Llegaron los libros, esos objetos con alma que nos aguardan en nuestro nacimiento, en los que se escribe nuestro nombre.

Esos que en la escuela suponían un desequilibrio de las economías familiares, sobre todo de aquellas cuyo índice de lectura era inversamente proporcional a las pulgadas de su televisión. Esos que aficionan a la mayoría de los niños en los colegios por mor del trabajo de sus docentes, principalmente de quien se encarga de la biblioteca a cambio de nada, porque ese trabajo no está pagado, la administración no lo valora en dinero.

Los libros, esos que se abandonan en algún momento de la adolescencia y que casi desaparecen de las mesitas de noche porque la tele absorbe, envuelve y clausura, la tele y los videos de internet,
los de apenas un puñado de segundos concatenados y que llevan al paroxismo. Llegaron los libros y las calles peatonales de los principales pueblos y ciudades se llenan de casetas en las que, como muñecos de guiñol, hay personas que sonríen, la mayoría de las veces esperando que usted se acerque y se interese por esos objetos con alma que tienen delante y detrás, y si es posible que compre alguno e invierta después una parte de su tiempo en absorber esa vida de esa cosa a la que no se le agotará ni se gastará el espíritu, pero con la que el suyo se verá beneficiado de forma vital, por unos pocos euros, para toda la vida.

Buen negocio si lo que busca usted es una inversión de futuro y para compartir gratuitamente con los demás. No tema, contaminan pero no matan.

FOTO: EDUCACION 3.0

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