Hay un mapa del futuro que quizá no nos apetezca mirar. Si nada lo remedia, el nivel del mar subirá 1,8 metros para final de siglo y se tragará una parte del litoral español: El Delta del Ebro, el aeropuerto del Prat, las playas de Cádiz o de Castellón… Las administraciones estudian medidas para frenar lo que parece inevitable

En sus décadas como investigador, el catedrático de Ingeniería Hidráulica, Marítima y Ambiental Agustín Sánchez-Arcilla jamás había vivido una atención semejante desde todas las administraciones. El patrocinio público europeo, nacional y autonómico a sus hallazgos ha llegado al punto de asociarse con su laboratorio para impulsar sus descubrimientos con la misión de salvar el Delta del Ebro y, con eso, todas las demás zonas en peligro por la subida del nivel del mar.

El nivel del mar aumentará progresivamente hasta alcanzar 1,4 metros más 2100, según las estimaciones de Naciones Unidas; 1,8 metros, según el escenario que ya maneja Sánchez-Arcilla con su equipo de la Universidad Politécnica de Cataluña, puesto que la velocidad a la que se derrite el hielo del Antártico ha aumentado.

La preocupación de todas las administraciones, siente Sánchez-Arcilla, es real. En el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático 2021-2030, el Gobierno ya recoge como medida de adaptación el posible «abandono planificado de las zonas susceptibles» y la «reubicación de viviendas». Un plan para España, con 8.000 kilómetros de litoral, con un tercio de su población habitando la franja costera, con la explotación de la primera línea de playa para nutrir al sector turístico, fundamental en la economía del país.

¿Un retroceso ordenado de la población al interior? Todavía no.

 

 

Delta del Ebro

El Delta del Ebro, y las poblaciones asentadas en él, están por debajo de los dos metros sobre el nivel del mar; tres, en las zonas más elevadas. Es decir, sin una solución, quedarían sumergidas a final de este siglo. La falta de la llegada de sedimentos al delta por la regulación y la explotación del Ebro acelera la erosión de sus tierras.

 

 

La aportación artificial de arena, una medida ya practicada, es solo un parche que dura «un invierno o un par de tormentas; se pierde en el mar y no vuelve», según explica Sánchez-Arcilla. En España, además, hay poca arena, porque la plataforma continental es estrecha. La solución de su proyecto, Rest-Coast, consiste en aportar biodiversidad para restaurar la costa; es decir, completar con vegetación el aporte de arena, tanto en la superficie como bajo el agua. Así, con menor huella artificial, las tierras quedan sujetas por la naturaleza para, en definitiva, restaurar el ecosistema de la costa con escasa inversión y poca necesidad de mantenimiento. Un sistema, presume, válido para cualquier playa.

Conseguir que la naturaleza se autodefienda. Ganar tiempo. Un siglo.

Barcelona

 

 

Porque, si no se restauran las playas amenazadas, ¿qué hacer? ¿Retroceder? ¿Llevarse todas las infraestructuras de las costas amenazadas por peligro de inundación? La mayor parte del aeropuerto del Prat de Barcelona, por ejemplo, está por debajo de los dos metros sobre el nivel del mar. Es decir, quedaría bajo el agua a final de siglo.

¿Llevarse a la población al interior? La zona del puerto de Barcelona está por debajo de la cota de los dos metros sobre el nivel del mar, así como gran parte del Bajo Llobregat, con poblaciones importantes como Cornellá y Gavá.

Castellón

 

El puerto de Castellón también quedaría sumido por el agua a finales de siglo, y los Marjales de Nules-Burriana y de Almenara, así como buena parte del litoral de la provincia y de toda la Comunidad Valenciana, muy urbanizada.

Las zonas más amenazadas son las que no tienen respuesta natural al fenómeno. Los deltas, por la falta de sedimentos, y las costas urbanizadas. «Las costas artificializadas habrá que mantenerlas de por vida porque no tienen ancho suficiente para retroceder, que es la forma de equilibrar la subida del nivel del mar», explica Sánchez-Arcilla.

«La playa no tiene por qué desaparecer, sino que retrocede. Si tiene un campo de dunas, retrocede. El problema es que en muchos casos hay estructuras rígidas, naturales o artificiales, y la playa no puede compensar el retroceso de la línea de costa. Cuando suba el nivel del mar, la playa quedará ocluida», apunta el geógrafo Nicolás Ferrer, investigador del Instituto de Oceanografía de la Universidad de Las Palmas.

Valencia

 

 

Hay una relación directa entre la elevación del terreno y el riesgo de inundación. Cuanto más baja es una zona, mayor riesgo de quedar sumergida. Aunque hay otros factores como la climatología o la dinámica de corrientes, el peso de la amenaza se vive a ras de mar.

Los mapas de este reportaje destacan las zonas del litoral cuya elevación del terreno queda por debajo de tres metros. Son las zonas inundables y, por tanto, las más amenazadas. ¿Es alarmista pintar bajo el agua la casa donde deberían estar viviendo en el año 2100 nuestros hijos, nietos o biznietos? Barrios enteros de Valencia capital, las playas al completo de Gandía y Oliva, entre otros. «Son indicadores globales, mejores cuanto más regionales o locales son, pero siempre hay que contar con la incertidumbre», matiza Sánchez-Arcilla.

Alicante

 

 

La primera línea de la costa Mediterránea está ampliamente urbanizada. «La presión de macro urbanizar la costa siempre influye de forma negativa. La construcción de diques, la alteración de los patrones de deriva litoral, de dónde se depositan los sedimentos… Se acaba con el sistema dunar, que es la barrera de protección básica de la playa y la vegetación que la fija», lamenta la doctora en Oceanografía Ana Aldarias, coordinadora del área de Marina de Ecologistas en Acción.

