Juan Luis Arsuaga y Juan José Millas coquetean con la muerte
El paleoantrópologo y el escritor han presentado el libro La muerte contada por un sapiens a un neandertal “Los únicos que evolucionan, cambian y mueren son los organismos” y “el carpe diem es la conclusión»
iempre he pensado que con la muerte hay que coquetear”, ha señalado el escritor Juan José Millas en De pe a pa. A pesar que hay gente que pueda señalar que no hay que hablar de la muerte, él cree que sí que hay hacerlo. De hecho es lo que se han propuesto él y el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga en el libro La muerte contada por un sapiens a un neandertal. Estaban en una cena y Arsuaga le dijo a Millás: “¿Te gustaría saber los años que te quedan de vida?”. Tenía en el móvil una aplicación que “lo dice” y respondió “pues sí”.
“De ahí justamente arrancó todo, porque además yo ya estaba en esa época en una situación un poco de desprendimiento del yo, que es un proyecto que tengo y a ver si lo consigo antes de morirme. Si consigues desprenderte del yo, la muerte es una tontería que incluso tiene gracia, porque realmente la muerte no existe. No existe porque porque te transformas y te cambia, lo que lloramos en la muerte es la muerte del yo, pero el yo es un accidente gramatical, es un pronombre personal y el mundo está lleno de yoes. Uno más no añade nada”, ha añadido el escritor.
Morirse desde dentro
“Lo que le interesa al biólogo es por qué existe, curiosamente, lo que se llama muerte natural, porque las muertes no naturales son fáciles de entender. Son accidentes, fuerzas ajenas a nosotros, competidores o parásitos”, ha destacado el paleoantropólogo. “Durante la primera parte de nuestra vida, cuando somos jóvenes prácticamente la inmensa mayoría de los jóvenes, incluso en edades intermedias y durante la madurez, las causas de muerte son todas extrínsecas, externas. No hay muertes naturales. ¿Qué le ha pasado?, decimos”.
“A partir de esa edad persisten y continúan esas causas de muerte accidentales, pero de pronto nos morimos desde dentro, es decir, aparece lo que se llama técnicamente las enfermedades crónicas. Nuestro cuerpo empieza a desarrollar enfermedades que antes no se desarrollaban. Eso es fascinante para un biólogo”.
“Tenemos poco incorporada la muerte en la vida cotidiana”, ha señalado Juan José Millas. “Cuando se muere alguien joven, dices ‘¿Qué ha pasado?’, porque es extraño. Pero eso ya está ocurriendo también con las personas mayores”. “Dices ‘algo habrá hecho, fumaba o bebía’.
Enfermedades mixtas
Arsuaga ha destacado que las enfermedades crónicas principales son el cáncer y “a partir de determinada edad todas son enfermedades de la vejez o bien enfermedades pulmonares, cardiovasculares o renales. Algunas son enfermedades de dentro a fuera, pero que tienen que ver con nuestros hábitos como la diabetes tipo 2. Sería un poco mixto”.
La eternidad existe
Para las especies biológicas “lo único que existe es el presente”, pero no “para una especie mineral”, ha explicado Arsuaga. “La eternidad claro que existe, todos los minerales son eternos, es decir, apenas cambia”. “Los únicos que evolucionan, cambian y mueren son los organismos”. “El carpe diem es la conclusión de toda esta reflexión: disfruta cada día como si fuera el último”.
Sin libertad y con una enfermedad
“Un animal salvaje criado en el zoo, por ejemplo, vive más allá de lo que viviría en la naturaleza, desarrolla las mismas enfermedades crónicas que desarrollamos los seres humanos cuando vivimos más”, ha contado el paleoantropólogo. “A lo mejor ha nacido en libertad, es decir, que en su genealogía ningún antepasado nunca había vivido hasta esas edades. Son los primeros que viven más allá de su fecha de caducidad”.
Los genes, lo que queda
“La transmisión de los genes requiere que uno esté vivo, que alcance la edad reproductiva. Los genes son lo único que queda de nosotros. Lo único que queda de los seres vivos son las copias de los genes que se transmiten a la siguiente generación a través de la reproducción, hasta el punto de que dándole un poco la vuelta y exagerando se ha llegado a decir que en realidad el cuerpo no es nada más que una cáscara, un vehículo del que se sirven los genes para perpetuarse”, ha explicado Arsuaga.