Menos sal, muy poca carne, sin utensilios de plástico… así comeremos en 2030

LA ALIMENTACIÓN DEL FUTURO

En cierto sentido, se producirá una «vuelta a lo tradicional», vaticinan los expertos

El tango dice que ‘veinte años no es nada’, pero, en lo que se refiere a los hábitos alimenticios, supone una eternidad. Incluso una década es mucho tiempo y marca la diferencia con la anterior. Porque, si algo define la dieta de los españoles en los últimos 50 años, es el ritmo vertiginoso al que se han sucedido los cambios, que, además, hemos adoptado con pasmosa facilidad, casi sin darnos cuenta. Y la rueda sigue moviéndose: tanto nuestra pirámide alimenticia como el ritual de comprar comida y disfrutarla siguen variando. Y, a su compás, la industria alimentaria y de envases¿Es posible saber qué y cómo comeremos dentro de diez años? ¿Y cómo lo compraremos? Hay tendencias que ya se perfilan. Estos son, según cinco expertos, los cambios más relevantes.

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Menos carne

«Ni hace falta tanta carne, ni es sostenible para el planeta. Así que nos alimentaremos sobre todo de plantas, lo que, según muchos estudios, es muy beneficioso para reducir el número de enfermedades crónicas», indica Eduard Baladia, dietista-nutricionista de la Academia Española de Nutrición y Dietética. En los 90 el consumo de carne llegó al tope, con 119 kilos por persona y año respecto a los 22 kilos que se consumían en 1961, y este siglo ya ha bajado otra vez a 93… y se prevé que ya no volverá a su edad de oro en los próximos años.

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Búsqueda de nuevas fuentes de proteína

El ser humano necesita proteínas para vivir y no quiere abusar de la carne. Entonces, ¿de dónde las sacará? Se explotarán las fuentes de proteínas vegetales de mejor calidad, como la soja –en todas sus formas– o la quinoa, que aportan tanta cantidad de proteínas como muchas carnes o pescados y sin apenas grasa. Frutos secos, semillas… Nuestros platos llevarán estos añadidos de forma habitual: ahora mismo son un aliño sabroso, pero se van a convertir en un ‘must’, como las algas, que, de momento, no están muy popularizadas. Son muy ricas en proteínas (como la espirulina), carbohidratos, fibra, minerales y ácidos grasos poliinsaturados, además de tener numerosas vitaminas. Muchos expertos en nutrición las consideran ‘el alimento del futuro’, solas, como acompañamiento o como aliño: son sanas, su producción es ecológica y ayudan a perder peso –recordemos que la obesidad es ya un problema serio en los países desarrollados– por su bajo aporte calórico. Además, como hay gran variedad, cubren distintas necesidades y aportan diferentes sabores.

 

UNA COMPRA ‘DISTINTA’

A granel
«Empiezan a verse modelos de supermercados donde los alimentos y hasta productos de limpieza son a granel, como antes. ¡Hay máquinas expendedoras de champú donde rellenas tu propio bote!», indica Roberta, quien espera que esta tendencia tan ‘eco’ prospere. Desde luego, las bolsas de plástico deberían ser historia en 2030.
Retornables’
¿Quién no ha devuelto de niño los cascos de las botellas para recuperar unas monedas? En algunos países ya se vuelve a hacer con cierta normalidad y en España la tendencia va en esa dirección. «Reducir materiales es clave», dice Barbán.

¿Más nuevos nichos de mercado que crecerán? Sí, el de los insectos y sus larvas. Ahora mismo, en España un insecto no está considerado legalmente materia prima para comestibles. Pero, en cuanto la UE acabe el proceso de regularización de los denominados ‘nuevos alimentos’, ofrecerá un paraguas legislativo para todos los países de su entorno y el nuestro verá cómo el mercado se abre a, por ejemplo, las harinas fabricadas con gusanos (con un 60% de proteína), una cantidad muy superior a la que contiene la carne de vaca (un 33%), el pollo (23%), el salmón (un 22%) o los huevos (12%). Por ello, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura recomienda su uso desde hace años para alimentar a los más de 7.700 millones de personas que habitamos el planeta.