La playa tiene su sistema natural de retroalimentación. Para que eso funcione, se necesitan dunas. De forma natural, la playa durante el verano tiende a perder arena, que se retiene en las dunas. Durante el invierno, de forma natural, esa arena vuelve a la playa. «¿Que no conviene porque el turismo necesita arena en verano? No podemos jugar a que el ecosistema se adapte a nosotros. Esa arena que se repone se pierde con el primer golpe de viento porque no da tiempo a que se asiente», explica Aldarias.

Mar Menor

 

 

El mar sube por tres motivos: la marea eustática, por el calentamiento del agua; las mareas astronómicas (la común alta y baja marea), y las mareas meteorológicas, producidas por las tormentas. El impacto de una se superpone al resto. Así, una tormenta puede ser trágica, como ha comprobado recientemente la Región de Murcia con las sucesivas DANAS en su litoral. «La costa Mediterránea está menos preparada de manera natural a las grandes lluvias. Las tormentas, más limitadas, cuando llegan, arrasan; y son devastadoras», explica Sánchez-Arcilla.

El terreno más bajo en la Región de Murcia es el litoral del Mar Menor, incluida La Manga, un agua ya de por sí castigada por los vertidos de la zona.

Baleares

 

 

El Mediterráneo, lamenta Aldarias, también empieza a ser un lugar hostil para el hábitat por su temperatura y la concentración de sal. En las Islas Baleares, por ejemplo, la planta marina posidonia es ya una especie protegida por decreto autonómico para evitar el retroceso de sus praderas. «Tener una pradera bien conservada ya no es solo por el hábitat en sí, sino que retiene sedimentos, y, por tanto, se dificulta la erosión de las zonas costeras si están cerca del litoral», explica Aldarias.

Cádiz

 

 

En Cádiz, por ejemplo, hay en marcha desde hace años programas para la restauración de sistemas dunares, apunta Aldarias, doctora en Oceanografía por la Universidad de Cadiz. Aunque, lamenta, son medidas puntuales, porque, al final, «casi todo está al servicio del turismo, no del ecosistema».

La mayor parte de Cádiz capital, así como las demás ciudades de la Bahía de Cádiz y especialmente el Parque Natural, están por debajo de los tres metros de altitud. Son zonas en riesgo por la subida del nivel del mar; una amenaza que cubre y supera toda el área de marismas que salpica la costa de Andalucía occidental, desembocadura de grandes ríos con un retroceso de aporte de sedimentos que impide compensar la erosión.

Doñana

 

 

El Parque Nacional de Doñana es, junto con el Delta del Ebro, el otro foco que más preocupa en España. «Serán las primeras zonas inundables importantes», vaticina Aldarias. No solo es el Parque Nacional, sino que la zona por debajo de los tres metros se extiende casi hasta Sevilla; el área continua más extensa con tan baja elevación en España. Zona protegida sin urbanizar, el impacto recae sobre su singular rica fauna y flora, y el mayor arrozal del país.

Huelva

 

 

El litoral de la provincia de Huelva está salpicado de zonas potencialmente inundables, como la capital, Ayamonte, Isla Cristina o Punta Umbría. Huelva es, después de Cádiz, la provincia donde el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico ha destinado mayor presupuesto para el aporte de arena en el último lustro. Un parche, según denuncian los ecologistas, ya que, apunta Aldarias, «deberíamos estar hablando de regeneración del sistema dunar y no regeneración de la playa».

La arena se ha convertido en una competición muy cara. «Igual no tengo arena, pues pongo un dique; pero ahora alteras toda la dinámica del litoral. Como en Málaga, que es dique tras dique. ¿Quieres quitar uno? Dejas sin playa al de al lado. Así que ellos quieren poner otro dique en la suya, y dejan sin playa al de más allá, y así sucesivamente», lamenta Aldarias. «Hay que alejar la presión costera. El problema es que todo el modelo de vivienda en la costa está mal de raíz. No todas las playas tienen que estar al servicio del turismo».

Rías del Cantábrico

 

 

El Atlántico Norte es menos vulnerable gracias a que su costa es más alta y con acantilados. En el Cantábrico, además, el uso del suelo costero es menor. «Alguna playa localizada sí puede sufrir, pero no toda la costa en general», asegura Sánchez-Arcilla. Santander y Bilbao tienen algunas zonas bajas; aunque la principal en la zona es el Parque Nacional de las Marismas de Santoña.

Rías Gallegas

 

 

Las Rías Bajas son una de las zonas más bajas de la costa de Galicia. «Las rías gallegas son zonas de poca playa sin un sistema de dunas detrás que le permita retroceder», explica Ana Aldarias. Corren peligro de quedar ocluidas ante una subida del nivel del mar.

Canarias

Las Islas Canarias, a pesar de contar con unas cotas más elevadas que las partes de la Península más amenazadas, cuentan con características propias que aumentan su riesgo ante la subida del nivel del mar. Las características oceanográficas de la región, con oleajes más altos, hace que estén expuestos, con riesgo sobre elementos de interés económico y ecológico, según explica el geógrafo Nicolás Ferrer, uno de los coordinadores del informe elaborado por Grafcan para el Gobierno canario sobre el impacto del cambio climático en las costas de las islas.

El informe avanza consecuencias de la inacción que abarcan desde un aumento de las inundaciones episódicas con afectación directa a la población, a daños en infraestructuras claves como las vías de transporte terrestre, la desaparición de playas turísticas, la reducción de hábitats y ecosistemas y un aumento de la erosión en toda la franja costera.

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