cabeza cuerda cortarle a Cataluña el resto de las Españas y del mundo de su universalidad y desajustar la catalanidad de sus referencias hispánicas europeas y americanas cuando allí se gestó con el auxilio titánico de esa Carmen Balcels recién fallecida el llamado boom de la narrativa hispanoamericana y de los nuevos novísimos de nuestra poesía tan empapada de clasicismo como de ultramodernidad.
Cómo puede concebirse la vida cultural individual y colectiva en Cataluña desde hoy y para mañana si no se confronta y se apuntala en la comunidad de naciones ibero e hispanoamericanas para luego contrastarse y enriquecerse con el ámbito internacional del Mediterráneo y con el europeo y el euroasiático. Cómo se conigue segregar la catalanidad del españolismo ni en lo bueno, ni en lo malo ni en lo regular. Y sobretodo, cómo se puede prescindir de una polis tan clásica y romántica a la vez, tan romana y tan modernista, tan picassiana y tan de Miró, tan daliniana y tan de Javier Mariscal, tan de Manolo el Pijoaparte y tan de Teresa, tan de Biscúter y de Pepe Carvalho, tan hermosa y rubia como la cerveza, tan de las aventis de los protagonistas de Si te dicen que caí, tan de Chirinac con su cárcel Modelo y tan de Lluis Lach con su Estaca, tan de la Maña con su Molino y tan del sublime pastiche del Pueblo Español y de las tres Exposiciones Universales, tan de las putas y de los chaperos, de los policías y de los ladrones, de Monserrat y de la Sagrada Familia…
Y sobre todo, cómo se puede prescindir del Anís del Mono en cuya etiqueta hay una caricatura de época que intentaba zaherir a Darwin pero que, desde la perspectiva actual, resulta más parecido a Pérez Rubalcaba. Sin hablar del fútbol y del fenómeno sociológico universal del Barça y de los culés, de su antagonismo con los merengues y de su emulación con los periquitos que fundaron el Real Club Deportivo Español no por ninguna clase de clientelismo españolista sino para oponerse a los extranjeros que habían fundado el Fútbol Club Barcelona, con el suizo Joan Gamper a la cabeza, cuyo escudo cantonal nativo tenía esa forma heráldica tan rara, como si fuera el perfil de la cabeza de Manolo Chaves. Y qué sería de la Meca del Cine sin los grenmlis y sin esos enanos tan requetefeos y eshonribles inspirados en el deshonrado Jordi Pujol para poblar de monstruos hasta hace poco medio simpáticos las primeras entregas de La Guerra de las Galaxias.
Y no diré más sino esperar el veredicto de la sensatez para desactivar la bomba de la estupidez del anticatalanismo antiespañol que pende sobre nuestras cabezas y sobre la Fuente de Canaletas. ¡Visca España y Jerez y parte del extranjero que es Cuenca y, sobre todo, Viva Cataluña!
Y esto para no hablar más que de las superestructuras culturales que nos tocan el sentimiento y el corazón dejando a un lado la base económica, esa que siempre nos hizo decir que Barcelona es bona si la bolsa sona, porque la pela es la pela y el negoci, el negoci. ¿No será que en los actuales desencuentros lo que subyace bajo las grandes soflamas independentistas y del derecho a decidir y todo eso no es más que la puta pela y el intento rastrero de tomar ventaja sobre los otros pueblos hermanos que no quieren, no queremos de ningún modo ser primos de solemnidad?