Los niños tienen unos cinco catarros al año, pero no enferman por andar descalzos

«Empieza el colegio y ya está con las velas colgando hasta junio», suelen quejarse los padres en cuanto ven la primera flema asomándose por la nariz del crío en septiembre. A estas alturas del año, las consultas de los pediatras están repletas de pequeños con mocos y tos, dos de los síntomas más frecuentes en los niños y que más suelen preocupar a los padres junto con la fiebre. Aunque parezca que siempre son los nuestros los que se ponen enfermos, pocos son los que se libran. «Todos los niños van a tener mocos durante buena parte del curso, desde que pisan la escuela infantil hasta por lo menos los 7 años. Es más, un niño sano tiene unos cinco catarros de media entre los meses de septiembre y junio, que pueden ser hasta ocho episodios en el caso de los más pequeños», contextualiza la pediatra Lucía Galán para tranquilizar a los padres.

Pero, ¿por qué tienen tantos mocos? «Por infecciones respiratorias de las vías altas. Existen más de 200 virus identificados como causantes de estos catarros y el rinovirus es el más frecuente. Cuando un agente extraño entra en contacto con nuestras mucosas, se inflaman y fabrican mocos, que son la primera línea defensiva del organismo para ‘atrapar’ los gérmenes que vienen del exterior. Si la inflamación tiene lugar en la nariz, será rinitis; si se produce en la garganta y, además, cursa con dolor, faringitis; si los virus inflaman la laringe y el niño presenta afonía y tos de perro, laringitis; mientras que si la infección progresa y desciende a los bronquios, ya hablamos de bronquitis (vías bajas)», precisa la doctora Galán en ‘El Gran Libro de Lucía, mi pediatra’ (Ed. Planeta).

La evolución natural de un catarro sin complicaciones es la siguiente: el niño tiene fundamentalmente mocos, tos, estornudos y, en ocasiones, dolor de garganta y fiebre. «Esta última no suele durar más de 3 o 4 días. Sin embargo, los mocos seguirán durante una semana y la tos se puede llegar a prolongar hasta quince días», resumen en la Asociación Española de Pediatría (AEP).

Los menores de 3 años suelen tener más catarros que los mayores porque «su sistema inmune es todavía muy inmaduro» y se defienden peor ante las infecciones. Y no, sus defensas no se fortalecerán porque vaya a una escuela infantil. «Estos niños enferman más veces (cada dos o tres semanas, aproximadamente), pero eso no significa que cuando empiecen el colegio estén inmunizados», advierte la pediatra sobre uno de los numerosos mitos sobre los mocos y las toses.

Otro muy extendido es pensar que si el crío sale al recreo sin chaqueta se va a resfriar. «Los niños no enferman por jugar desabrigados ni por andar descalzos por casa. Los virus no entran por los pies. Los críos se ponen malos porque están en el aula junto a otros veinte compañeros, muchos de ellos acatarrados. Es verdad que en los meses fríos hay más virus respiratorios y más posibilidades de contagiarse, pero eso no significa que enfermen por una corriente de aire o por salir a jugar sin abrigo», aclara la doctora Lucía Galán, una de las divulgadoras más conocidas en el ámbito de la pediatría, con casi 800.000 seguidores en redes sociales.

Nada de antitusivos

Los tratamientos para acabar con los resfriados también suelen estar rodeados de medias verdades. Los especialistas insisten en que las únicas medidas que han demostrado su utilidad para tratar los síntomas de los catarros son el ibuprofeno, el paracetamol, los lavados nasales y la aspiración de las secreciones, sobre todo en los lactantes. «El resto (mucolíticos, antitusígenos, descongestivos, anticatarrales…) no han demostrado su eficacia en las infecciones de vías altas en los menores de 6 años. Es más, se han descrito efectos adversos que, aunque infrecuentes, pueden ser graves o muy graves».

El color de los mocos tampoco determina la medicación. «Es muy frecuente que los padres te digan que vienen a consulta porque los mocos del niño ya son verdes y quizás necesite antibiótico. Pues bien, esto no funciona así. Las infecciones víricas no se tratan con antibióticos por muy oscuros que sean», desvela la doctora Galán. Y para la tos, ¿se le puede dar un jarabe? «La tos, como la fiebre, es un mecanismo de defensa natural de nuestro cuerpo. Es decir, no se debe tratar la tos sino su origen. Por eso, no conviene usar antitusígenos. Se administran sólo bajo prescripción médica en aquellas toses secas que impiden descansar al niño».

 

Cuándo debo acudir al pediatra

Si la fiebre dura más de 3 a 5 días sin un origen del todo claro.

Si la fiebre sube con el paso de los días en lugar de bajar y alcanza o sobrepasa los 39 grados.

Si presenta dolor de oídos o secreción. «La otitis media es una complicación frecuente», señala la pediatra Lucía Galán.

Si tiene respiración acelerada o dificultad respiratoria. En ocasiones, se asocian a neumonía.

Si se escuchan pitos en el pecho (sibilancias) al respirar. Podría tratarse de una bronquitis.

Si los mocos en la nariz persisten durante más de diez días y son cada vez más espesos y malolientes. «A veces, los catarros se complican con sinusitis».

Si el niño está muy decaído y con poca actividad. «Este es el síntoma más importante de todos. Un cambio muy significativo en su estado general.

Si está activo, juguetón y come aceptablemente, tranquilos. Siempre que consideréis que vuestro hijo no evoluciona como debería. Los padres son las personas que mejor conocen al niño.

Carmen Barreiro

https://www.ideal.es/vivir/padres-hijos/mitos-sobre-mocos-toses-20230406000542-ntrc.html

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