25 noviembre 2024

El cantautor catalán cerró brillantemente en una conversación con Tito Muñoz en el Palacio de Carlos V el Festival Internacional de Granada

Joan Manuel Serrat es cada día más joven de cerca. Y de muy cerca, tiene cada día más ganas de contar historias, de defender aquello en lo que siempre ha creído. Más allá del mito que cerró de forma apoteósica su carrera en los escenarios hace tan sólo unos meses, Serrat representa la fidelidad a una voz, el lento discurrir de un tiempo que para todos es memoria.

El cantautor dejó patente su capacidad de convocatoria en el cierre de la XIX edición del Festival Internacional de Poesía de Granada. Un ciclo que este año ha alcanzado de nuevo velocidad de crucero tras las limitaciones impuestas por la pandemia, y que ha puesto sobre la mesa un programa que cada día ha supuesto una grata sorpresa.

Tras la presentación de Remedios Sánchez, quien calificó a Joan Manuel Serrat y el poeta Tito Muñoz, como «dos grandes amigos», comenzó el franco –con perdón– diálogo entre ambos. Lo primero, el origen de la inspiración, las musas. «Que siempre son esquivas», como siempre se dice y recalcó el cantante. También de la gloria, en su caso anticipada a la posteridad. «Lo malo de la posteridad es que uno no se entera de ella hasta que llega a morir. El éxito en sí mismo es muy goloso y tiene graves peligros, porque puedes perder el contacto con la realidad, aunque te facilite el acceso a cosas que están muy bien».

Las musas, la posteridad, el fútbol, los poemas y los efluvios juveniles fueron algunos protagonistas de una charla memorable

A renglón seguido, Muñoz, que derrochó su particular humor durante toda la conversación, retó al cantautor a que leyera algo que aún no hubiera visto la luz. «Porque compones como juegan los niños», le espetó. «La oportunidad de pasar de niño a viejo sin escalas intermedias es algo muy atractivo. Los niños son un objeto de consumo, y la sociedad pierde interés sobre los viejos, porque no gastan», aseguró el artista.

Preguntado por qué canta en la ducha, dijo, ante todo, que lo hace para divertirse, «a pesar de que mi mujer me dice que canto poco. En la ducha me atrevo con todo. Uno canta aquello que le transporta a otro mundo. Cuando lo hacemos, es porque una melodía nos da vueltas por la cabeza, y a veces tarareamos, como hacen los futbolistas con el himno nacional».

Serrat es muy futbolero, y barcelonista. «Hay poesía en el fútbol. Se han dado casos de poetas que han hecho poemas sobre este deporte, como Rafael Alberti, que escribió una oda a Pla, quien jugó una final de Copa con la cabeza vendada tras recibir una patada. O Gabriel Celaya, que estuvo en aquel mismo partido y que escribió una oda a la Real Sociedad».

Sobre su retirada de los escenarios, aseguró que a pesar de que los echa de menos, tiene la exacta conciencia de que se ha producido en el momento justo. Mostró su predilección por el poeta Ezra Pound, que también era músico, «a la vez que un fascista y antisemita furibundo, lo cual me provoca sentimientos encontrados». Sobre su condición de juglar del amor, dijo: «Es importante saber que se enamoraron conmigo, pero más importante es que les haya ido bien. No soy tampoco responsable de los impulsos juveniles, aunque me encantó estar allí», aseguró, provocando la carcajada del público. Y al final, cogió la guitarra…

José Antonio Muñoz

FOTO: Tito Muñoz, Joan Manuel Serrat y Remedios Sánchez, durante su intervención en el Palacio de Carlos V. Ramón L. Pérez

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