¿Cuándo surgió el calendario que hoy utilizamos?
Hoy, fruto de la hegemonía global de Occidente de los últimos siglos, el calendario «común» en casi todos los países del mundo es el gregoriano, y la cuenta de los años se fija en la era cristiana, el «antes y después de Cristo»
Hoy es 7 de enero de 2021, y si nos dicen que hoy en realidad es 19 de enero, o 28 de diciembre de 2020, o peor, que a partir de ahora en España viviremos en el año 740, o en el 3097, pues nos volveríamos locos, habría gran oposición. Sería además una locura intentar traducir las fechas de referencia que todos tenemos naturalizadas a un nuevo cómputo. Por no mencionar las imprevisibles consecuencias que pudiera tener en el ámbito digital.
Fruto de la hegemonía global de Occidente de los últimos siglos, el calendario “común” en casi todos los países del mundo es el gregoriano, y la cuenta de los años se fija en la era cristiana, el “antes y después de Cristo”. Dado que se usa en muchos lugares de cultura no cristiana, se suele llamar ahora “era Común”, “antes de la era Común”, etc. Pero claro, no siempre hemos contado el tiempo así, y ha habido momentos en que la gente ha visto su calendario alterado.
El calendario gregoriano llegó en el siglo XVI para reemplazar al juliano, el implantado por Julio César. En la Roma antigua, la verdad, contaban el año de una forma que ahora nos parece un poco extraña, porque los pueblos itálicos originarios tenían sus distintos calendarios lunares, y finalmente Roma adoptó un calendario de 304 días separados en 10 meses, empezando en martius, seguidos por aprilis, maius, iunius; luego seguía quintilis, el quinto mes, que tras morir Julio César se llamaría Iulius, y el mes sextilis, que posteriormente sería Augustus por Octavio Augusto. September, october, estos simplemente denominan el número del mes, siendo december el mes décimo y último.
A pesar de los cambios, el año seguía comenzando en marzo
Pero el desfase de ese año tan corto se notaba en los trabajos del campo, y por eso incorporaron dos nuevos meses, nuestros enero y febrero, aunque eso no evitó muchos desajustes.
Por otro lado, el año seguía comenzando en marzo, el 1 de enero como principio del año no se utilizó hasta el 153 a.C., mientras los romanos andaban guerreando con los celtíberos, para poder organizar las campañas con tiempo. Y esto lo mantuvo Julio César cuando instauró su calendario en el 46 a.C., que por cierto, para él no era lógicamente ese año, sino el 708 ab urbe condita, desde la fundación de Roma, que era como ellos contaban el tiempo. Julio César quería regularizar el descontrol temporal, implantando un año regular de 365 días divididos en 12 meses. Y, cada cuatro años, se le agregaba a febrero un día más, el llamado año bisiesto.
Pero el problema es que con el calendario juliano, de media, un año tiene 365,25 días. Eso no es exacto lo que dura el año trópico, en realidad se pasa unos 11 minutos cada año.
La importancia de la Iglesia para el cambio de calendario
En el acumulativo de los años sí lo es. Los astrónomos se daban cuenta de ello, y para la Iglesia también resultó muy importante, porque en el Concilio de Nicea, en el 325, se decidió que la Pascua se celebraría en un momento astral determinado, en el domingo siguiente a la luna llena posterior al equinoccio de primavera, que aquel año cayó en 21 de marzo. Pero para el concilio de Trento, a mediados del siglo XVI, el desfase ya era casi de 10 días, y la Pascua caía el 11 o el 12 de marzo. Claro, aquello era inaceptable.
Un descontrol que llevó a pensar en propuestas para reformar el calendario juliano, por ejemplo, desde la Universidad de Salamanca. Sin embargo, no fue hasta la última mitad del siglo XVI cuando el papado formó una “comisión del calendario” y se decidió a reformarlo en serio, dando como resultado la bula Inter Gravissimas, del papa Gregorio XIII, de ahí “gregoriano”, dictada el 24 de febrero de 1582.
El cambio de fondo era muy básico: a partir de ahora, los años bisiestos seguirían igual salvo cuando fueran múltiplos de 100 (los años 1700, 1800, etc), que entonces NO serían bisiestos. A menos que también fueran múltiplos de 400 (por ejemplo, el año 200, o el 2400), que esos sí serán bisiestos.
Pero es el que hay, y funciona bien, porque con este sistema, de media, el año gregoriano dura 365,2425 días. Una chispita de nada, que limita el error a 1 día adicional cada 3300 años. O sea que tenemos margen antes de implantar el siguiente.
En España y otros países católicos se acostaron un 4 de octubre de 1582 y se levantaron un 15 de octubre. El resto de los países del mundo lo irían adoptando en los años o siglos posteriores, los protestantes se resistieron lo suyo por aquello de no hacer caso al Papa.
Peor fue cuando Julio César instauró el juliano en el 46 a.C., porque llevaban tanto desfase que hizo aquel año durar 445 días para corregirlo.