RECUENTO 016 , por Juan Alfredo Bellón. Para El Mirador de Atarfe del domingo 03-01-2016

                 Uno de los ritos más repetidos en los finales de año, no solo en los medios de comunicación sino en los discursos familiares, económicos, culturales y políticos de las sociedades contemporáneas consiste en hacer balance del año que acaba contraponiendo los activos y los pasivos, los números azules y los rojos, las pérdidas y las ganancias y, a la vez, escrutando las perspectivas y tendencias de sus actividades particulares y generales. Bueno, en realidad, en los comercios, el recuento y la toma de razón de mercancías y otras existencias, incluida la liquidez y el montate de los activos y pasivos financieros, es la parte previa y condición necesaria para balancear y sopesar pérdidas y ganancias y dictaminar la situación y perspectivas del negocio que aconseja a la empresa decidir sobre las medidas que aplicar para perseverar en la línea de actuación o corregirla y enmendarla para el futuro.

                Por eso, si observamos con visión retrospectiva 2015 para indagar en qué persistir o no en 2016, habrá consenso en considerar uno de los asuntos internacionales más pendientes de atención, la paz del mundo, sobre todo en las áreas críticas de atención del Mediterráneo Oriental, Medio Oriente y el África Subsahariana, junto con los problemas derivados de los reacomodos geopolíticos de la antigua Unión Soviética. Todas estas crisis (por no mencionar más que las principales) acarrean respuestas violentas de muchos de los actores en discordia (el terrorismo internacional) y otras no menos terribles aunque pacíficas (las emigraciones masivas) que se derivan de las guerras regionales o de la suma precariedad y se han constituido en el más doloroso pan nuestro década día y han determinado la actualidad, en nuestro caso como países receptores de los refugiados, un asunto inmediato de especial gravedad en nuestra vida cotidiana.

                Observo preocupado que, mientras esto escribo, suenan en la tele las notas optimistas de la música de los Strauss en el Concierto de Año Nuevo, desde Viena y en concreto, el Vals del Emperador. Y es verdad que no está el fuego para bollos ni el mundo de hoy para juegos estéticos si no es que reivindicamos el arte como antídoto contra la violencia y herramienta de la paz y del entendimiento entre las personas y los pueblos. Y se me ocurre reivindicar este papel pacificador y constructivo de las actividades artísticas y, en especial, la música, la danza y la poesía, como elemento vertebrador del entendimiento pacífico y de la concordia universales. Quizá por estar radicalmente en contra de esta tesis, los comandos violentos del Estado Islámico aprovecharon un concierto musical en la sala parisina Bataclan para sembrar el terror en el corazón y emblema de la vieja Europa donde tampoco por casualidad apareció y sigue apareciendo periódicamente la revista satírica Charly Ebdo, valga la redundancia.

                Y en esta, aprovecho para reivindicar aquí, como antídoto contra la crueldad, la intolerancia y la violencia, el humor activo y el sentido pasivo del humor que, cuando son actividades críticas e intercambiables, sazonan constructivamente nuestras sociedades contemporáneas y permiten entrar con optimismo vitalista en este 2016, a pesar de todos los pesares que ahora renuncio a enumerar, tanto en el culmen de la escena internacional como en los planos inferiores y no menos importantes de lo nacional, lo regional y lo local, hasta llegar a lo individual, que son las dimensiones solo aparentemente contapuestas, por ser complementarias, de la escala solidaria ascendente que aquí solemos conseguir basándonos en el impulso individual: Andalucía por sí, pero no para sí, sino para España y el resto de la Humanidad.

                Feliz y húmedo año 2016.

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