«SOMBRAS DE ESTE TIEMPO (2): IGUALDAD Y VIOLENCIA» por Francº L. Rajoy Varela
“Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor la pierden”, así comienza el poema SI de Kipling y viene a colación este inicio del artículo, porque es la sensación que experimento cuando observo el comportamiento desquiciado de los miembros de esta sociedad.
Entre los /as influencers de las redes sociales que creen hallarse en posesión de la verdad y la sabiduría absolutas. Entre la clase política de cualquier ideología, otro tipo de influencers, que desde la ignorancia más absoluta ejercen la demagogia y el populismo y desde sus variopintos púlpitos, le dicen a la feligresía lo que quieren oir a efectos de conseguir sus pervesos fines. Añadan a este tipo de influencers, los gurús y hechiceros varios de los medios de comunicación y ya tenemos la tormenta perfecta.
Pero está claro que esta ceremonia de la confusión, esta contaminación multiideológica afecta a todos aquellos individuos de la sociedad que no tienen una personalidad propia, una base moral e intelectual sólida y en consecuencia se dejan manipular fácilmente, Es el clásico retrato robot del individuo con la personalidad del rebaño, fácilmente manipulable, que se cree todas las mentiras que le cuentan y encima es feliz o cree serlo.
En su libro Ensayo sobre la ceguera, José Saramago a modo de resumen dice, y cito textualmente, “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que viendo, no ven”. Hago esta introducción previa antes de centrarme en las dos cuestiones de este artículo, la igualdad y la violencia, por razones que luego se entenderán En cuanto a la igualdad, desde que el mundo existe como tal, si revisamos la historia y analizamos el comportamiento del ser humano, siempre le han movido los mismos impulsos, la ambición, la codicia, la lujuria, el egoísmo.
Luchar por conseguir y mantener un status social a costa del esfuerzo, el trabajo y el sacrificio de otros. Y estas luchas por el poder ser y que otros no sean han originado las desigualdades sociales, los odios y las guerras. Por tanto, mientras no se establezca el principio de justicia social, es decir, dar a cada uno lo que le corresponde en función de sus capacidades y su esfuerzo, seguirá existiendo la desigualdad y la injusticia de que unos sean más iguales que otros. Y no importa remontarse mucho en el tiempo, ni buscar muy lejos. Tenemos en nuestro país ejemplos recientes y escandalosos. Nuestra mal llamada democracia, que no deja de ser una dictadura de demagogos, es un incumplimiento continuo de la justicia social. ¿Porqué desde el rey hasta el último político de la fila han de ser inimputables? ¿Qué es eso de que no se le puedan exigir responsabilidades judiciales y cumplimiento de penas por el mal uso y abuso en el desempeño de sus funciones públicas y privadas? ¿Cómo se puede consentir ese abuso de poder de tener derecho a todo y no estar obligado a nada? Ni siquiera a dar cuentas de su gestión a los ciudadanos que los han elevado a los altares del poder. Y añadan a esto unos sueldos más prebendas económicas absolutamente injustos y desproporcionados por el mal desempeño de un cargo público que no soluciona los problemas de la ciudadanía.
Si revisamos nuestra Constitución, parida por el rey y los políticos de turno, es una antología de falacias que sólo benefician a ellos. ¿Dónde la igualdad ante la justicia, la no discriminación por cuestión de raza, la educación libre y gratuita, la vivienda asequible y digna, la no discriminación por cuestiones idiomáticas, etc., etc., etc.). La lista de artículos es larga, llena de buenos propósitos pero también llena de incumplimientos.
Aunque el catálogo de desigualdades en este país es muy amplio y urge su correción ya, la desvergüenza, la hipocresía, la miopía, la torpeza y la imbecilidad de la clase política, sea cual sea su ideología, la única desigualdad que le ocupa y preocupa es la que se da entre mujeres y hombres. Han puesto tan mal el foco que han desenfocado el problema y lo único que se ha conseguido con esta política tan radical y tan populista, es el efecto contrario, fomentar el odio y la lucha de sexos,el clásico divide y vencerás, contaminar y envenenar. Y la igualdad entre mujeres y hombres, ni es esto, ni va de esto. Va desde la cuna educando al individuo en valores, en respeto y tolerancia hacia los demás y sobre todo en el ejemplo coherente de esos principios educativos que se fomentan.
Los tiempos han cambiado, sólo el esfuerzo y la lucha conjunta de mujeres y hombre pueden derribar los muros de las injusticias sociales y las consiguientes desigualdades. Todas estas desigualdades sociales añadidas a otros factores fácilmente deducibles, han generado un malestar social que hace que las relaciones individuales en la sociedad se hayan tensionado de tal manera que la crispación se ha desatado y se ha entrado en una espiral de violencia absurda y desproporcionada.
Conozco de un caso en el que un chaval agredió a otro en el patio de un colegio, al momento se presentaron en el colegio los familiares del chaval agredido a tomarse la justicia por su mano. ¿A qué grado de locura y maldad hemos llegado? Hemos entrado en una espiral de violencia realmente preocupante. Ante cualquier nimiedad, tenemos el insulto y la agresión a mano. ¿Somos individuos de una sociedad culta y avanzada o hemos vuelto a la caverna? Esta violencia que estamos padeciendo no tiene justificación alguna. ¿Dónde está el respeto, la empatía, la generosidad, la educación, la tolerancia y las buenas formas? ¿Tan difícil es entender y comprender que mi libertad acaba donde empieza la del otro? ¿Cómo pretendemos crear una sociedad igualitaria y solidaria con comportamientos incívicos y cavernícolas? No es extraño teniendo en cuenta el comportamiento propio de gañanes que exhiben los políticos en el parlamento que más bien parece un reñidero de gallos.
Con estos ejemplos impropios de gente que dicen representar a la ciudadanía, ¿qué se puede esperar con esta bronca dialéctica llena de violencia verbal?, pues que la misma se traslade a la calle. Son tan torpes, tan cínicos, tan imbéciles que encima se dedican a contaminar, a envenenar las relaciones de los individuos en la sociedad. En vez de predicar con el ejemplo y extirpar el cáncer de la violencia reforzando la autoridad de los agentes del orden, se permite la agresión a los mismos con penas irrisorias para los infractores.
Ya está bien de actitudes hipócritas, de falsas tolerancias cero, de cinco mnutos de silencio de postureo de cara a la galería, de fotos reivindicativas detrás de una pancarta. A día de hoy la violencia no es sólo de género, la violencia se ha extendido de forma preocupante a otros niveles de la sociedad. Se hacen necesarios hechos políticos con implantación de leyes justas y su aplicación inflexible a través de la Justicia. No se trata de aplicar la ley del talión, ojo por ojo y diente por diente que queda muy cavernícola. Se trata del que la haga, la pague. Se trata de acabar con esa milonga hipócrita de los derechos humanos del infractor. Porque, si no respeta los derechos de los demás, en base a què principio se han de respetar los suyos.
FOTO: https://es.slideshare.net/latata99/violencia-y-sociedad-17285806