7 diciembre 2024

Juzgado con los ojos de hoy, el posesivo y maltratador genio malagueño sería carne de cancelación y de banquillo por violencia de género

Tormentosa y tortuosa. Así fue la relación de Pablo Picasso (1881-1973) con las mujeres. En el cincuentenario de su muerte y juzgado con ojos actuales, el genio malagueño sería, sin duda, carne de cancelación. Puede que de banquillo, por violento. Misógino, narciso, machista, infiel y maltratador son adjetivos aplicables a este genio apasionado, rijoso y seductor, de mano tan alargada y puño cerrado que cambiaba de pareja como de chaqueta. Su carácter iracundo hizo sufrir a casi todas sus compañeras, amantes y esposas, dos de las cuales se suicidaron. Sus complejas y asimétricas relaciones sentimentales aún despiertan morbo y dejaron una honda huella en su vida y en su obra desde su infancia hasta su vejez. En la siguiente nómina aparecen ocho de sus mujeres. Solo con dos contrajo matrimonio.

Carmen Blasco

El primer amor de Picasso fue su prima Carmen con quien el futuro pintor tonteó cuando sólo tenía diez años y aún vivía en La Coruña, donde su padre era profesor de dibujo. Ya adolescente e instalado en Barcelona, Picasso seguirá tras la pista de Carmen Blasco, hermana de Manolo Blasco. En estos años tempranos Picasso ya daba muestras de sus obsesiones con las mujeres.

Fernande Olivier

Fernande Olivier tenía 22 años cuando conoció al pintor, que regresaba a casa empapado por la lluvia. Nada más verla le entregó un gatito al que daba calor bajo su abrigo. Vivieron su pasión en la bohemia parisina, pero más que un amor dulce, fue una relación tóxica presidida por los celos y la violencia que duró unos siete años.

Extremadamente celoso, se dice que encerraba a Olivier en su apartamento para evitar que saliera sola. Fue modelo para ‘Tête de femme’, pionera escultura cubistas e inspiró muchas obras del período rosa.

‘Tête de femme’

A medida que ganaba fama y dinero, Picasso perdía interés por Fernande, a quien arrumbaría como un juguete roto o un vago recuerdo de su época de precariedad. Cuando ella enfermó, su relación acabó. Mientras Picasso ascendía al olimpo de la pintura, Fernande se buscó la vida como cajera, vendedora de antigüedades. Publicó ‘Cuando Picasso era bombero’, atormentadas memorias sobre su vida con el artista.

Eva Gouel

Picasso abandonó a Olivier por Eva Gouel, su amante desde 1912 y musa de su período cubista. Nacida en 1885 como Marcelle Humbert, inició su relación con Picasso cuando este aún vivía con su amiga Fernande. La pareja huyó de París para escapar de Fernande. Eva fue para algunos el gran y truncado amor de Picasso que la llamaba cariñosamente ‘Ma jolie’ (bonita mía).

Gouel falleció muy joven, en diciembre de 1915, tres años después de conocer al pintor, aquejada de tuberculosis y cáncer. Destrozado por su pérdida, Picasso escribió que su vida era un infierno en una carta a su amiga y mecenas Gertrude Stein.

Olga Khokhlova

De origen aristocrático, Olga Stepánovna Khokhlova nació el 17 de junio de 1891 en Nizhin, en la actual Ucrania. Dotada bailarina, recorrió Europa con los Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev, que descubrió su talento cuando la joven tenía 20 años. La revolución bolchevique de 1914 acabó con su familia y ella optó por no regresar a Rusia y disfrutar de la seguridad que le ofrecía la compañía de danza. Con 25 años conoció en Roma a Picasso, con quien se casó y que la retrató en obras como ‘Olga en un sillón’, ‘Olga con mantilla’ u ‘Olga pensativa’.

 

Picasso insistió y logró que Olga dejara su carrera en la danza y se aprovechó de su origen aristocrático para vender sus obras a la alta sociedad parisina. Del matrimonio nació Paulo, primer hijo de Picasso, que tenía ya 45 años y volvería a las andadas, al maltrato y engañando a la madre de su hijo con una adolescente llamada Marie-Thérèse. Olga pasó sus últimos años en soledad sin poder caminar tras sufrir un infarto. Al final de sus días quiso ver a su esposo, que le había negado el divorcio, pero él se negó. Murió en Cannes el 11 de febrero de 1955 a causa de un cáncer. Picasso no se presentó al funeral.

