“Encontrar pareja ya es como ‘El juego del calamar’ sin los asesinatos”: ¿nos han convertido las ‘apps’ para ligar en personas insensibles?
Cuando en septiembre de 2012 nació Tinder, el universo de las citas —y con él, nuestro léxico— cambió irremediablemente.El cansancio por las “bombas de humo emocionales” o la ‘gamificación’ de la búsqueda de pareja han motivado un progresivo desaliento hacia las plataformas de citas ‘online’
Además de borrar el estigma sobre encontrar pareja de forma virtual, sin Tinder quizás no existiría el término ghosting, (aunque el “se fue a por tabaco” de toda la vida siguiese ahí de una forma u otra). Tampoco significaría lo mismo el verbo swipe (deslizar; en la app, a la derecha si una persona te gusta y a la izquierda si la rechazas). Cuando cumplió 10 años, Tinder había sido descargada 530 millones de veces y acumulaba entre sus usuarios más de 75.000 millones de matches (coincidencias; cuando dos personas “se deslizan a la derecha” entre sí), otra palabra para nuestro glosario neorromántico. Para otros, en cambio, el bum de las aplicaciones de citas ha matado el romance y provocado que nos comportemos con potenciales parejas como robots.
La modelo Charli Howard publicó recientemente en Stylist un artículo en el que describía como “insoportable” el proceso de búsqueda de citas y unas fórmulas de comunicación que percibía como hipersexualizadas. “Para mí, la forma de encontrar pareja en la actualidad solo puede definirse como una especie de El juego del calamar quitando la parte de los asesinatos, aunque, en ocasiones, cuando te rompen el corazón duele lo mismo. Hay una batalla al comienzo para ver quién se quedará en la pantalla final, intentando mantener el interés del otro antes de alcanzar esa primera cita, preparándote a ti misma para ser abandonada en cualquier momento. Si tienes la suerte de ir más allá, tendrás que asumir esa charla que genera ansiedad sobre qué es lo que sois… porque aparentemente ya no es suficiente con que dos personas se gusten”, escribe la británica.
Guillermo Fouce, doctor en psicología social y profesor en la Universidad Complutense de Madrid, analiza: “Las relaciones emocionales, amorosas y sexuales se están transformando en estos tiempos. Tenemos muchos likes, oportunidades e interacciones, pero todas son superficiales y ninguna nos engancha, por eso vivimos en el mundo de la soledad”. “Estas relaciones líquidas además, se combinan con la era del individualismo, en la que uno está en el centro de todo. Hay nuevas formas de ligar, apps especializadas en conectar a la gente o que sin tener ese cometido se usan para ello, desde Instagram hasta BeReal. Las posibilidades aparentes de conexión son tan enormes que pasamos a la siguiente en cuanto podemos. No contestamos, despreciamos lo que no nos ha entrado por los ojos y lo ignoramos. Muchos ligan desde esta perspectiva. Al final, una de las cosas que conforman las teorías del amor en psicología social es que la principal variable que explica que se pueda establecer una relación es la posibilidad, la cercanía. Eso lo facilitan las redes sociales”.
Según el informe de Tinder 2023 Future of Dating Report, el 32% de los miembros de la generación Z son menos propensos a ghostear que los usuarios mayores de 33 años. Lo que no indica es cuántas personas practican el ghosting. La aplicación Bumble sí comparte con ICON datos al respecto. El 42% de las personas encuestadas por el portal ha sufrido ghosting en algún momento, mientras que el 22% admite haberlo realizado. “Aun así, más del 73% considera que no es una manera adecuada de terminar una relación, lo que refleja el hecho de que la gente busca responsabilidad afectiva en sus relaciones, incluso cuando estas no siguen adelante”, explica Ana Lombardía, psicóloga y sexóloga en Bumble.
Mientras que en la vida real sería extraño abandonar una cita en mitad de una conversación, dejar de hablar repentinamente a alguien con quien incluso ya se ha entablado un comienzo de relación se ha convertido en una práctica dolorosamente habitual. La periodista y escritora Allison P. Davis afirma en New York Magazine: “Es fácil subestimar la manera en la que la tecnología nos da forma y condiciona nuestras necesidades, deseos y anhelos. Sin embargo, es posible que Tinder no hiciera nada más que prometernos la posibilidad de conectar. Somos nosotros los que hemos decidido que queremos conectar así”. Núria Jorba, psicóloga, sexóloga y terapeuta de parejas, opina: “La gestión emocional es algo que cuesta, que conlleva afrontar el conflicto y el miedo a la reacción del otro, así como una buena asertividad para expresar lo que uno siente y piensa, aunque no sea positivo. Es mucho más fácil a priori desaparecer. Por ello el ghosting se ha puesto de moda, y más detrás de una pantalla, que favorece el anonimato. El problema está en que hacerlo es muy sencillo, pero cuando lo recibes es muy desagradable y provoca mucho malestar e incertidumbre”.
