22 noviembre 2024

Los esguinces también exigen entrenar el cerebro para volver a pisar bien

Sufrir esguinces es frecuente y más si se practican deportes de saltos como baloncesto o voley. Pero hay personas que se tuercen el tobillo cada dos por tres, sin motivo aparente. Sienten como si tuviesen los ligamentos blandos, que no les sujetan. Y, en muchas ocasiones, lo achacan a lesiones mal curadas que han dejado sus tobillos flojos. Pues no. La percepción que tienen es equivocada, los esguinces no dejan los ligamentos ‘dados de sí’ como nos puede parecer. Lo que sucede es que provocan que nuestro cerebro no perciba la postura en la que colocamos el pie al andar. Y ese es el origen de las nuevas torceduras. ¿Lo bueno? Que tiene solución y hay ejercicios que permiten recuperar la pisada correcta.

Los esguinces ya no se rehabilitan inmovilizando el tobillo durante semanas como antes. «Han cambiado los protocolos. Ahora lo indicado es apoyar, andar y hacer ejercicio desde el principio, a no ser que se trate de un esguince de gravedad que impida pisar», señala el doctor Quim Chaler, de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF). Los vendajes y la inmovilización tampoco están indicados para esta lesión, porque provocan «una mayor debilidad muscular» y «que tardemos más tiempo en recuperarnos».

Así que si nos doblamos el tobillo, nada de quedarnos tirados en el sofá y con el pie en alto. «Es importante seguir andando, pisar en cuanto nos sea posible, incluso con dolor», coincide Raúl Ferrer, del Colegio de Fisioterapeutas de Madrid. Y comenzar con ejercicios de rehabilitación.

Fuera tobilleras

Pero antes de lanzarnos a trabajar en la recuperación, debemos tener claro que no es un problema solo del pie, sino también de la ‘cabeza’. El médico catalán especialista en rehabilitación explica las consecuencias que tiene el esguince en nuestro cerebro y cómo influye en que podamos (o no) ponerlo a punto de nuevo. «Los ligamentos son una especie de cuerda que estabiliza el pie. Tienen receptores propioceptivos y gracias a ellos el cerebro puede identificar en qué posición se encuentran el tobillo y el pie cuando apoya en el suelo y cuando está en movimiento. El esguince altera el sistema propioceptivo, la información que recibe el cerebro de cómo está posicionado el pie y nos crea inestabilidad», detalla. O, lo que es lo mismo, pisamos mal –solo con el lateral del pie, por ejemplo– sin darnos cuenta y entonces nos lo doblamos con más facilidad.

«Hace tiempo se pensaba que tras un esguince, los ligamentos quedaban flojos pero no es así. O se rompen o no se rompen, pero no se quedan blandos», completa Ferrer. «La idea de que debemos fortalecer los ligamentos está abandonada. La clave de la rehabilitación es trabajar equilibrio y precisión en el apoyo», añade este fisioterapeuta.

Una buena labor de recuperación precisa tanto trabajar «la movilidad del tobillo» como «la estabilidad postural en la pisada», coincide Chaler. Saltar a la pata coja o mantener el equilibrio en una superficie irregular son buenos ejercicios para recobrar la percepción de nuestro apoyo, propone el especialista.

Y las tobilleras que utilizan las personas que tienen esa sensación de ligamentos de chicle –después de haber sufrido varios esguinces–, tampoco son aconsejables. «Ni previenen, ni facilitan, ni recuperan. Y dan una sensación falsa de seguridad. Pueden provocar, incluso, inestabilidad crónica en los tobillos». ¿La razón? «El cerebro no recibe la información real y percibe que el tobillo está curado y no hace el trabajo que tendría que hacer. Queda una laguna en el aprendizaje de volver a pisar bien», detalla el fisioterapeuta madrileño.

La buena noticia es que, aunque llevemos años acumulando torceduras, tiene solución. El cerebro es capaz de recuperar esa percepción de pisada correcta, hasta en personas mayores, coinciden los expertos.

Estos ejercicios ayudan a curar y corregir torceduras

Los esguinces precisan un trabajo de rehabilitación. Iñigo Álvarez, licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y fundador y entrenador de SUT Training, propone ejercicios que se pueden hacer a diario. Estaría bien acompañarlos con algo de actividad física: gimnasio, nadar…

1.Trabajar la movilidad del tobillo

Sentados o tumbados con la rodilla extendida, realizar giros con el tobillo. Una manera muy sencilla es escribir el abecedario con el pie. Y de esta manera nos aseguramos de trabajar todos los rangos.

2. Ejercitamos la fuerza del pie

Sentados en una silla y con una toalla en el suelo, jugamos a coger la toalla con los dedos de los pies. Podemos hacer tres series de veinte repeticiones cada una de ellas

3. Rutinas para aumentar la fuerza de los tobillos

Nos sentamos en el suelo con la pierna extendida y en posición paralela a una pared. Con el tobillo a noventa grados, empujamos la pared con el pie (hacia fuera) durante cinco segundos. Hacemos tres series de seis a ocho repeticiones. Podemos llevar a cabo el mismo tipo de ejercicio empujando el pie lesionado contra el otro, hacia dentro..

4. Mejorar la propiocepción del tobillo.

Para ello, caminaremos con las puntas de los pies y con los talones tres series de diez metros. En este apartado incluiríamos el trabajo a la pata coja. Jugamos con abrir y cerrar un ojo, los dos… Hacemos de seis a ocho repeticiones de unos 30 segundos cada una y de tres a cuatro series en cada pie.

.Y en nuestra vida diaria

En nuestras rutinas diarias también podemos llevar a cabo algunos ejercicios. Raúl Ferrer, fisioterapeuta del colegio de Madrid, explica que, tras un esquince, el trabajo que se hace en el gimnasio bajo supervisión de los profesionales es muy importante, pero no suficiente. «Esa hora de rehabilitación no es bastante, hay que ejercitarse más tiempo y durante los siete días a la semana», aconseja. Algunas ideas: «Subir las escaleras de dos en dos y de tres en tres o recurrir al bosu –una plataforma que sirve para trabajar el equilibrio– y mantenernos encima pisando a la pata coja.

El fisioterapeuta madrileño señala que tras el esguince es importante cargar el pie afectado de forma progresiva. Y propone «empezar por el 20% del peso del cuerpo».