Por qué el 8 de marzo es el Día de la Mujer

En 1975 la ONU declaró el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer. Por qué se eligió esa fecha nos da las claves de cómo la reivindicación de los derechos de las mujeres saltó a las calles. Desde una tragedia en Estados Unidos hasta una insurrección en Rusia, el movimiento feminista se internacionalizó en históricos meses de marzo.

iento veintitrés mujeres consumidas por las llamas en una fábrica. El trágico final del incendio de Triangle Shirtwaist, una fábrica textil de Nueva York, en la que también fallecieron 17 hombres, se asocia habitualmente con la declaración del Día Internacional de la Mujer. Y razones sobran para que así sea, por las causas y por sus consecuencias. Pero el incendio tuvo lugar el 25 de marzo de 1911 y no el 8 de marzo, como en ocasiones se menciona, para vincularlo al Día Internacional de la Mujer.

alternative textLas costureras que tejieron la protesta. Antes de que el sector textil se trasladase masivamente a Asia, la explotación de las costureras tenía lugar en las mismas calles de Nueva York. Allí, y en otras ciudades de Estados Unidos, miles de mujeres trabajan en condiciones precarias y durante jornadas interminables. Fueron ellas las primeras en liderar las protestas que acabarían derivando en la creación de un Día de la Mujer.

Lo que hoy se celebra como tal en todo el mundo, es una decisión que tomó Naciones Unidas en 1975. Esa celebración, un día especialmente dedicado a reivindicar los derechos de las mujeres, ya se celebraba en muchos países desde hacía años, pero en cada uno en fechas distintas y por diferentes razones. ¿Por qué eligió Naciones Unidas el 8 de marzo? El día, porque encajaba mejor con el calendario de otras conmemoraciones. El mes, porque, históricamente, en marzo se habían producido grandes hitos de la lucha por la liberación de la mujer. ¿Cuáles eran esos hitos? Uno de ellos y de especial relevancia por su dramatismo, el mencionado incendio de Triangle Shirtwaist. Los otros dos: la huelga «del pan y las rosas» en Estados Unidos y la multitudinaria manifestación de mujeres en Rusia que llevaría a la caía del zar en 1917.

El incendio en el que ardió la inocencia | 25 de marzo de 1911

En la fábrica Triangle de Nueva York, propiedad de Max Blanck e Isaac Harris, trabajaban, hacinadas, 275 personas; la mayoría, adolescentes inmigrantes, hijas de judías e italianos que habían emigrado a América en busca de una vida mejor. La tarde del 25 de marzo de 1911, cuando ya se iban, tras una larga jornada de trabajo, alguien gritó «¡Fuego!», pero su destino ya estaba escrito: de aquella ratonera en llamas no había escapatoria.

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Triangulo mortal. Los bomberos intentan sofocar el incendio en la fábrica Triangle de Nueva York. Pese a la rapidez de su intervención, fallecieron 123 mujeres.

Las puertas estaban cerradas con llave para evitar robos, y las que estaban abiertas se abrían hacia dentro y hacían imposible la salida. De los cuatro ascensores que tenía el edificio, solamente uno estaba en funcionamiento. Y las escaleras de incendios no llegaban a las plantas superiores. Estaban encerradas. Así que muchas de ellas decidieron saltar por las ventanas. La gente desde la calle extendía mantas para atraparlas, pero todas ellas se rajaban a medida que las víctimas caían. Los bomberos lograron apagar el fuego en poco tiempo, apenas una hora, pero para entonces, ya habían muerto 123 mujeres.

La tragedia quedó documentada e impactó a la sociedad norteamericana como pocos accidentes laborales antes. De hecho, forzó una reforma de la legislación y las medidas de seguridad de los trabajadores. También impulsó la lucha por los derechos de las mujeres, que en aquella época tenían que hacer frente a una condiciones laborales todavía peores que las de los obreros.