El formato de pasar fotos vincula el funcionamiento de las aplicaciones a la gamificación, con el problema aparejado de acabar tratando de forma similar a seres humanos que a personajes de videojuego que no nos genera culpa alguna apagar; igual que bloquear a esa persona con la que llevamos tiempo hablando tampoco nos preocupa. “Lo importante es saber qué no queremos que nos hagan para no hacerlo nosotros. Hay que usar las apps de citas con responsabilidad, pensar que detrás de cada foto hay una persona. Y si algo no te encaja, expresarlo con asertividad y hacer cierres sin desaparecer. Si uno actúa con responsabilidad, acaba recibiendo lo mismo. Y si sentimos que no es así, quizás haya que buscar otra vía, ya que una app no es el único camino para encontrar pareja”, señala Jorba.
Mientras tanto, Fouce se pregunta si esa mayor disponibilidad a la que nos exponen las aplicaciones puede llevar a que no queramos vincularnos solo a una pareja o favorecer que ahora haya más modelos abiertos: “Hay que diferenciar entre la atracción, el primer contacto y el impulso sexual. Robert Sternberg dice que hay un triángulo amoroso que delimita las relaciones. Se compone del impulso sexual, que es lo que además, en un primer momento, conecta; de la intimidad, la capacidad de conversar y de establecer relaciones con el otro y por último, de la propia relación y de la capacidad de establecerla. Tenemos que comprender que en las aplicaciones compartimos nuestros momentos felices, hay una hipertrofia de la felicidad. Pero en realidad es como cuando salimos a relacionarnos e intentamos dar nuestra mejor imagen. Son entonces la intuición y la capacidad de establecer la intimidad las que pueden hacer que no nos encontremos con sorpresas desagradables a la hora de buscar pareja. Las aplicaciones sirven para establecer contactos, al igual que los entornos de ocio, y a partir de ahí ya podemos evaluar. Pero la pareja es algo que va más allá”.
¿Demasiadas opciones?
La parálisis de elección entra en juego ante la inmensa cantidad de opciones existentes. “Algunas personas caen en el error de creer que, por haber muchas personas en la app, deben esperar a que aparezca una mejor, o a que con una todo surja de manera que no tengan que esforzarse. Esto es una ilusión. Aunque nos pueda gustar más una persona que otra, o seamos más compatibles con algunas, lo importante es lo que construyes al respecto, el vínculo en el que trabajas, las experiencias que nos van uniendo…”, afirma Lombardía.
Noemí Seva Vidal, terapeuta transpersonal, cree que cuando alguien tiene claro que quiere una relación estable no va a cambiar de idea porque tenga más opciones. Pero también opina que puede emerger cierto FOMO (fear of missing out; en español, miedo a perderse algo) emocional. “Podría aparecer la sensación de no querer perderse nada, estar iniciando una conversación con una persona y sentir que a lo mejor hay otra que me estoy perdiendo conocer. Así que en una fase más inicial podemos estar hablando con varias personas a la vez, valorando con cuál damos un paso más”, reflexiona. “Cada uno tiene que conocerse y saber qué le hace bien y qué no. Hay que ser coherente con esto y no entrar en juegos que no van con nuestra manera de ser ni nuestra manera de funcionar. No tener sexo en una primera cita si sé que a mí después no me va a hacer sentir bien, no tener cinco citas en una semana si siento que mi cuerpo me pide tranquilidad, no hablar por hablar en apps si cada vez que entro noto que me baja la energía y afecta a mi autoestima… Se trata de escucharnos y de poder ver también desde dónde hacemos lo que hacemos y poner límites de autocuidado para protegernos”.
Ana Lombardía enfatiza la importancia de aprender a usar las tecnologías con responsabilidad, teniendo un objetivo y poniéndonos límites en su uso: “Hay que tomar conciencia de sus mecanismos de funcionamiento, de lo que nos proporciona, de los motivos por los que estamos utilizándolas… Nos puede ayudar usarlas con responsabilidad afectiva, sin tomarlas como un juego, y poniendo el foco en conocer a alguien con el que construir un vínculo”. Lo importante es recordar que quien hace ghosting no es la aplicación, sino el usuario, y culpar a las apps de ligar del mal uso que hagan quienes las emplean es como culpar a Glovo cuando tu hamburguesa tiene demasiada lechuga. Ojalá la responsabilidad emocional fuera tan fácil de dominar.