El éxito en redes sociales de una de las candidatas a dirigir la UGR ha abierto un serio debate sobre los populismos y el mejor modo de hacerles frente

Ha abrazado árboles, ha comido Choco Bom y nos ha enseñado el contenido de su bolso. Ha imitado a Loreen, la ganadora de Eurovisión, y se ha puesto la voz de Belén Esteban gritando en Sálvame para anunciar su participación en un debate. Así ha sido buena parte de la campaña electoral de Francisca López Torrecillas, candidata al Rectorado de la Universidad de Granada. La catedrática de Psicología convertida en tiktoker -sus vídeos se subían a esa red social- ha sido derrotada por Pedro Mercado en los comicios del pasado martes, pero sí puede presumir de haber arrasado entre los estudiantes. Ya ha subido un vídeo a redes para dar su comunicado postelectoral: mientras agarra un muñeco de peluche en el sofá agradece los apoyos y se declara Lady Pi, la rectora del pueblo. 

La profundidad del mensaje de campaña sobre el futuro de una universidad que dentro de poco cumplirá 500 años ha sido sustituida en este caso por acciones promocionales básicas, sencillas y hasta cómicas. Es el Efecto Paqui. La candidata hacía cosas como sentarse en un poyete, mirar a la cámara y decir, “Os voy a enseñar mi bolso”. A continuación, la que aspiraba a dirigir la UGR empezaba a sacar objetos como sus auriculares de “vaquita”, monederos con otras variadas formas animales, una tableta de chocolate o sus gafas de sol. ¿Qué nos quería decir con eso? ¿Habría algún mensaje de hondo calado o metafórico que no hemos sabido descifrar? Quizás sea así, pero nadie parece haberlo descubierto. Entre la comunidad universitaria todo se reducía a una especie de broma de mal gusto, para algunos, o a la reivindicación de una figura divertida y popular que se ha puesto de moda entre los estudiantes jóvenes.

Lo que empezó como algo anecdótico acabó siendo en la recta final de campaña una verdadera preocupación para muchos, especialmente para quienes tenían que ceder el testigo de una institución que han gestionado en los últimos años con una amplia visión de futuro. La rectora saliente, Pilar Aranda, se podría haber visto pasando el birrete negro a Paquita, una estrella de TikTok de la que sabemos cosas como que le gustaban más los chocobom cuando valían un euro o que cambia el café de vaso para que se le enfríe.

De los 6.558 votos obtenidos por la catedrática, 6.083 fueron de estudiantes. Gracias a esto se quedó muy cerca del nuevo rector, Pedro Mercado (8.036 en total, de los que 5.010 fueron de estudiantes), y por delante del otro candidato, Pedro Antonio García (4.874). Pero el sistema electoral en la universidad se basa en el voto ponderado, de modo que cada sector de la comunidad universitaria tiene un peso diferente y los resultados finales no dependen solo del número de votos, sino de su calidad, porque se le aplican coeficientes de ponderación. Los apoyos del personal docente son los mejor valorados, mientras que los estudiantes, los que menos. Esta diferencia podría ser objeto de debate hasta ahora, pero esta última campaña electoral ha dado más razón de ser que nunca al sistema.

Francisca ha estado en boca de todos, para admirarla o criticarla. Con su campaña en TikTok ha puesto sobre la mesa un interesante motivo de reflexión, que es la necesidad de hablar a los jóvenes en un lenguaje como el suyo o desde los canales de información que ellos utilizan. Y ya no solo de cara a un proceso electoral que no se repetirá hasta dentro de seis años, sino en el manejo cotidiano de una institución cuya razón de ser principal son los estudiantes.

Algunos profesores tratan de buscar la forma de llegar mejor a sus alumnos para favorecer su formación. No es que les toque hacer vídeos con la música de Paquita Salas para enseñar Derecho Constitucional, pero un vistazo o alguna incursión por ese mundo puede ayudar a conectar con sus mentes. ¿Tiene la Universidad que entrar en ese juego? ¿Es compatible con el prestigio de la institución? ¿O tiene ésta que marcar algunas líneas rojas infranqueables? Quizás los estudiantes, casi sin pretenderlo, han mandado un mensaje a su propia Universidad cuando votaban por Paqui.
 

En un entorno académico como el universitario, donde se halla el principal talento de nuestra tierra, esta campaña al Rectorado basada en los vídeos virales ha sido una tormenta imprevista porque nunca un aspirante a rector había recurrido a este tipo de mensajes para ganar popularidad.

En la política, en cambio, esto ya está más asimilado. Ahora no sorprende tanto ver al alcalde de Granada, Paco Cuenca, que es otro conocido tiktoker, cantando, bailando o haciendo potajes en la red social que utilizan los más jóvenes. El voto de un chico de 18 años vale igual que el de una anciana de 80 y el político socialista sabe que con los clásicos mensajes no hay forma de llamar su atención, porque hay un mundo de distancia.

No es solo que al entrar en sus canales, su lenguaje y su mundo un candidato pueda llevarse sus votos. Es una forma de acercarles a la política, del color que sea, a través de sus protagonistas. Es el clásico de llevar la montaña a Mahoma. Porque no hablamos de utilizar las redes sociales para difundir mensajes más o menos profundos, sino de aparecer ahí como una figura popular, que no les da la chapa con mítines, les habla de vídeojuegos, deportes o grafitis, canta y baila a ritmo de charanga, y acorta distancias.

¿Es ese el mejor modo de implicar a los jóvenes? ¿Estamos contribuyendo al populismo? ¿Hasta dónde beneficia esto a la figura de un político, que en otros ámbitos puede ser tachado de insustancial? Los límites son difusos.

En el fondo, estas reflexiones van mucho más allá de la política o de la universidad, porque son debates sociales y hasta domésticos. Como cuando pretendemos entender a nuestros propios hijos. ¿Tendremos que hacernos tiktoker o youtuber? Por ahora, no me veo.

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