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Menos sal

La sal es el enemigo invisible. Abusamos de ella: algunas veces, porque nos pasamos al agregarla a los platos, pero, sobre todo, porque está presente, y normalmente en grandes cantidades, en alimentos procesados, ya que ensalza el sabor y es muy adictiva. De hecho, en torno al 80% de la sal que ingerimos es por esta vía, no porque enloquezcamos con el salero. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva años alertando de este problema: la mayoría de la población duplica la ingesta recomendada de sal –cinco gramos diarios–, lo que contribuye a la hipertensión arterial e incrementa el riesgo de padecer problemas de corazón y accidentes cerebrovasculares, dolencias que están en el top del ránking de causas de muerte en el mundo desarrollado. Ya se están tomando medidas al respecto para reducir drásticamente la cantidad de sal en los productos procesados para 2025. «Hay estudios que lo han vinculado al aumento de algunos tumores», apunta Baladia.

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Aditivos, los justos

«Se van a ir mejorando las fórmulas para que contengan menos grasas y azúcares. Y también tendrán que evolucionar, ya que las nuevas fuentes de proteínas prioritarias –algas, insectos, legumbres– necesitarán sus propios aditivos para resultar más apetecibles», explica Begoña Pérez Llano, directora del Máster de Nutrición, Obesidad y Técnica Culinaria de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y profesora de Tecnología de los Alimentos.

«Pero, desde luego, sólo se utilizarán si su uso está muy justificado –indica Pérez Llano–. Por ejemplo, ya está prohibido echar colorantes para enmascarar que un alimento está en mal estado… Siempre deben mejorar el producto, no ‘disfrazarlo», detalla. Esto ya se hace, claro: hay distintos organismos de seguridad alimentaria que se encargan de revisar periódicamente la lista de aditivos y sacan de ella a los que dan problemas de alergias, por ejemplo.

Además, en diez años, según vaticina Pérez Llano, los aditivos estarán pensados para diferentes segmentos de población. Por ejemplo, para hacer una hamburguesa vegetal apetecible para los que ya tengamos cierta edad, quizá haya que darle un toquecito de saborizante que nos recuerde a la carne con la que nos criamos, mientras que las nuevas generaciones, ya menos habituadas a este tipo de proteína, podrán apreciar más el sabor ‘natural’.

5

Adiós al menajede plástico

La guerra contra el plástico que ya se ha iniciado… ¿cómo irá dentro de diez años? ¿Lo notaremos a la hora de comprar alimentos e ingerirlos? «¡Ya se nota un poco! La industria se está esforzando en hacer envases más sostenibles y usar nuevos materiales», indica Roberta Barbán, profesora del Grado de Diseño Digital de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Algunas cosas de uso común en nuestros rituales de alimentación habrán pasado a la historia en una década. «Las pajitas de plástico, los vasos y cubiertos de este material, lo mismo que los ‘tuppers’… Parece que se hará como en Japón, donde nos llevan mucha delantera en esto. Allí, la gente, que en su mayoría come fuera de casa, tiene sus cubiertos personales de metal o madera y su botellita de vidrio o de otro material duradero para beber agua», apunta Roberta. También usan mucho sus cajas bento, una especie de bandeja con compartimentos para distintos alimentos que se puede cerrar y es fácilmente transportable. Digamos que es una especie de fiambrera como las de aquí, pero con distintos apartados. «Se les ve mucho en los trenes rápidos comiendo así, con sus cajas, que es mucho más ecológico porque generan pocos residuos», recuerda Barbán, que conoce muy bien las costumbres niponas.Comida menos procesada

 

La alimentación, más sana y vegetal, y sus envases… ¡también!

«El sector del envasado se enfrenta a un gran reto: la población mundial aumentará hasta 8.600 millones de personas en el 2030… Son muchas más bocas que alimentar», indica Ramiro Ortiz, director General de Tetra Pak Iberia. Esta empresa de envases de cartón sostenibles es pionera en lanzar pajitas de papel reciclado en Europa (2019) y también fabrica envases con plástico procedente de caña de azúcar (polímeros vegetales). «En 2020, Tetra Pak Iberia comercializó más de 500 millones de envases con polímeros vegetales y para 2021 esperamos se multiplique por cuatro». Es decir, sí, la industria se está poniendo las pilas. Les va la vida en ello.