Marie-Thérèse Walter

El pintor abordó a la joven Marie-Thérèse Walter cuando ante las Galerías Lafayette en París y le propuso ser su modelo. «Tienes una cara interesante. Me gustaría hacerte un retrato. Creo que vamos a hacer grandes cosas juntos. Soy Picasso», espetó el pintor, de 46 años a la joven de 17, que se convertiría en una la obsesión para el artista reflejada en su pintura.

 

En 1935 Marie-Thérèse se quedó embarazada y cuando Olga lo supo puso fin a su convivencia con Picasso. Con Walter tuvo así a su hija, Maya, muy presente en sus cuadros. La relación duró nueve años y Picasso mantuvo oculta a su amante en un apartamento en París mientras pasaba temporadas en Cannes. Dedicada al artista, 29 años mayor que ella, era conocida por los amigos más cercanos del pintor, pero no aparecían en público juntos siguiendo el consejo de sus abogados. Cuando Picasso pasó a su siguiente relación con Dora Maar, dinamitó la relación Marie-Thérèse, que se ahorcaría a los 68 años.

Dora Maar

Francesa de origen croata, Dora Maar fue un gran creadora cuyo talento eclipsó el descomunal genio y el ego de Picasso. Fotógrafa, pintora y escultora adscrita al grupo surrealista, era hija de una violinista y de un arquitecto. Su familia se opuso a su relación con Picasso, que según diversos testimonios la torturó con maltratos físicos y psicológicos durante los casi nueve años que estuvieron juntos.

‘Mujer sentada en una silla’

Paul Éluard contó cómo Picasso le propinaba palizas, y un chófer recogió a Dora Maar en su coche después de que Picasso la golpeara hasta que ella perdió el conocimiento. La artista, que documentó fotográficamente la realización del ‘Guernica’ en París, no superaría nunca sus depresiones. Tuvo varios episodios de paranoia e histeria y recurrió a la salvaje técnica del electroshock antes de convertirse en una devota católica. Murió en 1997, a los 89 años y completamente sola. Quiso legar todas sus posesiones, entre allas 130 ‘picassos’ y la mayoría de sus fotos a la Iglesia, pero no lo dejó escrito. A su entierro solo acudieron siete personas.

Françoise Gillot

En 1943, Picasso inició un romance con la pintora Françoise Gilot, 20 años más joven que Maar y 40 más joven que Picasso. Françoise tenía 21 años cuando conoció a Picasso, con quien tendría dos hijos, Claude, en 1947 y Paloma, en 1949. En 1946, ya vivían juntos y lo hicieron durante varios años, sin que Picasso renunciara a sus amoríos y aventuras, esta vez con Geneviève Laporte.

‘Mujer en un sillón’

Gilot fue la excepción, la única mujer que dejó plantado al genio eludiendo su mentalidad controladora, su comportamiento cruel y sus infidelidades. Le abandonó en 1953 y llevándose a sus dos hijos. En el libro ‘Vida con Picasso’ Gilot narró los comportamientos violentos y machistas del pintor y habló de « las otras mujeres de Picasso» para contar cómo el pintor arrastraba a Olga por el suelo, tirándola del pelo o la atiborraba de sedantes para calmarla.

Jacqueline Roque

Con 27 años y recién divorciada en 1961, conoció a Picasso cuando él contaba 72. Roque tenía 33 años y Picasso 80 cuando se casaron en 1964. El artista no se divorció de Olga Khokhlova para no tener que compartir su patrimonio y esperó a su muerte para casarse con Roque, a quien desde el comienzo de su relación pintó sin desmayo. Se estima que hay unos 400 retratos de Jacqueline, muchos más que de cualquiera de sus otras musas, lo que hace de Roque acaso la mujer más pintada de la historia.

‘Jacqueline vestida a la turca’

Con ella Picasso encontró nueva inspiración, y era la única persona cuya presencia toleraba mientras pintaba en su taller. Dominó al pintor mientras fue su musa y lo aisló hasta su muerte. Se le acusa de prohibir a los dos hijos de Gilot visitar a su padre e impedir la entrada de sus herederos al funeral de Picasso. Roque que trató al controvertido pintor como a un dios durante su relación, cayó tras su muerte en una profunda depresión que no consiguió superar. En la madrugada del 15 de octubre de 1986 se suicidó con un disparo en la sien.

 

Miguel Lorenci y Leticia Aróstegui