21 noviembre 2024

Su trabajo ha sido siempre garantía de buen periodismo y de defensa de los derechos humanos.

Ha pagado un precio alto por decir siempre la verdad y por hacer frente a los nombres que aparecen en las cloacas del Estado. Incisiva y comprometida, Ana Pardo de Vera fue una de las primeras mujeres en tener la dirección de un diario digital en España. Ser mujer y ocupar un espacio de poder, reservado a pocas, le ha hecho tener que enfrentarse a todo tipo de críticas solo con la intención de manchar su nombre y trabajo. Con su llegada a la dirección, Público inició una nueva etapa y reforzó la visión feminista en su información. Desde sus espacios de opinión, Pardo de Vera siempre se ha implicado sin dobleces en temas de agenda claves, como la violencia de género y la prostitución. Ahora es la directora corporativa del diario, pero antes de todo esto, fue también asesora en tres ministerios durante el gobierno de Rodríguez Zapatero. Y mucho antes, una joven en prácticas en Málaga donde aprendió buena parte del oficio.

 Me piden hacer una entrevista a Ana Pardo de Vera y no puedo evitar ver en ella a esa mujer que se ha fortalecido en un espacio complicado y con muchas trampas; pero también a aquella primera jefa que tuve cuando llegué a ser colaboradora de Público. Años después, cada una en nuestro espacio, Ana Pardo de Vera sigue siendo inspiración y referencia.

¿Cómo fueron tus inicios en Público?

 Quince años ya… Parece mentira, y la de cosas que han pasado. A Público me trajo, en septiembre de 2007, Manuel Rico. Estaba en el Ministerio de Defensa todavía y no me lo pensé. Estar en la fundación de un diario nuevo, progresista, con aquel proyecto y aquella cabecera tan rompedora con respecto a lo que había… Empecé informando sobre presidencia del Gobierno, durante la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero. Viajaba mucho, fue una muy buena experiencia y, como siempre, un aprendizaje. Estuve hasta 2010.

 ¿Te fue útil ese aprendizaje cuando volviste a Público, ya siendo un digital puro?

 Por supuesto: había caras nuevas y antiguos y antiguas compañeras, éramos menos, pero la línea editorial seguía intacta: defensa de los derechos humanos, honestidad e independencia, feminismo y ecologismo, memoria histórica… La vanguardia, entonces. Somos un periódico valiente, lo hemos sido siempre, con periodistas muy conscientes del componente de responsabilidad pública que conlleva este oficio. Hemos pasado varias etapas, en 15 años, imagínate… Pero crecemos en base a valores muy sólidos y eso también nos hace fuertes en un mundo muy complejo, el de la información y las tecnologías.

¿Y cómo y cuándo se produce tu salto como directora? ¿Cómo lo afrontaste?

 Me abrumó un poco, la verdad, a quién no… Y el hecho de que fuera una mujer lo convirtió en noticia; resulta triste, pero es así. Todavía hoy son muy pocas las mujeres periodistas que ostentan la dirección de un medio. Recuerdo que en noviembre de 2021 los y las compañeras de La Marea concluyeron, tras un análisis de 26 medios en papel y en digital, que solo seis tienen una mujer como directora, Público entre ellos, con Virginia P. Alonso al frente. Con todo, afronté el reto muy ilusionada y agradecida por la confianza que el editor depositó en mí. Es necesario subrayar que fue un hombre el que me dio paso y no es lo habitual: el poder, en toda la amplitud del término, sigue estando manejado por hombres que eligen a otros hombres y hasta que la igualdad no sea efectiva, las mujeres solemos depender de hombres feministas para romper los techos de cristal.

 ¿Qué dinámicas consideraste que debían ser cambiadas al llegar a la dirección de Público?

 Más que cambiar dinámicas, primero traté de conocer bien lo que había y lo que faltaba. Había mujeres en la redacción y yo quería otra mujer a mi lado ayudándome con todo aquello, fue cuando entró Virginia como adjunta. Éramos un diario feminista (ya sabes lo que opino sobre el periodismo: o es feminista o no es periodismo, no puedes excluir de la información la perspectiva del 51% de la población), pero faltaba implicarse hasta el fondo en la perspectiva de género del periódico, internamente en la redacción y sobre nuestro trabajo.

En eso trabajamos: más mujeres columnistas, nuevas secciones —entre ellas, una de Mujer—, una perspectiva de género transversal a todas las informaciones, incluyendo más fuentes femeninas y feministas… y un aprendizaje constante para todos y todas. Partíamos del hecho de que, durante la etapa de edición impresa de Público, fuimos el primer periódico que creó un catálogo para informar sobre la violencia machista, por ejemplo. El periodismo feminista ya era, por tanto, un compromiso fundacional del medio, así que se trataba de actualizarlo y profundizar en él, una tarea que continúa y, si me apuras, nunca termina.