La huelga de Pan y Rosas, más que un poema | Febrero y marzo de 1912

Lawrence, Massachusetts, era a principios del siglo XX una ciudad plagada de inmigrantes que trabajaban en la floreciente industria textil, en su mayoría mujeres. Pero el negocio florecía por la explotación de sus trabajadores, obligados a cubrir semanas laborables de 56 horas. El 1 de enero de 1912, la autoridad regional impuso que se limitasen las horas a 54 semanales, pero los trabajadores descubrieron que esas dos horas se las recortaban del salario. Arrancó así una huelga que pasaría a la historia porque se unieron a las primeras convocantes la casi totalidad de trabajadores de la ciudad, unos 20 mil.

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Rosas con pinchos. La huelga de 1912 fue liderada por mujeres muy jóvenes, la mayoría menores de 18 años, que reclamaban ‘pan’ —es decir, la mejora de sus condiciones laborales— y ‘rosas’, símbolo de los derechos de las mujeres como género. En 2000, la película Bread and Roses, usaba su proclama para hablar de la explotación de las limpiadoras en los Estados Unidos y su lucha por poder sindicarse.

La huelga, conocida como de «pan y rosas», por la frase de un poema de James Oppenheim que adoptaron las manifestantes, fue un éxito, a pesar de la fuerte represión y de costarle la vida a una huelguista, Anna LoPizzo, a la que disparó la policía durante una protesta. Los propietarios de las fábricas de Lawrence accedieron a aumentar los sueldos en hasta un 20 por ciento.

Clave en ello fue la campaña promovida por el sindicato de los Trabajadores Industriales del Mundo. Para mostrar su precaria situación, decidieron enviar a cientos de niños hambrientos de los huelguistas a familias simpatizantes de Nueva York, Nueva Jersey y Vermont. Las escenas en la estación del tren conmovieron a congresistas y políticos que presionaron a los propietarios de las fábricas. Y, sobre todo, empoderaron a las mujeres que habían liderado aquella protesta.

La manifestación de las rusas que acabó con el zar | 8 de marzo de 1917

Pero las realmente empoderadas eran las mujeres rusas. Aunque las americanas impulsaron el concepto de un día de la Mujer, fueron las rusas las que ‘revolucionaron’ la celebración. En 1917 salieron a las calles en una protesta que transformaría para siempre el destino de Rusia y que proyectaría la lucha de las mujeres como nunca antes. Es, además, la razón más ‘precisa’ para que se eligiese el 8 de marzo como fecha del Día Internacional de la Mujer.

Miles de mujeres rusas salieron a la calle para protestar contra la Primera Guerra Mundial, que estaba costando la vida a millones de jóvenes, sus hijos. Era un domingo 23 de febrero, según el calendario juliano que usaban en Rusia entonces, y se corresponde con el 8 de marzo del calendario gregoriano.

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La fuerza de las trabajadoras rusas. Las mujeres rusas tuvieron un papel fundamental en la Revolución Rusa. Muchas de ellas, habían asumido cargos de responsabilidad en las sociedades secretas que desafiaban al régimen zarista a finales del siglo XIX. También constituían gran parte de la fuerza de trabajo en el país: en 1917 representaban el 43,3 por ciento de la industria. De ahí que su revuelta fuese tan determinante para la caída del zar.

Aquella protesta de las mujeres derivó en huelgas y manifestaciones por todo el país, alentadas por la escasez de alimentos, que exigian el fin de la autocracia. Una semana después, el zar abdicaba allanando el camino al socialismo y a la formación de la Unión Soviética en 1922. El primer gobierno provisional concedió el derecho a voto a las mujeres rusas. De ahí, la importancia que para el feminismo tiene esa fecha.

Rusia es la primera gran potencia en promulgar legislación sobre el sufragio femenino, un año antes que Gran Bretaña y tres años antes que Estados Unidos. De hecho, tanto las sufragistas del Reino Unido como sus homólogas de Estados Unidos miraron a Rusia como ejemplo.