Según explica Baladia, la gente va dándose cuenta de que la única forma de no meterse al cuerpo más sal, azúcares, grasas y calorías vacías de las que queremos es optar por alimentos frescos en detrimento de los elaborados. Por eso, a diez años vista, el dietista-nutricionista considera que «se ingerirá menos comida basura y se volverá a intentar recuperar la dieta mediterránea, con frutas y verduras frescas y grasas saludables». Pero, ojo, habrá que cambiar el modelo de agricultura si las frutas y verduras van a tener tanto protagonismo: «Nuestro modelo de producción agrícola, basado fundamentalmente en una agricultura intensiva que agota los suelos y los drena de minerales y nutrientes, está produciendo alimentos cada vez más pobres –alerta Jorge Angel, director médico del laboratorio Equisalud–. La buena noticia es que hay suplementos alimenticios que pueden solucionarnos esas carencias, pero es triste vislumbrar un futuro donde el papel de los complementos alimenticios no solo sea el de prevenir y mejorar trastornos, sino que se habrán convertido en una parte más de la cesta de la compra, completando aquello que no podemos encontrar en el plato».

6

Más legumbres

El haber abandonado tanto el consumo de legumbres es uno de los dramas gastronómicos de España. Son sanas, baratas… ¡y a la gente le encantan! En los años 60 se ingerían 20 gramos por persona y se ha reducido, según los expertos, a menos de la mitad. Algo que en el futuro está llamado a cambiar, debido al aumento de población y el encarecimiento de la carne.

7

Vegetarianismo basura

Nos dicen comida basura y a todos se nos vienen a la cabeza los mismos alimentos: fritos, hamburguesas, todo tipo de inventos con queso fundido y salsas… Pero en diez años el concepto se va a ampliar. Ya se está empezando, de hecho. Como la gente se va a decantar más por consumir plantas, la industria está al quite y ofrecerá productos vegetales procesados «que también son auténtica basura», alerta Baladia. Y, para hacerlos más apetecibles y sabrosos, «les añaden mucha sal y grasas». Por esto, en el futuro, tendremos que aprender a leer bien las etiquetas… «Mejorará el etiquetado, porque se les obligará a hacerlo mejor. Y siempre con códigos QR se podrá ver información detallada de los alimentos», apunta Barbán.

 

«Cuando creció el poder adquisitivo, nos fuimos a lo comercial»

Década a década va cambiando lo que comemos y la forma en que lo hacemos. Hace medio siglo, en España se comía en torno a las 13.00 horas y en familia, se ingería gran cantidad de pan (¡unos 800 gramos por cabeza al día!), muchísimas legumbres y poco o nada de alimentos procesados, que tuvieron su boom en los años 90, con la época de bonanza económica. Década a década va cambiando: ahora volvemos a hacer las comidas principales un poco más temprano –sí, nos ‘europeizamos’–, pero seguimos alimentándonos mientras vemos la tele, con el ‘tupper’ en el trábajo y, a menudo, solos. Este es el presente… ¿y el futuro? Eduard Baladia lo ve así.

–¿Cómo comeremos en 2030?

–La transición nutricional indica que, cuando aumenta nuestro poder adquisitivo, dejamos de lado lo tradicional, comemos más fuera de casa y nos tiramos más a los alimentos ultraprocesados. Aquí este fenómeno ya se ha dado y creo que en el futuro cercano se va a volver a las cosas buenas que tenía la dieta tradicional. Más verduras y frutas frescas, más legumbres, menos carne, menos comida basura…

–Suena bien…

–Bueno, a ver… La industria alimentaria siempre va a intentar vendernos a los consumidores productos supuestamente sanos y sostenibles y que quizá no lo sean tanto.

–Por lo tanto, ¿tendremos que estar más atentos a lo que compramos para comer, no?

–El consumidor deberá revisar bien, sí, y tener un mínimo de educación alimentaria. Pero no sólo es su responsabilidad… ¡Los gobiernos deben legislar para protegernos!

–¿Cómo?

–Por ejemplo, como ya se ha hecho, evitando que la comida basura tenga supertamaños a precios reducidos y abaratando los productos frescos, pero para ello deberá ayudar a los productores. S. v.

SOLANGE VÁZQUEZ

FOTO: FELIZ ARIZA

https://www.ideal.es/vivir/nutricion/poca-carne-sin-plastico-dieta-futuro-20210606174300-ntrc.html

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