«EL FUEGO DE SIERRA ELVIRA LO APAGÓ SIERRA NEVADA» por José Enrique Granados
La realidad actual de Atarfe es muy diferente a la de siglos precedentes. Con la finalidad de dar a conocer el Atarfe de 1869, extraemos en este artículo las referencias relativas a dicho municipio, efectuadas en la Crónica General de España, Historia ilustrada y descriptiva de
sus provincias, por Juan de Dios de la Rada y Delgado.
Algunos de los párrafos se encuadran en un contexto más amplio, aunque sólo mencionaremos lo relativo a Atarfe.
Descripción de Sierra Elvira
Contrastando con las eternas nieves que cubren las cimas de Sierra Nevada, destácanse sobre las siempre verde llanuras de la florida vega granadina las cobrizas eminencias de Sierra Elvira, áridas incapaces de cultivo, y en cuyo ingrato suelo, “ni se crían flores, ni dora mieses
el estío, ni maduran frutas para el sustento y regalo de los habitantes de aquellas comarcas”.
Situada en el partido judicial de Santa Fe, término de Atarfe, a la izquierda y en el camino de Pinos Puente a Granada, tiene su origen en el paraje nombrado la Faura, jurisdicción de Albolote y prolongándose hacia occidente, termina a la inmediación del citado pueblo de Pinos aquella banda jurásica que, formada por una masa de piedras informes hacinadas, sin mezcla alguna de tierra labrantía, más que algunas escasas manchas que sólo producen áspero esparto, presenta en su superficie piritas de hierro, cobre y azufre, grandes moles de cascajo en sus cavidades, y una medrosa caverna, a la que se desciende por entre la unión de dos grandes rocas, donde brota un raudal de agua caliente y sulfurosa, en cuya altura se nota sensible aumento y disminución, como si aquella corriente subterránea estuviese sujeta a un interior flujo y reflujo de ignoto origen.
El establecimiento de baños termales, que, aprovechando esta agua, existe cerca de la caverna, no ha sido bastante a desterrar de las vecinas comarcas el terror con que es mirada aquella estéril montaña. Y a la verdad, motivo hay para ello. En su cálida superficie
liquidanse los copos de nieve apenas caen; los rayos del sol, principalmente por la parte del sur, la hacen despedir un calor sofocante; de sus peladas cimas despréndense exhalaciones sulfúreas, parecidas a la eléctrica chispa del relámpago; y con harta repetición sucédense violentos terremotos en las cercanías de aquella sierra, que dejan sentir sus violentas conmociones hasta en la misma capital.
Por eso en todo el país está muy arraigada la creencia de que la extensa roca tiene un origen volcánico, y no falta quien tema verla abrirse algún día en su punto más culminante, conocido con el nombre de Cuna.
El extraño contraste que forma esta sierra con la que anteriormente describimos, dio origen a la feliz frase poética de que en Granada: “El fuego de Sierra Elvira, lo apaga Sierra Nevada”.
A pesar de tan tristes condiciones halláse en la falda oriental de aquella sierra la morisca población de Atarfe con sus recuerdos romanos del cortijo de las Monjas, que unidos a otros datos han hecho concluir a ilustrados anticuarios que allí estuvo la celebérrima Iliberis,
cuestión de que trataremos al investigar los orígenes granadinos.
Producciones minerales y aguas medicinales Si en hermosura y riqueza no cede a ningún otro el suelo granadino, también puede ostentar fecunda fuente de prosperidad pública en sus canteras, apenas explotadas y menos conocidas. Las de Sierra Elvira, de mármoles pardos y negros, que pueden competir con los mejores de Italia en esta misma clase (El autor de este libro ha tenido ocasión de notar un curioso fenómeno en los mármoles de Sierra Elvira, cual es el de haber hallado impresiones de mariscos en el núcleo constitutivo del mármol y no en su superficie.
A largas disertaciones pudiera dar lugar este hecho que consignamos aquí para que los naturalistas puedan deducir de él la consecuencias que su criterio estudios y les sugieran). La variada constitución del terreno granadino da también origen a que tan diversa como se presenta esta provincia en el número de sus producciones, lo sea igualmente en sus aguas minerales, como si allí hubiese querido reunir
la mano del Omnipotente cuanto pudiera servir para las necesidades, placeres o consuelo del hombre. Las mencionaremos por el orden del alfabeto en cuanto sea posible seguirle.
En una concavidad de Sierra Elvira se halla la balsa de que ya hablamos con la temperatura de 22º, provechosa para los padecimientos cutáneos leves, las afecciones de ojos y reumatismos crónicos poco intensos.
Pueblos y caseríos Atarfe.
Lugar edificado en la falda septentrional de Sierra Elvira, no lejos de los márgenes del Geníl, con clima benigno, aunque propenso a fiebres intermitentes. Es notable por haberse encontrado en su término, y muy inmediato a la población, ruinas y monumentos que
revelan la existencia en aquel paraje de una población romana, que algunos pretenden corresponda a la antigua Illiberis. Como veremos en su lugar oportuno, esta conjetura está destituida de fundamento, lo cual ya se indicó hace bastantes años en una memoria que sobre
el particular presentamos a la Academia de la Historia, y recientemente habrá de sufrir comprobación completa en el notable trabajo que prepara y lleva muy adelantado uno de nuestros más doctos historiadores y anticuarios.
Los vestigios de población romana hallados cerca de Atarfe, son del bajo imperio, y por consiguiente de la época cristiana. Puede verse su descripción en el periódico La Alhambra, tomo IV.
La población de Atarfe, lugar poblado por los árabes, no lejos de la antigua vía romana, vive en regulares casas, repartidas en calles que todas van a parar a una central. Población contando la de los caseríos y cortijos de su término y los cercanos baños, 560 vecinos, 2.183 habitantes. Caparacena. Cuenta 42 vecinos, 247 habitantes, incluso los cortijos de su término
Artículo editado por Corporación de Medios de Andalucía y el Ayuntamiento de Atarfe, coordinado por José Enrique Granados y tiene por nombre «Atarfe en el papel»