José Antonio Marina: «Somos seres admirables, pero muy peligrosos»
En ‘Biografía de la inhumanidad’, el filósofo, ensayista y pedagogo traza una genealogía del ser humano a través de sus atrocidades y crueldades.
-¿No acertamos a librarnos de la atrocidad?
-La humanidad progresa en todas las dimensiones medibles -expectativa de vida, educación, supervivencia infantil…-, pero con frecuencia sufrimos colapsos, cruces de cables y enloquecemos. Llegamos al horror una y otra vez. Trato de entender por qué insistimos en esos mecanismos que nos llevan a la atrocidad.
-¿Y la respuesta es?
-Que a lo largo de la evolución hemos mantenido dos tipos de comportamientos innatos, unos agresivos y otros compasivos y cooperativos, y que el balance es complicado. Para frenar la potente y caudalosa vía de la agresividad creamos diques, como el fomento de los sentimientos de compasión, solidaridad y ayuda; la moral y los sistemas jurídicos; e instituciones como el Estado, protector de derechos y vidas individuales. Cuando estas presas se derrumban, el caudal de la agresividad se despeña y llegamos al horror sin paliativos. Y se repite una y otra vez a lo largo de la historia. La compasión se limita a la tribu y a la familia. No la ampliamos a los demás y nos deshumanizamos.
-¿No aprendemos y nos insensibilizamos ante el horror?
-En la historia hay fenómenos civilizadores muy potentes, pero también regresivos y descivilizatorios. Cuando perdemos el sentimiento de humanidad compartida que tardamos milenios en construir, ocurren fenómenos como el Holocausto, los genocidios de los hutus contra los tutsis en Ruanda, de los serbios contra los bosnios en Yugoslavia. Estamos en un frágil equilibrio y si nos descuidamos un poquito nos deslizamos por el tobogán de la atrocidad. Stalin dijo que una muerte es una tragedia y 100.000 muertes son una estadística.
-La religión, que debía apaciguar, actúa a veces como acelerante. ¿Se mató, se mata y se matará en nombre de Dios?
-Sí. Las religiones tuvieron una enorme potencia humanizadora propiciando el aumento de la compasión antes de nuestra era. Pero cuando se aliaron con el poder entraron en una espiral peligrosa y se convirtieron en fuentes de miedo, odio y agresividad contra quienes no las profesan.
-¿Cómo alimentar la compasión, antídoto del odio y la barbarie?
-La llevamos de fábrica, pero se adormece. La hemos despreciado, desdeñado y menospreciado. Reclamamos antes justicia, pero la compasión va por delante. Debemos compartir el dolor de una persona y luego trabajar para que la justicia la proteja. Los niños nacen siendo compasivos, pero a partir de los 28 meses empiezan a olvidar la compasión en la escuela, que es una máquina de borrado de la compasión. Eso es terrible y peligroso. Educar en la compasión es una asignatura pendiente de la humanidad.
-¿El siglo XX es el más bárbaro de la historia, como se repite?
-Steven Pinker, un gran investigador, constata que el siglo XX ha sido el menos violento en términos porcentuales y valorando las escalas demográficas. En términos absolutos nunca murió tanta gente en guerras como en el siglo pasado, cierto, pero hubo antes muchas guerras más mortíferas cuando la población del planeta era otra. La muerte de 50 millones de personas es escalofriante, pero supone un porcentaje bajo de la población.
-Fue el siglo de genocidas como Hitler, Stalin o Pol Pot.
-Son los grandes industriales del asesinato masivo. Matar a millones de personas no es fácil. Y ellos lo sabían. Todos los genocidios son provocados y dirigidos por instituciones políticas que alimentan el odio y el miedo contra un grupo y lo deshumanizan hasta crear un enemigo con el que no hay que tener compasión. Se abre la compuerta hacia la atrocidad. Si deshumanizas a alguien con argumentos políticos, religiosos o raciales lo conviertes en un enemigo eliminable. Un asesino etarra dijo que él no mató a una persona, que había matado a un empresario.
«La escuela es una máquina de borrado de la compasión. Eso es terrible peligroso»SOBRE LA MALA EDUCACIÓN
-¿La guerra es consecuencia de la civilización como dice?
-Es un hecho que con la civilización surgen las pugnas y aumenta la capacidad mortífera de las armas. Hay quien defiende que la guerra es formadora de los pueblos y que no hay posibilidad de civilización sin guerra. Que es una manera de seleccionar a las naciones y a los espíritus más fuertes. Lo sostenían algunos filósofos antes de la II Guerra Mundial.
-¿Habrá III Guerra Mundial?
-Vamos hacia otros escenarios bélicos. Habrá conflictos localizados y las guerras globales serán digitales y cibernéticas. Somos muy vulnerables. Estamos perdiendo nuestra capacidad de decisión y de comprensión. Las redes sociales son potentísimas industrias de persuasión digital a las que entregamos todo lo que nos piden. Están desapareciendo el pensamiento y el sentido crítico, y si los perdemos nos hacemos aún más vulnerables. Las redes tienen una capacidad colosal de movilizar odios. Andémonos con cuidado.
-¿Cabe ser optimista?
-Sabemos que los mecanismos de la atrocidad son dominables y creímos controlarlos, pero una y otra vez volvemos a caer. Las pasiones violentas se desatan con enorme facilidad y se controlan con enorme dificultad. Somos seres admirables, pero muy peligrosos.
-¿Hay culturas sin crueldad?
-No. Por desgracia, es una exclusiva humana, como la venganza o la tortura. Los animales son feroces pero no crueles. Al miedo y al odio que anteceden a la crueldad se une la capacidad expansiva de la inteligencia, que lo amplifica todo, hasta el odio. La inteligencia, que nos lleva por muy buenos caminos unas veces, otras nos conduce a la barbarie.
-¿La violencia bélica se ceba siempre con las mujeres?
-Sí. La violación masiva de mujeres es un arma de guerra. Una constante terrible en la historia con manifestaciones monstruosas en el siglo XX: la violación sistemática de alemanas tras la ocupación soviética o de bosnias en Yugoslavia. Las víctimas fueron, además, despreciadas. Durante mucho tiempo no se atrevían a contarlo. Se sentían sucias, material desechable. Por eso se tardó mucho en considerar que las violaciones masivas son un delito contra la humanidad.
«No entregamos a las redes sociales, que tienen una capacidad colosal de movilizar odios»
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