Cinco mandamientos que (mal)educan a las mujeres ir al contenido ( PARTE 2): NO EXISTIRÁS

No existirás

“Nos cerraron las puertas de las aulas, pero nunca podrán impedir que sigamos estudiando”, Marzia A., Afganistán.

Marzia A. tiene 22 años, vive en Kabul, era alumna de Medicina y trabaja como comadrona a tiempo parcial en un hospital. Para la mayoría de gente que la rodea, esta es su vida. Lo que no saben es que su existencia cobra sentido cuando sale de la clínica y se dirige a una casa de la capital afgana donde ella misma creó hace meses una escuela clandestina para decenas de niñas privadas de educación por los talibanes.

“Todo empezó porque mi hermana pequeña tuvo que dejar de ir a clase por orden del Gobierno, mientras que mi hermano sí podía seguir estudiando. Comenzamos a darle clases en casa. Ella llamó a varias amigas y vecinas, rápidamente eran decenas de niñas y decidimos alquilar un lugar”, explica. Marzia sonríe al recordarlo, al otro lado de la pantalla. Su rostro aniñado choca a menudo con su tono firme y su discurso impregnado de zozobra. Son las siete de la tarde en Kabul y ya ha caído la noche. En su casa, donde vive con su madre y varios de sus 10 hermanos y hermanas, no hay electricidad y una pequeña lámpara solar ilumina su rostro y las paredes desnudas y descascaradas.

Afganistán es el único país del mundo donde un Gobierno veta la educación a todas las mujeres de más de 12 años. En zonas especialmente conservadoras, donde ni siquiera existen escuelas femeninas de primaria, en la práctica se prohíbe a todas las niñas ir al colegio, independientemente de su edad. Según la Unesco, “actualmente, el 80% (2,5 millones de personas) de las niñas y jóvenes en edad escolar” no pueden acudir a los centros de enseñanza secundaria y ni a la universidad. En los últimos 20 años, las afganas sí habían podido acceder, con restricciones, a la educación y al mundo laboral. Esta ventana al mundo se cerró con el retorno de los talibanes al poder en agosto de 2021. Ante la inacción de la comunidad internacional, hay personas dentro del país que batallan por seguir educando a las niñas de manera clandestina, con todos los peligros que eso implica.

“No escribas que es una escuela ilegal, es secreta. Nos cerraron las puertas de las aulas, pero nunca podrán impedir que sigamos estudiando. Aprender nunca podrá ser ilegal, es nuestro derecho y nuestra resistencia. No salimos a la calle a protestar, pero seguimos en pie y no hemos desaparecido”, insiste Marzia.

Un grupo de afganas asiste a las clases de la escuela secreta de Marzia A. en Kabul.
Un grupo de afganas asiste a las clases de la escuela secreta de Marzia A. en Kabul.Fotografía cedida

Su escuela funciona 10 horas al día de sábado a jueves gracias a una docena de profesoras voluntarias. Desde fuera, parece una vivienda más, pero en sus tres pequeñas habitaciones las niñas se sientan cada día en el suelo, muy pegadas unas de otras, y escuchan. No hay mesas, ni pizarras ni libros de texto. La familia de Marzia es conocida en el barrio y los vecinos han decidido callar y no denunciar lo que pasa dentro de la casa. “Nos ayudan y nos avisan si hay talibanes cerca”, explica la joven.

Y si los talibanes llaman a la puerta, como ya ha sucedido, una mujer adulta sale a explicar que es un centro de oración o de estudio del Corán para niñas. Por ahora han creído su historia y no han puesto un pie dentro de la casa, pero un miedo difícil de imaginar a miles de kilómetros de distancia las acecha cada día. “Las normas son que las alumnas no pueden traer ni libros ni cuadernos y no pueden hablar con nadie de lo que están haciendo aquí”, enumera Marzia. La casa tiene también una sala subterránea, con una entrada que pasa desapercibida, en la que esta joven profesora desea poder ofrecer pronto clases online para universitarias, gracias a acuerdos con facultades extranjeras. Lo que empezó como un plan improvisado y pasajero se ha afianzado y la escuela ya tiene nombre: GLORY, acrónimo del Genious Learning Organization for Remarkable Youths (Organización de aprendizaje ingenioso para jóvenes extraordinarias).

Marzia y el resto de las maestras, con la ayuda de algunas familias, pagan con sus salarios el alquiler de la casa y el poco material escolar que necesitan. Cuando esta primera escuela clandestina se quedó pequeña, decidieron abrir otra en un barrio más alejado, que comenzó a recibir niñas en diciembre de 2022, justo cuando los talibanes prohibieron a las mujeres ir a la universidad. “En total, unas 1.000 alumnas. Una gota en el mar comparado con el número de niñas que no pueden estudiar”, asegura esta joven, que pertenece a la minoría chií hazara, muy perseguida desde hace décadas en el país.

Inglés, arte, dibujo, pastún… Las jornadas en esta escuela tan particular están organizadas como en un colegio normal, hay exámenes y hasta se entregan diplomas para motivar a las alumnas, aunque no tengan ninguna validez.

“Hace tres noches que no duermo, estoy pasando miedo”, confiesa Marzia, temblorosa. “En la zona de nuestra nueva escuela en Kabul han aumentado los controles, hay vecinos que no nos quieren allá y parece que han hablado con los talibanes. Si vienen, nos van a detener a todas. Y eso es peor que la muerte: nos van a torturar, a violar…”, teme.

La joven maestra ya recibe ataques diarios por su defensa de los derechos humanos en las redes sociales. Sufre amenazas por internet, la llaman por teléfono por la noche para decirle que la van a encontrar y matar, y hace poco un hombre la intentó apuñalar en la calle, aunque logró huir. Pese a todo, Marzia sigue estudiando online por las noches y, aunque ha recibido propuestas para seguir formándose en el extranjero, no quiere abandonar Afganistán, de donde no ha salido desde que nació. “Me juego la vida cada día, pero no voy a parar. Esta escuela es un mensaje de esperanza. Si las niñas reciben una educación cuando sean madres no dejarán que sus hijos se radicalicen y tampoco estarán sometidas a sus maridos. Los talibanes tienen miedo de las mujeres formadas porque nuestro impacto en la sociedad puede ser enorme”.

POR BEATRIZ LECUMBERRI

FOTO: CINTA ARRIBAS

https://elpais.com/planeta-futuro/2023-03-07/cinco-mandamientos-que-maleducan-a-las-mujeres.html?prm=ep-app-articulo

Créditos

Textos: Patricia R. Blanco, Beatriz Lecumberri, Alejandra Agudo, Lucía Foraster Garriga y Paula Herrera.
Coordinación: Ana Carbajosa y Patricia R. Blanco.
Ilustraciones Cinta Arribas
Diseño: Ana Fernández
Dirección de arte: Fernando Hernández
Desarrollo: Alejandro Gallardo

 

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