«Aynadamar en el universo de las acequias» por Reynaldo Fernández
Las acequias son elementos de gran importancia en el patrimonio cultural y paisajístico, especialmente en Andalucía Oriental, en lo que fue el reino nazarí de Granada. Algunos pensaron que era un sistema arcaico y poco eficiente y las entubaron o destruyeron desconociendo su valor ecológico y cultural. Se les ha dado poca importancia, frente a los pantanos y las modernas canalizaciones de agua para los regantes y para el consumo humano de las aglomeraciones urbanas.
Las acequias perdían agua y tenían filtraciones en su recorrido, dado sus sistema de construcción, pero precisamente eso era lo que creaba una flora y una fauna singular, además de posibilitar otras fuentes secundarias y el llenado de acuíferos subterráneos. Animales, tanto salvajes como de la ganadería, podían subsistir gracias a los pastos que creaban estas filtraciones en las montañas de la Alpujarra y en tantos otros sitios. Ecosistema lleno de vida que prevenía los incendios y atemperaba el clima.
Las acequias permitían el desarrollo de una agricultura de regadío, la captación, conducción, almacenamiento y distribución, con un sistema de presas, albercas y aljibes. También se utilizaban como energía para mover molinos y batanes. El batán era una máquina que transformaba tejidos abiertos en otros más tupidos. Funcionaba por la fuerza de una corriente de agua que hacía mover una rueda hidráulica que activaba unos mazos que golpean y compactaban los tejidos. Cervantes menciona el susto que se llevaron por la noche Don Quijote y Sancho al oír el tremendo ruido de estas máquinas. También se utilizaban las acequias con agua salada de acuíferos subterráneos o marinos para los depósitos en las salinas.
La llamada a la oración del almuédano o muecín desde el minarete de las mezquitas regulará los turnos de utilización del agua de las acequias, como en el mundo cristiano el toque de campanas. Carmen Trillo ha investigado estos turnos y el mundo de las acequias de Andalucía oriental. El primero es el de albas, que transcurría entre la primera luz del amanecer y la salida del sol, se utilizaba para regar las huertas y llenar las albercas. El segundo turno, entre la salida del sol y el mediodía, se destinaba a la Alcazaba Qadima los lunes y jueves, y los viernes a los aljibes de las mezquitas. El tercer turno de mediodía a vísperas (hasta las 15:00 horas). Los ingresos de este turno se dedicaba al mantenimiento de los adarves. Era el tiempo de la venta de agua para regar. El cuarto turno de tarde era el momento dedicado al campo. El quinto turno de noche, desde la puesta de sol hasta el alba, tenía como objetivo llenar los aljibes urbanos. Por otra parte existía el alquézar, que significa corte, según el Apeo es costumbre hacer un alquézar todas las semanas del año, durante 24 horas, para regar el pago de Beyro y su alquería, así como Almanjayar. También encontramos un alquézar en el reparto del río Genil.
La acequía de Aynadamar posiblemente tenga un origen romano, vinculado a las explotaciones mineras auríferas, como lo muestran algunos tramos tapizados con grandes losas de piedra caliza. En el siglo XI fue fundamental para el establecimiento de la ciudad de Granada y poder hacer el traslado de Madinat Ilbira al Albayzin. Esta acequia nace en la Fuente Grande de Alfacar, atraviesa Viznar, el barrio del Fargue y el ramal principal se dirigía a la Alcazaba Qadima. Entraba por la Puerta de Fajalauza, iba hasta la huerta real de la Alberzana y continuaba por la calle San Gregorio, aljibe de Paso, calle del Agua y Plaza Larga, a partir de un sifón ganaba altura y penetraba por debajo del Arco de las Pesas y llegaba hasta el Aljibe del Rey. En su recorrido se desgajaba en ramales secundarios para los aljibes de las principales mezquitas del Albayzin. Regaba las huertas de la Alhacaba, así como los alfares de Cartuja. Los derechos de riego y los recursos que generaban se utilizaban para la construcción y mantenimiento de las murallas de la ciudad.
Del río Darro vendrán la acequia Real, mandada construir por Muhammad I (1238), Axares y Romayla. Del río Genil mencionar sus tres grandes acequias que regaban la vega de Granada y el Realejo, la acequia Gorda, que según Ibn al-Jatib fue construida por Abu Ya’far Ibn al-Qulay’í (m. 1104-1105), visir del rey ‘Abd Allah; la acequia de Arabuleila y la de Tarramonta.
En 1051 los Reyes Católicos constituyeron el Juzgado de las Aguas de Granada, que tras el intervalo de la invasión francesa se repondrá para ser suprimido en 1835.
Destacar la importante exposición comisariada por Antonio Malpica Cuello El agua y la agricultura de al-Andalus, realizada por El Legado Andalusí en 1995 en la Alcazaba de Almería.
Actualmente, el grupo de investigación MEMOLab, Laboratorio de Arqueología Biocultural de la Universidad de Granada, dirigido por José María Martín Civantos, realiza una extraordinaria labor de recuperación e investigación de las acequias medievales. El mapa de acequias de Granada y Almería, que nace en 2015, ha conseguido identificar y digitalizar 585 acequias y localizar 834 espacios de regadío. En esta iniciativa han participado diversos alumnos de institutos de estas provincias. También con voluntarios han llevado a cabo, entre otras, la recuperación de acequias de montaña de la Alpujarra y recientemente de diversos tramos de la acequia de Aynadamar.
Por su parte, la Plataforma Salvemos la Vega, con Manuela Martín, Manuel Montoya, Juan Raya, y otros miembros, junto a voluntarios, han realizado la limpieza de una parte del camino de Beas del río Darro y la acequia del Albaricoque en su tramo de Granada.
Entre los investigadores de las acequias mencionar a Miguel Garrido Atienza (1902), Darío Cabanelas (1979), Miguel Barios Aguilera (1985), M.ª Dolores Quesada (1988), C. Jiménez Romero (1990), A. Orihuela Uzal y C. Vilchez Vilchez (1991), Manuel Espinar Moreno (1993-94), Esther Cruces Blanco (2003), Carmen Trillo San José (2003, 2004), la Tesis doctoral de Luis García Pulido (2008), J. Navarro Palazón y P, Jiménez Castillo (2010), o los recientes estudios de José María Martín Civantos, Maurizio Toscano, M.ª Teresa Bonet García y Elena Correa Jiménez (2022).