Eso mismo hizo, de hecho, que durante buena parte del siglo XX la celebración del Día Internacional de la Mujer no tuviese en Estados Unidos tanto peso como en otros países, en gran parte debido a su asociación política con la Unión Soviética y el socialismo en medio de las crecientes tensiones de la Guerra Fría.

Los antecedentes. La convención de Seneca Falls y las camiseras | 19 y 20 de julio de 1848

La idea del Día Internacional de la Mujer venía gestándose desde el siglo XIX. Hay que remontarse a 1848, año en el que se produjo la primera Convención de los Derechos de la Mujer en Seneca Falls, Nueva York. Las protagonistas fueron las estadounidenses Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott, quienes, indignadas porque se les prohíbese hablar en una convención contra la esclavitud, decidieron organizar su propio congreso. ¡Y vaya que si lo hicieron! Congregaron a cientos de personas para exigir derechos para las mujeres. Estaba naciendo una revolución.

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Las pioneras. Elizabeth (la tercera por la derecha entre las sentadas) y Lucretia (la segunda por la izquierda, también sentada) fueron unas luchadoras incansables que a la reivindicación de los derechos de las mujeres unieron la de los afroamericanos. Lucretia creó la Sociedad Antiesclavista de Filadelfia y ayudó a huir a muchos esclavos. Elizabeth llegó a enfrentarse a otros sectores del movimiento feminista reacio a que se reconociese el voto de las mujeres negras.

Las protestas por las condiciones laborales de las mujeres también se habían iniciado en el siglo XIX, desde el principio de la Revolución Industrial. Las protestas las lideraban las trabajadoras de la industria textil, llamadas ‘las camiseras’, el gremio en el que las mujeres eran mayoría, que exigían salarios y condiciones laborales dignas. Y es que entonces sus condiciones eran pésimas: hasta 75 horas semanales, tenían que llevar sus propios materiales, eran multadas si llegaban tarde o dañaban una prenda y hasta para ir al baño debían pedir permiso a sus jefes.

Las ‘camiseras’ impulsaron la celebración por primera vez en Estados Unidos del Día Nacional de la Mujer. Se celebró el 28 de febrero de 1909, convocado por el Partido Socialista de América y liderado por Clara Zetkin, de origen alemán, que defendía internacionalizar la celebración y la lucha, lo que promovió activamente  en la Conferencia Internacional de Mujeres Trabajadoras que tuvo lugar en 1910 en Copenhague. Justamente en Dinamarca y en Alemania comenzó a celebrarse el Día de la Mujer desde entonces, siguiendo el modelo del Primero de Mayo que ya entonces convocaba a los trabajadores del mundo.

El 8 de marzo de 1910, la universidad pública en España abrió, por fin, las puertas a las mujeres. Fue justo después de que se nombrase a Emilia Pardo Bazán consejera de Instrucción Pública. Hasta entonces, las jóvenes que querían estudiar (sólo 36 mujeres entre 1882 y 1910) tenían qué pedir un permiso al Ministerio de Instrucción Pública y conseguir que cada uno de los profesores firmara el impreso de matrícula comprometiéndose a garantizar el orden en el aula. La primera mujer en acceder a los estudios universitarios fue María Elena Maseras Ribera, quien comenzó la carrera de Medicina en Barcelona, en 1872. A partir de 1910, y hasta 1935, con la nueva normativa, se matricularon en las universidades españolas dos mil mujeres.

En 1915 se creó en Madrid la Residencia de Señoritas, un espacio de diálogo y aprendizaje constante, homóloga a la Residencia de Estudiantes masculina. En esta residencia, dirigida por María de Maetzu, se alojaron, entre otras, Victoria Kent o Clara Campoamor, y allí se asentaron los cimientos culturales para la igualdad entre hombres y mujeres en nuestro país.


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