Un sistema inservible
El sistema mundial de protección de las personas refugiadas está inservible. Es evidente en todas partes, desde Australia hasta los enormes campos de acogida de Sudán del Sur, pasando por las frías calles de Estambul o los muros fuertemente fortificados de la Unión Europea.
En todo el mundo, 19,5 millones de personas se han visto obligadas a buscar refugio fuera de su país. Los gobiernos tienen el deber de ayudarlas. Pero los países más ricos siguen tratando a las personas refugiadas como si fueran un problema de otros.
Escondidos tras sus fronteras cerradas y temerosos de verse «inundados», permiten por conveniencia que otros países más pobres, principalmente de Oriente Medio, África y el sur de Asia, acojan a un increíble 86 por ciento de todas las personas refugiadas.
Además, haciendo caso omiso de la mayoría de las peticiones de ayuda humanitaria, dejan a los organismos de la ONU tan en bancarrota que ni siquiera pueden ya proporcionar alimentación suficiente a muchas personas refugiadas.
Esta situación tiene que cambiar ya. Amnistía presenta ocho soluciones para que los líderes mundiales, en particular los países más ricos, puedan comenzar a atajar juntos esta ingente crisis humanitaria.
La crisis mundial de refugiados en cifras
19,5 millones Personas refugiadas actualmente en todo el mundo
1,45 millones Personas refugiadas vulnerables que necesitarán ser reasentadas al final de 2017
86 % Porcentaje de personas refugiadas acogidas en países en desarrollo
Ocho maneras de solucionar la crisis
1. Una solución importante es abrir rutas sin riesgos a un lugar seguro a las personas refugiadas. Este medida supone permitir que las personas se reúnan con sus familiares y proporcionarles visados para que no tengan que gastar los ahorros de toda su vida ni que arriesgarse a morir ahogadas para llegar a un lugar seguro.
2. También supone reasentar a todas las personas refugiadas que lo necesiten. El reasentamiento es una solución esencial para la mayoría de las personas refugiadas más vulnerables, como las supervivientes de tortura y las que sufren problemas médicos graves.
Ahora mismo necesitan con urgencia esta ayuda vital 1,15 millones de personas. Pero de momento, las naciones más ricas del mundo se ofrecen a reasentar a menos del 10 por ciento al año. Amnistía Internacional calcula que al final de 2017 necesitarán reasentamiento 1,45 millones de personas refugiadas.
Salvar vidas
3. Los líderes mundiales deben también dar prioridad a salvar vidas. Nadie debería haber muerto cruzando una frontera; sin embargo, casi 7.000 personas se ahogaron en el Mediterráneo sólo en los años transcurridos desde que se produjo el primer gran naufragio en octubre de 2013.
En mayo de 2015, miles de personas que huían de la persecución en Myanmar estuvieron sufriendo durante semanas a bordo de barcos, mientras Tailandia, Malasia e Indonesia discutían sobre quién debía ayudarlas.
Los Estados deben poner fin a estas situaciones invirtiendo en operaciones de búsqueda y salvamento y prestando de inmediato ayuda a las personas en dificultades.
4. Además, viajen por tierra o por mar, a las personas que huyen de situaciones de persecución o de guerras se les debe permitir cruzar las fronteras tengan o no documentos de viaje. Obligarlas a retroceder y levantar vallas colosales no hace más que forzar a las personas a tomar rutas más peligrosos en busca de seguridad.
Poner fin al tráfico y al racismo
5. Todos los países deben investigar y enjuiciar a las bandas de traficantes que explotan a las personas refugiadas y migrantes, y poner la seguridad de las personas por encima de todo lo demás. Amnistía estuvo recientemente con supervivientes en el Sudeste Asiático que contaron que los traficantes mataban a las personas en los barcos cuando sus familias no podían pagar el rescate. A otras las arrojaban al mar y dejaban que se ahogaran, y otras morían por falta de comida y agua.
6. Los gobiernos deben también dejar de culpar a las personas refugiadas y migrantes de sus problemas económicos y sociales y, en lugar de ello, combatir todas las clases de xenofobia y discriminación racial. No hacerlo es totalmente injusto, fomenta las tensiones y el miedo a los extranjeros y, a veces, da lugar a violencia, e incluso a muertes.
En Durban, Sudáfrica, al menos cuatro personas murieron, muchas más resultaron heridas de gravedad y más de un millar, en su mayoría refugiados burundeses y congoleses, se vieron obligas a huir tras la violencia y los saqueos que estallaron en abril y mayo de 2015.
7. “En bancarrota”, así es cómo Antonio Guterres, alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, dijo que estaban los organismos de la ONU en septiembre de 2015. Sencillamente, los países ricos no cumplen sus elevadas promesas de proporcionar fondos para la ayuda a las personas refugiadas allende sus fronteras.
Por ejemplo, la ONU ha recibido menos de la mitad de los fondos que necesita para ayudar a los cuatro millones de personas refugiadas de Siria. Debido a ello, el 80 por ciento de las personas refugiadas que viven fuera de los campos en Jordania se están viendo obligadas ahora a aceptar trabajos peligrosos y degradantes o a poner a sus hijos a mendigar.
A la crisis olvidada de personas refugiadas de Sudán del Sur se ha destinado sólo un miserable 18 por ciento de los fondos precisos para necesidades absolutamente básicas como los alimentos y las medicinas.
La gente muere mientras los gobiernos gastan miles de millones en controlar las fronteras. Cuando los ricos países del Grupo de los 20 se reúnan en Turquía en noviembre, todos los ojos estarán puestos en ellos para ver si garantizan todos los fondos para las crisis de
El asilo es un derecho humano
8. El mundo tiene muy poca memoria. Tras la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los países acordaron proteger a las personas refugiadas por medio de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y de organismos de la ONU como ACNUR.
Las vallas de alambre de espino y la falta crónica de fondos han hecho añicos esa visión de un mundo mejor. Al hacer caso omiso de las señales de aviso, los líderes mundiales han permitido que se produzca una inmensa crisis humanitaria global. A la larga, se resolverá poniendo fin a los conflictos y la persecución que obligan a las personas a huir.
Pero nadie sabe cuándo ocurrirá esto. Mientras tanto, necesitamos soluciones radicales, un liderazgo visionario y una cooperación global a una escala no vista en 70 años, y ello pasa por establecer sistemas sólidos de atención a las personas refugiadas: permitirles solicitar asilo, tratar sus solicitudes con justicia, reasentar a las más vulnerables y atender necesidades básicas como la educación y la atención de la salud.
Ninguna de estas ocho soluciones son imposibles de lograr si los políticos escuchan a los millones de ciudadanos y ciudadanas que están dando la bienvenida a las personas refugiadas y ponen la solidaridad y la compasión por encima de la mezquina discusión sobre quién debe acoger a unos cuantos miles de estas personas.
© Amnesty International