Eso en Público, ¿y tu papel en el periodismo en general, en ese momento?

 La recepción fue buena. Llevo 25 años ejerciendo, así que no era una recién llegada. Que fuera una mujer sorprendía más y, como te digo, lo hizo noticia. En ese momento, estaba Montse Domínguez al frente del Huffington Post, Ana Isabel Pereda al frente de Expansión, Magda Bandera en La Marea, algunas directoras en medios provinciales…

 En definitiva, un panorama muy pobre para las mujeres, así que el hecho de que al frente de un diario nacional generalista estuviera una mujer me puso en el foco: durante mi etapa de directora de Público he estado en foros y conferencias sobre el papel de la mujer en los medios de comunicación, en la cúpula de las empresas en general, que me reunió una y otra vez con estas compañeras que he citado. La cosa cambiaba, claro, cuando participaba en otros foros, con otros responsables de medios y estaba en clara minoría, fueran Montse y Magda o no.

 ¿Y cómo se consigue trasladar tus principios feministas a la profesión?

 No es muy distinto a cómo trasladarlos a otras facetas de la vida, en general. Estamos rodeadas de estructuras masculinas de poder, de dinámicas en torno al hombre.

 Trataré de ser muy gráfica: hay que ir entrando en esas estructuras, debilitándolas con mucha pedagogía, exigiendo leyes ad hoc para hacer esta transición a la igualdad y esquivando trampas e intereses de quienes buscan mantener sus privilegios. En definitiva, hay que desmontar esas estructuras y crear las igualitarias; estamos en ello, tú lo sabes mejor que nadie, pero las resistencias se potencian hasta límites insoportables cuanto más nos acercamos a nuestros objetivos. Enfrentarse y afrontar esa violencia es la parte más dura y que provoca más desgaste, por mucho callo que hagamos a lo largo de los años.

 ¿Hemos avanzado en alianzas feministas entre compañeras de oficio a lo largo de los años?

 Personalmente, siempre me he sentido muy acompañada. Por ejemplo, cuando me convierto en blanco de ataques de la ultraderecha en las redes. Hay que tener muy claro que la unidad entre feministas y el caminar juntas en nuestra infinita diversidad es lo que nos da una fuerza brutal, para ayudar a otras mujeres y para ayudarnos a nosotras mismas contra las violencias machistas y en la eliminación de los privilegios históricos de los hombres.

 Eso, por descontado. Pero que nadie venga a imponerme un catálogo cerrado de Cómo ser una buena feminista, porque no existe y porque estos dogmas solo llevan a la división, la frustración y la rabia. El mundo evoluciona muy rápido, vivimos cambios trascendentales en las sociedades y las feministas debemos filtrarnos por todos los poros de esos cambios para impedir la desigualdad de género y colaborar en todas las demás. En este sentido, el ecologismo es nuestro mejor aliado: soy una firme convencida de que feminismo y ecologismo son las únicas revoluciones, pacíficas ambas, capaces de llevar a nuestro maltratado planeta a una recuperación, a una sanación, incluso.

 Habrá topado con mucho machista a lo largo de su carrera…

 No más que el resto de los profesionales, supongo, aunque en nuestro oficio es más evidente por la presencia pública en medios audiovisuales, por ejemplo. He vivido de todo, desde propuestas sexuales por parte de hombres poderosos hasta comportamientos paternalistas en tertulias o actos públicos, sobre todo, cuando era más joven: periodista mujer y joven es una ecuación perfecta para los acosadores, por un lado, y para los paternalistas, que quieren mostrarte cómo es realmente el mundo porque tú no te enteras de nada, por otro.

 Es agotador y aunque suene melancólico y hasta contradictorio, la edad te da una fortaleza añadida contra el machismo en este oficio, sobre todo a quienes no nos dedicamos únicamente a la televisión, o solo de modo ocasional: afrontar actitudes machistas ahora no me genera ningún temor, sea el contexto el que sea y vayan contra mí o contra otras mujeres.

 ¿Mantener la filosofía de Público, la defensa de los derechos humanos caiga quien caiga, pasa factura?

Sí, sin duda, y lo digo sin victimismo alguno porque me considero una privilegiada: hago lo que quiero y para lo que me he formado, no solo académicamente, sino en unos valores inculcados desde pequeña. No podría hacer periodismo de otra manera. ¿Que eso te cierra puertas? Ni te imaginas cuántas, pero aquí seguimos, siendo incómodas 15 años después.

Ana Bernal Triviño